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Plaza de Riaño

Por el estado en que se encuentra actualmente, bien podría pensarse que algún pantano reventó y así, la vetusta Puerta de Santa Ana que formaba parte de la muralla de Alfonso XI desapareció para siempre, dando paso a esta pequeña y destartalada plazuela, llamada desde hace tiempo «de Riaño». Pero no piensen que recibió la denominación en recuerdo del entrañable pueblo montañés, desaparecido bajo las aguas de un pantano en un triste 31 de diciembre de 1987.
Para que se hagan una idea, en septiembre de 1980 y ocupando el sillón de la alcaldía don Juan Morano Masa, se quiso que varias calles de la denominada Zona Histórica Artística y Monumental recuperaran su nombre primitivo, pasando esta «Plaza de Riaño» a adoptar el de «Puerta de Santa Ana». Pero, a pesar de lo ocurrido en años posteriores con la villa de Riaño, aquello quedaría en el olvido más absoluto.
Vamos con algunos datos más actuales. A ella convergen las calles Murías de Paredes, Plaza del Caño de Santa Ana, Las Cercas, Castañones, Misericordia y Santa Cruz.
Pues bien, en esta encrucijada urbana tan característica por aditamentos como la clásica fuente que prosigue, indesmayable, con su inmemorial tarea de verter agua para la vecindad, marca una especie de territorio fronterizo entre el carismático Barrio Húmedo y la barriada de Santa Ana. Aunque la plaza en sí, antes y ahora, es una espacio limitado y prácticamente semicircular que se remata con un mínimo muro. La condición divisoria del enclave queda bien patente en las dos escaleras, de 5 y 8 peldaños, que a diferentes niveles entrelazan dos territorios muy distintos y significados de la capital.
En los últimos tiempos esta plaza, antaño dotada de bancos y mucho más tranquila, no ha sido ajena a la evolución de las modas y costumbres que lleva en gran medida las cosas a peor. Hablamos, como ya se imaginan, de que algunos elementos más o menos marginales de la sociedad han convertido este lugar en central de sus trapicheos con substancias prohibidas. ¡Una auténtica pena!
Tal como dijimos anteriormente, la denominación histórica de la plazoleta era la de Puerta de Santa Ana. Y lo cierto es que no entendemos, ese afán nefasto por suprimir los nombres clásicos y tradicionales, dando paso a otras denominaciones impuestas por motivos que se nos escapan.

Según nos cuentan los antiguos legajos, desde 1312 a 1350 y en tiempos del rey Alfonso XI se construyó la «cerca nueva» de León, compuesta por siete puertas: la del Peso, Sol, Puerta Moneda, Gallega, Ánimas del Malvar, Fajeros y esta de Santa Ana, llamada entonces Cal de Moros. Alineada con la famosa calle de Capellería, actual Murías de Paredes, estaba incluida en un entorno morisco y bullicioso, de fuerte implantación artesanal.
En 1866, siendo alcalde de la ciudad el afamado Dámaso Merino, fue derribada esta Puerta de Santa Ana, aunque su recuerdo permaneció durante largo tiempo en la rotulación callejera del lugar. Así, siguiendo un orden cronológico, el enclave se tituló primeramente Cal de Moros, luego Puerta de Santa Ana y, en algún año de este siglo, tomó inexplicablemente la denominación de Plaza de Riaño.
La verdad es que el nombre del simpático pueblecito desaparecido bajo las aguas del pantano, va asociado a una mezcla de sentimientos nostálgicos y conflictivos. Porque la decisión de anegar la villa montañesa de Riaño fue polémica desde el inicio, cuando el 30 de noviembre de 1965 se aprobaba el proyecto del embalse, autorizando el Consejo de ministros la ejecución de las obras el 25 de febrero de 1966.
Tras concluir la presa en 1976, se pagarían las pertinentes indemnizaciones a los afectados y comenzó a construirse el bautizado como Nuevo Riaño. Diez años más tarde, en 1986, el Gobierno declaraba los futuros riegos de Riaño como «de interés general para la nación». Tras muchas dificultades de todo tipo, incluidas cargas de la Guardia Civil y una batalla judicial en los tribunales, en el verano de 1987 concluyeron los desalojos y derribos.
Y coincidiendo con el último día de aquel triste año, 1987, se cerraba el muro de la presa para comenzar el embalse de las aguas del Esla. Con ello se perdió para siempre otro pedazo de ese mosaico que conforma el patrimonio histórico de León.


Fuente: Diario de León

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