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Calle La Sal

Calle La Sal
Calle La Sal placa

No, no se confundan, pues no es nuestra intención hablarles del Barrio de La Sal, ese núcleo urbano que se extiende por las travesías aledañas a la Avenida del Doctor Fleming. Ese entorno cercado por las vías del ferrocarril y con grandes dificultades de acceso al centro de la ciudad. Tampoco haremos una semblanza de aquel escritor sevillano de nombre Juan de la Sal, nacido a mediados del siglo XVI y que fue obispo dé Argelia. Nos vamos a referir a una pequeña calle de nuestra ciudad, caracterizada por un ambiente típico y evocador que la hace muy querida a los leoneses.
Hablamos de La Sal, esa calleja que partiendo de la que recuerda a Mariano D. Berrueta, concluye en la calle de la Paloma. Una vía peatonal y en ligero ascenso, con abundantes reminiscencias del pasado, incluida en el entramado inmediato a la Plaza Mayor. Sin embargo, sus viviendas se han ido alterando con los años y ahora son modernas, cuidadas y no muy altas, a excepción de una construcción que en su final mantiene un cierto y gratificante sabor añejo. Como el que tenía aquel espacioso y popular bar ubicado en lo que hasta hace poco era un solar vacío, hacia la mitad de su lado derecho.
Calle La Sal placa
Como bien indica la placa en memoria del poeta Paco Perez Herrero: «Calle de treinta pasos, ni uno menos ni uno más. ¡Qué cortita y qué estrechita es la calle de la Sal!». Y es verdad, porque desde luego no va más allá de los treinta pasos; es tan pequeña que en ocasiones pasa incluso inadvertida en los mapas callejeros leoneses. Antes fue conocida como calle de las Cuatro Vueltas o Revueltas, y desde el siglo XVIII como Bodega Vieja y Bodega de la Sal, recortándose su nombre y llegando a nuestros días con esa corta palabra de tres letras, tan diminuta como la misma calle. El gran Aristóteles ya nos ha dejado escrito la importancia que siempre ha tenido la sal, para la vida y la salud del ser humano y los animales. Por ello, de este bien tan necesario siempre se pueden encontrar referencias o tratados en libros y legajos antiguos. Así sabemos que la sal es una sustancia blanca y cristalina, muy saludable, que se emplea para sazonar y conservar los alimentos. Muy abundante en el agua del mar, su evaporación en antiguas edades geológicas dio lugar a depósitos de sal cristalizada.
Curioseando en los viejos documentos antes citados, nos hemos enterado de la procedencia de la sal vendida en León. Hasta hace pocos años era un monopolio oficial del Estado, que controlaba el producto y su distribución en la ciudad y localidades cercanas. A nuestra capital llegaba desde las cercanas salinas de Aviles o Llanes, almacenándose la sal en el «alfolí» o almacén situado en nuestra calle. De ahí el nombre que ha perdurado hasta nuestros días y, desde luego, la importancia de la calle por albergar dichos depósitos. Parece ser que hasta finales del siglo XVI no se promulgó una provisión real que, expedida en Madrid, autorizaba su compra a los tenedores y abastecedores de sal, para venderla al por menor, no existiendo castigo por ello. Todo como consecuencia de la necesidad de este bien y la carencia que en muchas ocasiones se producía entre los recaudadores de los «alfolíes», o las dificultades que a causa de las comunicaciones se producían con la cercana provincia asturiana. Así, poco tiempo después, los vecinos leoneses podía comprar toda la sal que necesitaran para su consumo. Y no sólo en las salinas oficiales, sino en cualquier otro lugar, siempre que se abonasen los correspondientes derechos reales.
Éste ha sido el comentario dedicado a esta estrecha, pequeña, antigua y salinera vía, tan poquita cosa en el entramado urbano que puebla la ciudad, pero de entrañable recuerdo y presencia en el Barrio Húmedo.

Calle La Sal
Fuentes: Diario de León

3 respuestas a «Calle La Sal»

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