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Calle Jovellanos

En el libro «Las calles de Gijón», de Luis Miguel Piñera, se narra como el joven Gaspar Melchor de Jovellanos, en la plaza situada frente a la casa donde nació, plantaría nueve árboles de distintas especies, cuyas letras iniciales conformaban su propio nombre. Eran un jazmín, un olivo, etc, etc. Sin duda, una forma extraordinaria para su tiempo de rotular una calle de la vecina ciudad, a la que tantos lazos sentimentales nos unen. En León, que sepamos, no tenemos ninguna plaza o calle bautizada de manera tan sublime e imaginativa, así que nos conformaremos con poseer una calle que recuerda y rinde homenaje a tan ilustre personaje. Para situarnos mejor, diremos que empieza en la que lleva el nombre de Vázquez de Mella, concluyendo después de un mediano e irregular trazado en la señalada como Alfonso VI. Su lado izquierdo es una zona verde, arbolada y cuidada, lo que la confiere un aspecto apacible y tranquilo. No obstante, y a pesar de que las edificaciones son modernas y de elevada altura, su imagen es de una serenidad inherente con el pasado de estos lugares. Después de pasar la calle Jaime Balmes se hace peatonal, respetando ese toque «verde» que sigue aquí representado por una hilera central de árboles jóvenes.
Don Gaspar Melchor de Jovellanos nacía en Gijón el 5 de enero de 1744, a la vera de la preciosa y tan frecuentada por los leoneses playa de San Lorenzo. Fue bautizado en la iglesia de San Pedro, emplazada frente al bravo y turbulento mar Cantábrico, para cursar luego estudios en Oviedo, Avila, Osma y Alcalá. En 1767, una vez terminada la carrera de Derecho, era nombrado alcalde del Crimen en la Audiencia de Sevilla, permaneciendo en Andalucía por más de una década. Integrado en los círculos intelectuales de la capital bética, Jovellanos se convirtió en uno de aquellos «ilustrados» que lucharon por reformar la educación, la justicia y la economía en la agotada nación española.
En 1778 se instala en Madrid en calidad de alcalde de Casa y Corte, multiplicando sus actividades políticas y sociales: ingresaba en la Sociedad Económica, en las Academias de Historia, Lengua, San Femando y Derecho, siendo uno de los fundadores del Instituto Asturiano y el Banco de San Carlos, luego Banco de España. En 1792, tras la caída en desgracia de Pablo de Olavide, Jovellanos fue nombrado subdelegado general de Caminos de Asturias.
Aquí en el norte se implicaría en la construcción del camino real de Castilla, cruzando el peliagudo puerto de Pajares, obra que le llevó a pasar largas temporadas en León, invitado por los santiaguistas del Hostal (Hospital) de San Marcos. Hombre poco dado al ocio, se ocuparía de fundar y arreglar personalmente la naciente Biblioteca de San Marcos. Por supuesto, una huella imperecedera del paso de don Gaspar por León. En 1797 fue llamado de nuevo a Madrid, siendo nombrado ministro de Gracia y Justicia por el favorito Godoy. Cargo que ocupó durante apenas un año, dadas las diferencias que surgieron con el intrigante Godoy, quien se ocuparía de desterrarlo a su Gijón natal. E incluso, llevado de una sorprendente y poco explicable inquina, mantuvo a Jovellanos en prisión, desde 1801 a 1808, recluido en el mallorquín castillo de Bellver. En la isla escribiría sus «memorias del castillo de Bellver», otra de las obras que demuestran la clarividencia literaria de este hombre inteligente y multifuncional.
Con el estallido de la terrible Guerra de la Independencia, don Gaspar era liberado para regresar acto seguido a su querida Asturias. Fue representante de su región en la Junta Central del Reino, organismo que coordinaba la lucha española contra los soldados del usurpador Napoleón Bonaparte. En 1810 escribiría la «Memoria en defensa de la Junta Central», explicando su acción en esta decisiva época. En 1811 don Gaspar se encontraba avecindado en Gijón, cuando la ciudad costera fue tomada por los invasores franceses. Situación que provocó su marcha hacia Vega de Navia, localidad donde fallecía en 1811. Así desapareció el gran Jovellanos, uno de los más lúcidos exponentes de la Ilustración española. Pero su extraordinaria actuación personal a favor de una patria que, olvidadas sus glorias del pasado, agonizaba de mala y triste manera, no ha quedado olvidada en la memoria colectiva del país. Al menos, en el populoso Barrio de San Mames.

Fuentes:Diario de León

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