Calle Cardenal Torquemada

Hoy nos acercamos hasta la barriada de Las Ventas, antiguo extrarradio de la ciudad, pero cuyo nuevo entorno se encuentra plenamente integrado dentro del casco urbano. La calle que lleva el nombre de Cardenal Torquemada es ancha, recta y moderna, dispuesta en suave ascenso a partir del número 3. Entre edificios de viviendas de similar altura y presencia, con tres pisos, las casas son de ladrillo visto y muy parecidas. Al poco encontramos la entrada al Parque Ángel Barja, en recuerdo al distinguido músico, Hijo Adoptivo de la ciudad. El 3 de abril de 1987 el Ayuntamiento leonés, encabezado por el alcalde Juan Morano, aprobaba esta distinción al tener en cuenta «los relevantes méritos concurrentes en su persona». El galardón se concedió a título postumo, «haciendo constar el sentimiento de la Corporación por tan irreparable pérdida para la vida cultural de la ciudad». Poco más tarde, el 8 de mayo de 1987, el Ayuntamiento decidía la compra de juegos infantiles para ser instalados en el parque existente entre las calles Cardenal Torquemada y Peñalba, que en lo sucesivo se denominaría «Jardín Ángel Barja». Enfrente del parque se halla un descampado y más adelante se ubica una considerable vivienda totalmente rehabilitada despues de muchos años, a pesar de mantener la antigua fachada de 5 pisos.

A la hora de repasar la trayectoria vital del Cardenal Torquemada, cuyo nombre de pila era Juan, conviene distinguirlo del famoso Tomás de Torquemada, confesor y consejero de los Reyes Católicos, además de inquisidor general de Castilla y de los Estados de la Corona de Aragón. Tristemente célebre, este vallisoletano se empeñó en salvar la unidad religiosa de España, para lo que influyó decisivamente en Isabel la Católica y su decisión de expulsar al pueblo judío en 1492. También persiguió a todo aquel desafecto a la ortodoxia oficial.
Juan de Torquemada vino al mundo treinta años antes que su ilustre predecesor y su actuación pública no es motivo de tanta polémica como la del fanático inquisidor. Al parecer también nació en Valladolid, aunque otros señalan a la localidad de Torquemada, tomando en plena juventud los hábitos dominicos. Juan Torquemada profesaría en el convento de San Pablo, en Valladolid, del que llegó a ser prior, pasando más tarde al monasterio de San Pedro Mártir, en la hermosa ciudad de Toledo. En el año 1417 el provincial de Castilla, Luis de Valladolid, confesor del Rey don Juan II, le llevó consigo al concilio de Constanza. Más tarde consiguió el título de doctor en Teología por París, el 25 de marzo de 1424, asistiendo como teólogo pontificio al concilio de Basilea en 1432. Su defensa de la autoridad papal sobre este concilio le valió de Eugenio IV el calificativo de «Defensor dei». También destacaría en el siguiente concilio de Florencia, donde Juan de Torquemada consiguió la reconciliación definitiva entre las iglesias griega y católica. Después de aquel gran triunfo fue nombrado, sucesivamente, cardenal de San Sixto, de Sabina y de Albano. Su siguiente etapa le llevaría como obispo a Mondoñedo, Cádiz, Orense y León, donde permaneció entre nosotros desde 1460 a 1463. Hombre de extraordinaria y refinada cultura, mandó edificar la maravillosa portada del vallisoletano convento de San Pablo, así como restaurar el convento de la Minerva, en Roma, lugar donde precisamente sería enterrado. Asimismo introdujo la fantástica novedad de la imprenta en Italia, llevando al efecto a un grupo de maestros alemanes.Entre sus muchas obras escritas, con más de 43 tratados, destaca la serie de estudios que marcaron época en la historia del Derecho Eclesiástico. A su muerte, acontecida en la ciudad de Roma en el año 1468, dejaba numerosos bienes para repartir entre distintas fundaciones benéficas, entre ellas una dedicada a propagar la enseñanza en Castilla y entre el entonces represaliado pueblo judío. En fin, un hombre bueno y bien relacionado, lejos de las polémicas y extremos que caracterizaron la actuación del otro Torquemada.