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Plaza de San Isidoro

Hablar sobre la Plaza de San Isidoro, uno de los enclaves más piadosos y turísticos de la ciudad, es tarea harto difícil y casi imposible. Para empezar y sólo con la Real Basílica de San Isidoro, título recibido en 1941 por una de nuestras joyas más ilustres, no tendríamos tiempo suficiente para hablar en conjunto de ella, así que vamos a limitarnos a una simple alusión, por lo que remitimos a los lectores a algunos de los libros escritos sobre la misma por autores más doctos.
La plaza, de algo más de tres mil metros cuadrados de superficie, ha experimentado muchos cambios a lo largo de su dilatada historia. Lo que a principios del siglo XI comenzó como cenobio de San Pelayo, de San Juan Bautista o de ambos, tomó la denominación definitiva de San Isidoro en 1063, cuando se terminó la primitiva iglesia y San Alvito trajo de Sevilla las reliquias del santo titular. Se tienen noticias que ya en el siglo XIV la plaza se llamaba de Santisidro, ampliándose ésta con la cesión del palacio real de don Fernando el Católico.
Se ha hablado muchas veces de reformar y peatonalizar la plaza, ya que debemos tener en cuenta que la última transformación se concluyó en 1968. En aquel año se pavimentó la misma, con piedra de sillería, y recientemente se ha modificado el acceso por la calle Lope de Vega. Se suprimieron entonces dos distintivos que muchos leoneses aún recordarán: la verja que rodeaba a la Basílica por este lado de la plaza, sustituida por las actuales cadenas, instalada en 1864 y llevada luego a la llamada «huerta del Rey», que mira a la plaza de Santo Martino y la calle Abadía; y el monumento a los Caídos en el bando franquista durante la contienda civil. El monumento a los Caídos era una vieja aspiración leonesa, puesto que todas las ciudades del país habían levantado o levantaban monolitos semejantes. Ya don José Usoz Lomas, alcalde de la capital durante los días de la guerra, había constituido una Comisión Pro Monumento a los Caídos, solicitando que los leoneses contribuyeran «generosamente» al mismo.
En el lugar que ocupa ahora la llamada «columna trajana» se levantó el «Día de los Caídos», 30 de octubre de 1952, un grandioso monumento que casi ocupaba el ancho de la plaza. Su autor fue el arquitecto don Ramón Cañas del Río, siendo bendecido por el Prelado de la Diócesis Doctor Almarcha y pronunciando un discurso el Jefe Provincial del Movimiento. La Banda del Regimiento interpretó la «Marcha de Infantes» a la llegada de las autoridades, cerrándose el acto con la ofrenda de coronas y el toque de oración. En 1968, como dijimos, se derribó el citado monumento. El 16 de junio de ese año, con motivo del XIX centenario de la creación de la Legión VII Gemina, a la que hasta hace poco se atribuía la fundación de la ciudad de León, se inauguró para tal acontecimiento la llamada «columna trajana». Todavía en 1974, ocupando la alcaldía don Manuel Diez Ordás, se tramitaba un expediente de construcción de otro monumento a los Caídos que se ubicaría en el Jardín de San Francisco, según un proyecto de Luis García Zurdo que no llegaría a realizarse.
Enfrente de la columna, aunque en el otro extremo de la plaza, se halla la conocida «Fuente de la legión», nombre muy típico aunque desconocido para gran parte de los leoneses. Estuvo situada en el centro de la plaza, siendo su arquitecto, como el de casi todas las fontanas de la capital, Isidro Cruela en 1787, mientras que la autoría de la escultura corresponde a Mariano Salvatierra. En ella podemos observar un león que sostiene una columna soberana, adornada con un escudo de la ciudad que lleva la siguiente inscripción:»LEG VII GEM».
