Pasados los Villaverdes, el de Abajo y el de Arriba, que se agrupan bajo la parroquia de San Esteban, allá a lo lejos se localiza en la ladera la ermita de San Mames del siglo XII, con la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación, popularmente nominada de la Presentación, que pertenece a Palacio de Torio, aldea ya muy próxima.
Los Villaverdes y Palacio pertenecían al señorío de la Casa de Luna. Palacio tributaba al señor con dos cargas de trigo, dos de centeno y catorce carros de leña como reconocimiento anual de vasallaje.
Palacio y Abadengo están separados por un pequeño badén. Aquí se encuentra una ermita de piedra labrada que han transformado en casa concejil; es la ermita de Santo Martino, porque se dice que el canónigo isidoriano del siglo XII, sabio e inquieto, nació en Abadengo.
Abadengo es un hagiotopónimo que indica la pertenencia a una abadía. Efectivamente, la abadía de San Isidoro de canónigos agustinianos ejercía señorío civil y jurisdiccional sobre La Flecha, Fontanos, Pedrún, Abadengo, Riosequino, Ruiforco y el despoblado de Villanueva de Manzaneda. Este es un terreno de brujería; bajo cada campana se dice que hay una bruja, lo que indica que, por lo menos, hay una en cada parroquia. La bruja del Abadengo le dio a beber su pócima a la judía de la Candamia para inmortalizar su belleza y juventud.
La bruja de Palacio había producido el mal de ojo a una familia y le soltaba las vacas por la noche. Combatieron el aojamiento colocando un adobe en el pesebre untado de ajo. La bruja tiró el adobe y se rompió y al momento se le «escacharró» una pierna y ya no volvió a aojar vacas ni niños.
También combatían los aojamientos en el Abadengo quemando pantalones de hombre en los cruces de caminos.