Corral de Villapérez

Hoy nos encontramos en la calle, plazoleta o corral, porque con toda esta serie de calificativos se la conoce, de Villapérez. Como bien decía Máximo Cayón Waldaliso: «patio y recodo apacible, adornado por castaños y acacias envejecidas, que se llamó desde siempre Corral de Villapérez».
Este recinto de antecedentes históricos que se remontan al año de 1449, en cuya época aparece citada la pequeña parroquia a la que estaban adscritas un par de casas existentes dentro del corral del mismo nombre, tuvo como primer señor a don Suero Pérez de Quiñones, titular de la casa de Alcedo y sobrino del primer conde de Luna. Estaba casado con doña Catalina González de Llanos, dama entroncada con la familia propietaria del castillo de Aviados y que se dice enterrada en la misma iglesia de Villapérez. Aún se puede contemplar la vetusta portada que en otro tiempo llamaba a la oración a las linajudas familias integradas en la feligresía del Santo Cristo de Villapérez. Era la época dorada de los Guzmanes, Quiñones, Lunas y Osorios.
Esta fachada sobre la que se alza una modesta espadaña que aún permanece erguida entre las edificaciones que invaden los alrededores, carente del campanil que avisara a los fieles de su jurisdicción, es el único elemento que ha llegado hasta nuestros días, pudiéndose ver en ella la fecha de 1758, evidencia de que se trata de un elemento anterior a la parroquia. Con pila bautismal, la familia tenía derecho al privilegio de la presentación y embellecía la iglesia con ricos ornamentos y tapices de mérito. Dice José María Villanueva Lázaro en «La ciudad de León, del gótico-mudejar a nuestros días. Siglos XIV-XX», que esta iglesia sería la del palacio real de Alfonso VII el Emperador. Templo que, con el añadido de otras dependencias palaciegas, pasaría a ser mansión de los Villapérez, convertida durante el siglo XIII en la iglesia de Santa María de Villapérez. Todavía destaca sobre la fachada un crucifijo central, escoltado por dos escudos blasonados pertenecientes, el de la izquierda, a los Cabezas de Vaca, mientras que el opuesto distinguía a los Cobos.
Pío Cimadevilla Sánchez, en su Repertorio Heráldico Leonés nos habla de las pequeñas dimensiones de la iglesia, que más valdría renombrarla como «iglesia-capilla» puesto que, además de estar inserta en una corrala, contenía otros dos edificios. Uno de ellos estaba dedicado con toda certeza a casa-solar del señorío, y con respecto al otro, como construcción aplicada a servicios y siguiendo el modelo habitual en la época, la iglesia-capilla se proyectaba en principio para la atención espiritual de los propietarios.
A modo de anécdota, hemos de recordar aquel sorprendente hecho acontecido en la cercana Plaza de la Catedral, durante la celebración de una de las procesiones correspondientes a la Semana Santa leonesa del siglo XVII. Sucedió que presenciando el desfile una niña de doce años, perteneciente a la familia de los Villapérez, fue levemente aprehendida por una soga que portaba la imagen del paso del Nazareno. Como consecuencia de aquel prodigio, la chiquilla tomaría el velo en el convento de las Descalzas.
En el centro del primer cuerpo y bajo un arco de medio punto se abre la puerta de acceso a lo que durante años sirvió como cochera de vehículos, entrada a las actuales viviendas interiores. Es probable que hacia 1783 se suprimiera la parroquia como tal, cerrándose al culto. La fachada, a pesar de la dejadez padecida durante largos años, fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1962.
En nuestros días, y aunque el conjunto de la plazoleta se ha mejorado con nuevas viviendas, gracias al proyecto de 1998 que reformó un antiguo arco que ahora da entrada a una moderna y semioculta urbanización, además de la consiguiente rehabilitación de la casona inmediata como sede de la Fundación Vela Zanetti, con exposición permanente de las obras de este pintor, el piso en general permanece en descenso y muy desigual.

Fuente: Diario de León