El hermoso edificio instalado al lado de la fuente, que se erigió en la década de los años cuarenta, cierra la perspectiva de la Real Basílica, impidiendo la visión de la misma desde la calle Ramón y Cajal. Si el rey Fernando el Católico levantara la cabeza, mandaría derruir dicho edificio pues su deseo fue crear una plaza abierta y «prohibir toda construcción para que no se quitara visión a la iglesia». Nosotros ni quitamos ni ponemos. Siempre hemos conocido así a la magnífica Plaza de San Isidoro, y así queremos seguir viéndola. Además de la columna trajana y la «Fuente de la legión», y exceptuando por supuesto la propia Basílica, aún queda otro monumento de relieve en la Plaza de San Isidoro. Este es más joven, pues fue inaugurado el 25 de abril de 1999. Obra del escultor José Luis Fernández, se trata de un homenaje a las «Cabezadas». En él, un alcalde ataviado con vestimenta medieval entrega un cirio de «arroba bien cumplida» a un abad isidoriano. Y es que en esta plaza se celebran las tradicionales «Cabezadas», en las cuales la Corporación Municipal, en traje de gala, y el Cabildo de San Isidoro se saludan con respectivas inclinaciones de cabeza. El acto tenía lugar el día 4 de abril de cada año, contando con ocho siglos de historia a sus espaldas, pero en fechas modernas el calendario litúrgico trasladó la fiesta de San Isidoro al día 26 del mismo mes. En 1972 y siendo alcalde Manuel Arroyo Quiñones, se notificó al Cabildo que dicho acto pasaría al último domingo de abril, tal como se celebra en la actualidad.
Desde luego, no hace falta decir donde se halla este enclave isidoriano, uno de los más carismáticos y significados de la ciudad. Si comentaremos en cambio la serie de calles que confluyen en la plaza: El Cid, Lope de Vega, en la parte renovada y en pendiente; Julio Pérez Llamazares, esa de las escaleras junto a la Basílica y que, como tantas otras en la ciudad, sigue sin rótulo callejero; Sacramento, Descalzos y Fernando G. Regueral. Es precisamente entre estas dos últimas, cercanas a la «columna trajana», donde ahora nos vamos a situar y es que, a modo de unión de las mismas, encontramos la fachada del popular Colegio Leonés. El antiguo Colegio Belinchón se fundó en 1896 por don Antonio Belinchón Llerena, trasladándose de la calle del Paso a su actual ubicación en 1909. Al fallecimiento del primer director le sucedería su hermano don Ramón, y a éste los actuales herederos. Al llegar a la plaza ocuparía la que fue casa-palacio de los Velasco en el siglo XIX, donde vivió don Enrique Buitrón de Velasco, marqués de Malespina. Tenía un bonito pórtico y vistoso balconaje, bajo el cual figuraba un lucido escudo nobiliario. Y si hablamos de escudos, bueno es hacerlo de la casa que mirando al norte se encuentra a su vera. Es la casona del vizconde de Quintanilla, de dos plantas y amplia balconada, sobre la que campea dividido en cuatro cuarteles el escudo familiar. En ella vivió en el siglo XVIII don Manuel Flórez Osorio, que no dejó descendencia. Enfrente de esta vieja y blasonada mansión se yergue un inmueble que, a simple vista, evidencia su carácter religioso. Aquí se encuentran las muy apreciadas «Siervas de Jesús», llegadas a León en un lejano primero de octubre del año 1880. En esa fecha recalaron en nuestra ciudad cinco monjas procedentes de Bilbao, a la cabeza de las cuales venía la propia fundadora Madre María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra. El día 24 de ese mes fue bendecida la pequeña capilla de su residencia, bajo la advocación del Arcángel San Rafael, que era el santo del día.
Fundada la Congregación de las Religiosas Siervas de Jesús el 25 de julio de 1871, en Bilbao, llegaron a León y se establecieron en la llamada Casa de los Cavero, la misma donde tuvo sus instalaciones durante algún tiempo el Diario de León, en la Plaza de Puerta Obispo. En 1885 pasaron a ocupar el que fuera palacio de los Ponce de León, convertido luego en Beaterío de Santa Catalina y cedido en 1909 a las hermanas, sometiéndolo durante ese período de tiempo a una profunda restauración. Como habrán podido observar, apenas hemos hablado de la Real Basílica de San Isidoro. Tampoco lo hemos hecho de algunas otras cosas que nos han quedado en el tintero, pero quién sabe, a lo mejor otro día encuentran su hueco en esta sección dedicada a las calles capitalinas. De momento ahí queda esto, y si quieren saber algo más sobre la histórica Plaza de San Isidoro, les animamos a leer un libro de Juan Pastrana García, cuyo título es «Aguafuertes leoneses». Auténtico caviar para los enamorados de las tradiciones de estas tierras.

Fuente: Diario de León

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