Calle Alfonso de la Cerda

Seguro que en más de una ocasión, se han encontrado con nombres totalmente desconocidos. Y no sólo en cuanto a su situación urbana, sino también respecto al significado del nombre o personaje con que ha sido rotulada la vía. Porque habrá nombres de reyes, papas, escritores e incluso personajes actuales, de los que más o menos tendremos un mínimo conocimiento, pero bautizar una calle con la denominación de Alfonso de la Cerda resulta todo un desafío para los conocimientos del ciudadano común. Pero fíjense, que si encima les decimos que tiene relación con una tal María Coronel, no sé adonde iremos a parar. Pero no se desanimen pues, como pueden suponer, les vamos a ayudar a conocer la ciudad, nuestras calles y los rótulos que las nominan.

Primero, como siempre, hemos de situarnos en su exacta ubicación, diciendo que tiene el inicio en la avenida de Nocedo, para concluir tras un mediano trazado en un jardin en la confluencia con la calle Baldomero Lozano. La calzada, recta, es despejada y amplia, viéndose arropada en el lado derecho por las viviendas que la cooperativa de San Rafael levantara a mediados de siglo en la zona. Su lado de enfrente lo constituye un mismo bloque de viviendas, moderno y con distintos entrantes y salientes que hacen más espaciosa la calle. Una calle remozada y actual, en afortunada consonancia con el espíritu joven y de futuro que tan ligado se encuentra a la cercana Universidad de León.
En el barrio de Pinilla existe una arteria que, según los callejeros locales, se asemeja a los conocidos «ojos del Guadiana»: aparece y desaparece de los mismos según el antojo o los conocimientos del autor que lo firma. Tiene el nombre de María Coronel, que no corresponde a la esposa del héroe de Tarifa nuestro Guzmán «El Bueno», sino la que fuera hija de don Alfonso Pérez Coronel. Doña María fue hermana de Aldonza Coronel, amante del rey Pedro I, al que unos han tildado de cruel y otros de justiciero, y por supuesto esposa de don Alfonso de la Cerda.

La familia de la Cerda, bautizada según parece a causa de la gran cantidad de vello que lucían sus miembros masculinos, es una de las de mayor prosapia en la interminable lista de la nobleza hispana. No en vano procede directamente de Alfonso X el Sabio, cuyo hijo primogénito ya llevó el nombre de Fernando de la Cerda. Casado en 1269 con Blanca de Francia, hija del mítico San Luis, de esta unión nacieron dos hijos, Alfonso y Fernando, conocidos como los Infantes de la Cerda. Nombrado regente de Castilla tras la partida de Alfonso X el Sabio a Italia, con el objetivo de sofocar una rebelión y defender sus derechos a la corona, el primer don Fernando estaba llamado a suceder a su padre en el trono, aunque su temprana muerte en 1275 truncaría todos los planes. No obstante, tras su fallecimiento en Villa Real, la actual Ciudad Real, don Alfonso de la Cerda tomaba el relevo dinástico de su malogrado progenitor. De inmediato reclamó para sí la corona de Castilla, pero las Cortes se negaron a tan legítimas pretensiones. Reconocieron los derechos al trono de su tío el Infante don Sancho, hijo segundo de Alfonso X el Sabio. Así reinaría, con el título de Sancho IV, entre 1284 y 1295. Despechados y frustrados, los dos hermanos recurrieron a las armas para hacer valer sus derechos, siendo apoyados en un principio tanto por Francia como por Aragón. Pero las sucesivas derrotas militares acabaron con estas alianzas, e incluso don Alfonso de la Cerda fue tomado como rehén en el reino aragonés. En 1303 el «Desheredado», apodo con el que se le conocería desde entonces, conseguiría pasar a Francia, siendo obligado a aceptar la sentencia arbitral de Tarazona por la que se reconocía como nuevo rey castellano a Fernando IV. Recompensado en Francia con la baronía de Lunel, título otorgado por Carlos el Hermoso, el rastro de don Alfonso se fue difuminando en los anales históricos, hasta el punto que no existe un consenso sobre la fecha de su muerte, posiblemente en 1327.