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Avenida de Los Cubos

De todos es bien conocido que nuestros antepasados, desde tiempos ascentrales, siempre han sentido la necesidad de fortificar el núcleo central sobre el que transcurren sus vidas con toda clase de artilugios que les sirvieran para defenderse de los animales, de las inclemencias del tiempo e incluso de otros seres humanos. Recorriendo nuestro país nos encontramos que, desde los enclaves menores como los castros hasta las ciudades de tamaño y proporciones considerables, conservan recintos amurallados que se erigieron con propósitos defensivos.
Inicialmente estos recintos amurallados se construían en madera y tierra, pero el tiempo demostró que resultaban accesibles al enemigo y había que consolidar aquellas primitivas y endebles estructuras. Así comenzó a utilizarse la piedra, levantando imponentes murallas disuasorias cuya altura ideal se cifraba en los quince metros y un grosor que en algunos puntos podía alcanzar entre los tres y los cuatro metros de ancho.
En nuestra ciudad aún perviven diversos vestigios defensivos, aunque hoy vamos a centrarnos en la vieja muralla legionaria, la coraza que por este lado o parte de la ciudad constituía la faja castrense de León en sus buenos tiempos de recinto amurallado. Intercalados entre la masa pétrea de la muralla se abrieron unos cubos almenados, a modo de torreones, mejorando la defensa e imponiendo un gran respeto militar por su mole pétrea.
Estos macizos bastiones han originado, precisamente, el nombre de la calle de hoy: Avenida de los Cubos.
Llegados a este punto, conviene echar mano al diccionario y comprobar que la Real Academia Española de la Lengua los define como «torreones circulares utilizados en las fortalezas antiguas». Algo exacto, pues no cabe duda de que su forma es de cubo geométrico o muy similar a ella. El tiempo y los hombres cambian y gastan las cosas, las alteran y transforman. Pero, gracias a Dios, en la noble y rancia ciudad de León se han podido conservar estas viejas e históricas murallas, si bien muy restauradas.
Porque este veterano lienzo defensivo sufrió diversas obras de conservación durante los reinados de Ordoño II, Alfonso V o el rey Alfonso XI, introduciendo numerosas mejoras en la primitiva muralla. E incluso en nuestros días se ha de vigilar con meticulosidad para lograr su supervivencia a través de los siglos, como puede verse actualmente en alguno de sus cubos o lienzos.
Siempre la hemos conocido con el nombre de los «Cubos», ahora como avenida, pero es cierto que con anterioridad esta calle llevaba la acertada denominación de Carretera de los Cubos, pues era de verdad una carretera que con el tiempo y afortunadamente, ha ido perdiendo el tránsito de vehículos por ella. Mucho antes, su primitivo nombre era el de «Trasloscubos».
Parte esta larga avenida del bello ábside catedralicio, en la popular y muy renovada plaza de Puerta Obispo. Mejor dicho de ese conjunto escultórico de líneas simples, algo deteriorado por las inclemencias meteorológicas de este cambiante León, que en mayo del pasado 1997 regaló a la capital el arquitecto Mariano Diez Sáenz de Miera, autor del proyecto de peatonalización del entorno de la Catedral. Luego, en un casi recto y como decimos largo trayecto, llevando siempre por su lado izquierdo la vieja muralla legionaria, la avenida que hoy nos ocupa concluirá en la calle Carreras.
Ya dijo el poeta que resulta conveniente volver de vez en cuando la vista atrás. Y eso es justamente lo que vamos a hacer aprovechando nuestro casi diario paseo por las arterias leonesas, al que una vez más invitamos desde esta sección a todos los lectores, centrándonos en esta ocasión en la histórica y remozada avenida de los Cubos.

La primitiva muralla rodeaba el campamento original de las tropas imperiales, amparando una extensión aproximada de 570 por 350 metros. La primitiva empalizada o muro defensivo fue transformado gracias a la ingente e inspirada dedicación de los monarcas leoneses, hasta devenir en la maravillosa obra que hoy podemos contemplar.
Resulta de lo más curioso y sugestivo el ritual seguido por los romanos antes de decidirse a fundar y fortificar una ciudad, como es el caso de nuestro León. El ingeniero Vitrubio escribió un famoso tratado «De Architectura», donde narra los requisitos exigidos para formar una nueva urbe. Además de requerir una ubicación saludable, un sitio alto y despejado bien lejos de ciénagas y pantanos, echaban finalmente mano de sus adivinos.
Durante unos días dejaban que manadas de ganado pastasen a sus anchas en las tierras elegidas. Luego los animales eran sacrificados para que los aurúspices, especialistas que examinaban los hígados de las víctimas dedicadas a los dioses, emitiesen su veredicto. Si hallaban los hígados oscuros o con alguna anomalía, sacrificaban otros animales para comprobar si la anormalidad se debía a las condiciones del animal o si la proporcionaba la alimentación.
Pues bien; una vez elegido un lugar que reuniera condiciones suficientes de salubridad, cercano a ríos y caminos, los soldados cavaban hasta alcanzar la roca viva, para hacer cimientos de las murallas y las torres. Asentada la construcción, se edificaban
unas murallas redondeadas, nunca en cuadrado ni con ángulos y salientes, para ver mejor la llegada de los enemigos.
Con respecto a su grosor, reforzado con rampas de piedra y terraplenes, Vitrubio aconsejaba que su espesor debía permitir que dos hombres armados se encontrasen sobre la muralla y pudieran cruzarse. Finalmente, los materiales aconsejados para construir las defensas eran las piedras de cantería, piedras duras o graves y cascotes y ladrillos cocidos o crudos.
Tal como dijimos, la avenida de los Cubos comienza en la popular y atractiva Puerta Obispo, justo en el monumento donado por el arquitecto Mariano Diez Sáenz de Miera a la capital. Al poco de iniciar nuestra andadura encontramos, enfrente del cruce con la pequeña calle bautizada con el nombre de Ave María, una moderna puerta abierta en la vieja muralla.
Esta avenida tiene una escalerilla que permite el acceso a la llamada calle de las Cien Doncellas y, desde allí, a la Obra Hospitalaria Nuestra Señora de Regla. Construida a principios de los años setenta, sirve para enlazar el barrio de San Lorenzo con la zona de la Catedral. Por cierto, es muy similar a la abierta en aquellas mismas fechas en la calle Carreras, en la que se conoce como plaza de San Alvito.
Estas puertas actuales, junto a la conocida y cercana de Puerta Castillo, son prácticamente las únicas que se conservan del primitivo recinto amurallado. Porque de las cuatro puertas de entrada a la ciudad, desaparecieron la de Puerta Obispo, al este; la llamada Puerta Cauriense, al oeste; y la Puerta o Arco del Rey, al sur. Igualmente, dentro de este triste catálogo de bajas, falta en su totalidad el lienzo sur de la muralla legionaria.
Volviendo a nuestro caminar por un trayecto urbano pleno de ecos y resonancias históricas, hasta aquí su lado derecho está compuesto por modernas viviendas cuyos bajos acogen conocidos establecimientos comerciales.
Son negocios y locales representativos de un entorno rehabilitado y muy mejorado a raíz del proceso de peatonalización que afectó decisivamente, y en nuestra modesta opinión para mejor, a los alrededores de la joya más preciada de la capital leonesa.

