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Calle Templarios

La calle que lleva el título de los tan denostados caballeros templarios, emplazada en la frontera de la barriada de La Vega, comienza en la de Relojero Losada, para concluir en la de Cardenal Cisneros, en lo que hasta la década de los 70 eran simples prados. El lado derecho se retrasa unos metros en su inicio como consecuencia del peculiar chaflán que recorta por esta mano el inicio de la vía. En su final se produce una situación inversa, siendo el lateral derecho el que se alarga. Es una calle recta, ancha y despejada, cuyo moderno aspecto evidencia el notable crecimiento experimentado en los últimos tiempos por todo este entorno correspondiente al Crucero y La Vega, muy cambiado con respecto a sus orígenes urbanos. Decimos que el progreso se hace patente porque, comprobando la diferente antigüedad de las viviendas, es fácil detectar, incluso a simple vista, cómo se ha ido completando su trazado en función de las nuevas demandas urbanísticas. En la actualidad, y hablando en líneas generales, presenta un panorama de casas que alcanzan una altura similar de cinco pisos. Aún pervive en el recuerdo de su recorrido las instalaciones que, con entrada por la inmediata calle de Cardenal Cisneros y salida por la nuestra, tuvo hace más de treinta años y desde el comienzo de su andadura comercial la gran y familiar empresa «Aceites Elosúa».
La soberana Orden del Temple o «del Templo», siguiendo la terminología española, no fue precisamente una Orden de caballería, tal como sostienen algunos cronistas. Pero empecemos por el principio de la historia. Se fundó en los primeros años del siglo XII, en Francia, por Hugo de Payens, de la Casa de Champaña, y Godofredo de Saint Omer. Acompañados por otros nueve piadosos y distinguidos caballeros, el grupo de nobles cabalgó hasta Jerusalén para instalarse en el mítico Templo de Salomón, del que tomaron posesión, convirtiéndose hacia 1118 en los únicos ocupantes del recinto. Viviendo condicionados por severos votos de pobreza, castidad y obediencia, los templarios encarnaron el espíritu original de las Cruzadas, protegiendo a los peregrinos de la época que viajaban a los Santos Lugares y combatiendo sin desmayo a los infieles musulmanes. Su excelente reputación les ganó el amparo de la Santa Sede y de la práctica totalidad de monarcas cristianos, logrando extender su influencia hasta la misma Europa.
Al tiempo que los templarios consolidaban en toda Europa su fama de guerreros abnegados y piadosos, la Orden iba acumulando privilegios y donaciones, aumentando su patrimonio de bienes y dotando al grupo de enorme dimensión cultural, religiosa y económica. Los templarios también llegaron a España y, desde luego, a la provincia leonesa, aunque no se conozca la fecha exacta de su aparición entre nosotros. De todas formas, ciertos indicios sostienen la hipótesis de la irrupción de aquellos místicos caballeros en el solar berciano. Porque es bien conocido que el castillo de Ponferrada, ahora convenientemente restaurado, fue levantado por los templarios para amparar a los peregrinos que seguían el Camino de Santiago. Según antiguos documentos, la construcción debió iniciarse hacia 1178, siendo Guido de la Guardia el primer maestre, señor y dueño de la fortaleza. Poco después, los templarios encontraban una imagen de la Virgen en el hueco de una encina, precisamente cuando cortaban madera para la fábrica del castillo. Por ello, dado que fue hallada en el bosque, la Virgen de la Encina, patrona de Ponferrada, recibió en principio el nombre de «Virgen del Bosque». El desmedido afán de riqueza y de poder de los templarios causaría finalmente su ruina y extinción. En 1291 perdían ante los árabes la plaza de San Juan de Acre, teniendo que retirarse a Chipre. Poco después, siendo objeto de una calculada campaña de desprestigio, el rey de Francia Felipe el Hermoso decidió la incautación de los numerosos bienes de la Orden, además de ordenar ejecutar a los templarios más destacados. Finalmente, el papa Clemente V decretaba la supresión definitiva del Temple, acabando con unos enemigos que contaban con suficientes recursos políticos y económicos. Al parecer, el castillo de Ponferrada fue el último baluarte que tuvieron los templarios en España, siendo comendador el famoso caballero Ferrand Muñiz.


Fuente: Diario de León

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