Calle San Leandro

La calle de hoy, de nombre San Leandro, tiene su comienzo en la vía de San Carlos Borromeo, para concluir en la antaño General Moscardó, uno de los héroes de la iconografía franquista, hoy llamada de Víctor de los Ríos. Por una vez, no hemos encontrado mayores problemas a la hora de localizar el inicio de esta arteria, incardinada dentro del cada vez más extenso entramado urbano correspondiente al moderno barrio del Ejido.
Y es que bien visible se halla, al comienzo de su lateral izquierdo, un vistoso rótulo que lleva grabado el nombre de nuestro protagonista. Esta vía de terminología tan cristiana no es que presente mayores novedades urbanísticas. Simplemente se inicia en la acera de la derecha con un amplio bloque de viviendas.
El resto de la arteria es lineal y monocorde en todos los sentidos, pues queda conformada por las habituales casas de las cooperativas, de dos alturas e idéntica presencia, sólo distinguidas por el colorido. Aunque evidencia una edificación más reciente cuando la calle, agotando los últimos suspiros, ya concluye en el arbolado que es seña de identidad de Víctor de los Ríos.
A pesar de que existe una ciudad en los Estados Unidos, dentro del estado de California, que lleva la denominación de San Leandro, nuestra calle hace evidente referencia a San Leandro de Sevilla, que fue hermano de San Fulgencio y San Isidoro, además de completarse la familia con otra hermana llamada Florentina. San Leandro es una de las grandes glorias religiosas que ha dado España, por su enorme cultura, por ser un escritor de extraordinario talento para la época, y también por sus acendradas virtudes cristianas y eclesiásticas. Según todos los expertos, a él se debe la restitución de la unidad religiosa en España, amenazada por infieles y herejías.
Nacido en Cartagena hacia el año 540, Leandro tuvo que ocuparse de la educación y cuidado de sus hermanos a la muerte de los padres. Para entonces había comenzado estudios eclesiásticos y, en cuanto la situación familiar lo permitió, abrazó la vida monástica y dedicó su patrimonio particular a la fundación de distintos monasterios.
Nombrado obispo metropolitano de Sevilla en el año 578, tuvo tal ascendente sobre el príncipe Hermenegildo que acabó por convertirlo a la religión católica. El rey Leovigildo enfureció y, además de encerrar a su hijo en prisión hasta el día de su muerte, desterraría a San Leandro a Constantinopla.
Allí conoció a San Gregorio Magno, a quien persuadió de la necesidad de hacer frente a la herejía arriana. Durante los últimos años de su vida, el rey Leovigildo reconsideraba su postura anterior y, convencido de su tremendo error, encargó al futuro rey Recaredo que se pusiera bajo la protección de San Leandro, que siguiera sus consejos y que se aprovechase de sus valiosas enseñanzas para el gobierno del reino.
Y así ocurrió durante todo el reinado de Recaredo, desde el año 586 al 601. El nuevo monarca restituyó templos, levantó otros nuevos y fundó no pocos monasterios. En el mes de mayo del año 589 tuvo lugar el famoso Concilio III de Toledo, al que asistieron nada menos que setenta obispos llegados desde todos los puntos del país.
Pero la «gran estrella» de tan solemne asamblea fue nuestro San Leandro, decidido a garantizar de una vez por todas la unidad católica de la nación española, amenazada por múltiples y peligrosos factores.
Durante el Concilio el mismo Recaredo y su esposa, la reina Bada, confirmaron a los presentes su profesión de convencidos católicos. Buen ejemplo que seguirían después todos los monarcas sucesores, hasta la persona de don Rodrigo, derrotado por los musulmanes en la batalla de Guadalete, en el año 711. En cuanto a San Leandro, una vez cumplida su misión en la vida y gozando merecida fama de santo varón, falleció hacia el año 600 y su cuerpo fue trasladado a la catedral hispalense. No obstante, su esforzado espíritu aún permanece entre nosotros, confortablemente instalado en la barriada del Ejido.