A medida que avanzamos por la calle, manteniendo la buena presencia estética que procura su piso peatonal, nos vamos introduciendo poco a poco en el paisaje más característico y antiguo de esta parte de León, entre un horizonte de viviendas tradicionales, intercaladas algunas en los mismos cubos que dan nombre a la vía. También algún edificio de evidente tinte religioso, como la que en el número 17 nos indica la ubicación del Colegio de Carmelitas, con entrada principal por la paralela calle de Cardenal Landázuri.
A esta altura, coincidiendo por la derecha con la segunda embocadura y también pequeña calle Pontón, entramos en otro y muy distinto paisaje urbano. Unos bolardos que delimitan la hasta ahora zona peatonal impiden el tráfico controlado de vehículos, mientras que allí mismo la calzada se ve transitada por todo tipo de transportes hasta el último tramo de la arteria, haciéndonos volver a la realidad de lo cotidiano, de este León que encara sin complejos el siglo XXI. Cerca de su final y pasado el número 54, se abre la tercera de las calles que surge de su lado derecho. Y decimos «calle» porque así consta en su rótulo, bautizada con el patriótico nombre de Bailen. Diminuta, tanto en su longitud como anchura, apenas figura en los callejeros locales. Creemos que muy bien podía llevar dicha denominación otra vía de mejor y más amplio trazado, claro homenaje a tan memorable batalla y como así ocurre en otras capitales.
Llegamos al final del trayecto, haciendo curva en ángulo recto y siguiendo su trazado rectangular, con esquinas redondeadas. Allí nos encontramos con la antedicha calle Carreras, muy popular por la reciente «leyenda» de Genarín, aquel picaro pellejero que acabó su bulliciosa existencia al ser atropellado por el camión de la basura. Muchos ciudadanos se equivocan al nombrar esta vía, por suponer que forma parte de la misma avenida de los Cubos. Y no es que aluda a las «carreras» que puedan realizar los coches, sino que por su significado indica el sitio hacia el cual se dirige la calle, pero de ese tema ya hablaremos en otra ocasión.
Pero antes de despedirnos habremos de admirar el último de estos históricos cubos, el llamado «Cubo del Torio». Enclavado detrás del actual convento de las monjas descalzas, clarisas, sus piedras han visto pasar muchas batallas en defensa de la ciudad. Unas veces habrán sido contra los enemigos que la atacaban desde el exterior, otras centradas en las propias luchas internas que desataba la nobleza leonesa entre sí.
Los documentos de la Catedral y diversas actas del archivo municipal hacen referencia al citado cubo. Y es que desde aquí, y hasta la Torre de los Ponce o Torre del Obispo, el cabildo catedralicio tenía la obligación de vigilar, defender y reparar todo este lienzo de la muralla, como así constan en dichos legajos en los siglos XV y XVI.
Estas condiciones de amparo incluían, en otros tiempos, los barrios de San Salvador del Nido de la Cigüeña, San Pedro de los Huertos y San Lorenzo. Finalizaremos este recorrido por una de las arterias leonesas más bellas y tradicionales, resurgida en la última época y plena de turistas y visitantes, recordando que todo el conjunto amurallado fue «declarado», como entonces se decía, Monumento Histórico el 3 de junio de 1931.Una recompensa más que merecida para otro de los grandes vestigios históricos que dejaron los soldados romanos en León.


Fuente: Diario de León

2 respuestas a «Avenida de Los Cubos»

Desde que leí el post de la calle bordadores sabía que no tardaría en leer sobre la calle de los cubos, genial, como siempre.
Tenía que estár bien pasar a PDF todas las entradas de calles, imprimirlas y entregarlo como suplemento del diario de León un domingo, todos los que te leemos querriamos un ejemplar.

EIdL.- Como ya he comentado alguna otra vez estas entradas estas sacadas precisamente del Diario de León, donde se publico hace mas de 10 años estas pequeñas historias sobre las calles. Yo simplemente me he limitado a recopilarlas en las hemerotecas, actualizarlas en algunas de ellas y aportar mi granito de arena en aquellas "calles" que he podido o he sabido hacerlo. Gracias de todas formas por tu comentario.

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