La capital leonesa estaba predestinada, a mediados del siglo XIX, como punto de bifurcación del eje ferroviario del Noroeste, entronque de las líneas a Galicia y Asturias. En esa función articular se mantiene, con ligeras variaciones respecto de su origen, por efecto de los planes del Estado, los intereses de las sociedades concesionarias y de cierta presión de las fuerzas locales.
El Ayuntamiento cedió treinta y tres hectáreas para las primeras ocupaciones necesarias en la margen derecha del Bernesga, una vez desechadas las intenciones de emplazarla en la ribera contraria, y el 23 de agosto de 1863 entraba en León, procedente de Palencia, el primero de los trenes.La espléndida cubierta metálica sobre los andenes se montó algunos años después, en 1870.
Cuando Renfe acometió en 1986 la rehabilitación de esta cubierta, corroída por la vejez y afectada por sucesivos retoques, hubo que desarmarla para ampliar su longitud -de sesenta a noventa metros- a fin de cubrir todo el frente del edificio de viajeros, e instalar una nueva cubierta en los andenes exteriores. Además, se asumió, en el conjunto de la estación, un plan de remozamiento que, en el verano de 1988, permitía contemplar todo aquello casi como renacido.No está de más apuntar que el puente del Bernesga -o puente de la Estación, para ser precisos- tuvo una factura más accidentada.
Alternativa obligada del Puente de San Marcos, aguas arriba era una pieza complementaria de la estación y su nexo con la ciudad; se trataba, además, de un compromiso de la compañía ferroviaria, hasta el punto de que el ingeniero Eduardo Saavedra, proyectista de la línea, redactó los primeros estudios del puente; el «definitivo», de hierro, entró finalmente en servicio en 1886. Su compostura actual, bien distinta de la precedente, data de la segunda mitad del siglo XX.

Es necesario hacer una breve referencia a Eduardo Saavedra y Moragas (1829-1912), ingeniero de Caminos que, en su condición de jefe de obras de la Compañía del Ferrocarril de Palencia a Ponferrada -posteriormente Compañía del Noroeste- concibió y dirigió la línea y, en consecuencia, la estación leonesa. La hidrografía leonesa da fe del quehacer ingenieril de Saavedra: puentes sobre el Valderaduey, el Cea, el Esla y el antes mencionado del Bernesga, en la misma capital.
El edificio de viajeros, y su prolongación en retranqueo del dedicado a oficinas, presenta, singularmente en la fachada urbana, rasgos tipológicos de la Compañía del Norte. Preservado en su fisonomía esencial, pese a las numerosas modificaciones sufridas, se aprecian en él elementos del secesionismo vienés (finales del siglo XIX). Desde el inicio, y hasta hace poco, el enclave ferroviario ha sido prueba del talento previsor de Saavedra.
En lo que duró la Guerra Civil, y en la inmediata posguerra, la estación de León se convirtió, por fuerza, en vivero de situaciones comprometidas y tensas. Como inmediato precedente está la revolución de octubre de 1934, que inscribió en los anales del núcleo ferroviario algunos sobresaltos de menor entidad. Durante la guerra acontecieron hechos como el paso de la desvertebrada columna de mineros asturianos hacia Madrid, las llegadas y partidas de la alemana Legión Cóndor y el tránsito de hombres y material, ya bajo dominio franquista. En los primeros años de posguerra, la estación leonesa hizo las veces de centro de operaciones contra el maquis, especialmente activo en la zona Noroeste.

Actualmente se han licitado las obras par el soterramiento de las lineas y la ejecución de la nueva y moderna estación del siglo XXI que permitirá la llegada a nuestra ciudad del famoso AVE. Al igual que sucediera hace casi 150 años, esto supondrá un cambio total en la fisonomía de la ciudad, con la apertura de nuevas calles y puentes que le darán nueva vida a la ciudad.

^{Fuente: Diario de León, Todotrenes.com}