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Calle Padre Coll

Calle Padre Coll

Calle Padre Coll placa

Parece impensable en nuestros días que, hace escasamente unas décadas, estos terrenos conocidos como «Solares de La Vega» fueran unos amplios prados que han desaparecido hoy en su totalidad, cubiertos por un enjambre de calles y casas amparadas, en el aspecto espiritual, por la popular parroquia de La Anunciata. En el caserío que allá por el siglo XVII ocupara La Vega de los Lorenzana, se extiende en la actualidad una malla de vías que en algunos casos, como el que hoy nos ocupa, está formada por un conjunto de viviendas adosadas de un par de alturas y corte residencial, que para nada tienen que envidiar a las construcciones de otras zonas más privilegiadas de la ciudad.
Nos encontramos una vez más en Trobajo del Camino, dentro del término municipal de San Andrés del Rabanedo, en una larga calle que comenzando en la calle Anunciata, concluye en la de Azorín. Se trata de un conjunto de modernas viviendas, en un entorno a caballo entre León y San Andrés. Después de un giro a la izquierda que se produce hacia su mitad, termina en los dos únicos edificios que muestran una altura superior, idénticos a los aledaños de la calle Azorín.
Nuestra calle rotulada en homenaje al Padre Coll, como sus inmediatas de Dominicas o Anunciata, se relaciona emocionalmente con la nueva parroquia inaugurada el 15 de agosto del año 1974, por el entonces obispo don Luis Almarcha. Este importante núcleo religioso nació bajo la advocación de Nuestra Señora de la Anunciación y el patronato de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, que facilitaron los terrenos anejos a su convento para la parroquia y el colegio adyacente.

Cuando los ejércitos de Napoleón Bonaparte todavía sitiaban las tierras catalanas, nacía en el seno de una familia campesina instalada en la localidad de Gombren, en Gerona, un niño bautizado con el nombre de Francisco Coll y Guitart. Era el décimo y último hijo de la pareja formada por Pedro Coll y Magdalena Guitart y, ya desde sus primeros años, pudo apreciarse su irrefrenable vocación religiosa.
A los 10 años de edad ingresaba en el Seminario de Vic, donde siguió estudios de Latín y Humanidades entre 1822 y 1830. También por aquella época solía frecuentar la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, atraído por el ambiente piadoso de tan relevante Congregación. Cuenta la tradición que, cierto día, el joven Francisco pudo percibir una voz que le decía: «Tu Coll, debes hacerte dominico». Y es que en su alma ardía la pasión por predicar la palabra de Dios en aquellos tiempos confusos y violentos, agitados por la eterna querella entre constitucionales y «fernandinos».
Admitido en el convento gerundense de la Anunciata en otoño de 1830, el día 4 de abril de 1835 recibía en Barcelona el Diaconado, en la Basílica de la Merced. Francisco Coll terminaría el año de Teología en el Seminario de Vic, siendo ordenado sacerdote el 28 de mayo de 1836 en Solsona, por el obispo don Juan José Tejada. Tenía la licencia de su prior provincial dominico, además del título de pobreza correspondiente a un religioso de votos solemnes.
Dedicado a partir de entonces a la catequesis y la predicación en equipo, fue nombrado misionero apostólico por la Santa Sede e ingresó en la «Hermandad Apostólica», puesta en marcha por Antonio María Claret. Su incansable actividad le mereció el reconocimiento de las autoridades eclesiásticas, como prueba el siguiente comentario realizado por el obispo de Urgell: «Dios nos dé muchos hombres apostólicos como el Padre Coll, y nos volverá la paz que tanto necesitamos».
Volcado a partir de 1850 en la promoción de nuevas formas religiosas, concebiría un proyecto que recibió la aprobación del obispo de Vic. Con el apoyo indispensable de seis jóvenes vocacionadas, el día 15 de agosto de 1856 nacía la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata, cuya misión era y es la de «anunciar el nombre de Jesucristo Salvador, predicando la verdadera doctrina, en los poblados grandes y pequeños, con la palabra y el ejemplo». El Padre Coll fue beatificado en 1979 por Juan Pablo II, por la importante obra de su vida.

Calle Padre Coll

Fuente: Diario de León

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