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Plaza de Las Concepciones

Lo cierto es que siempre hemos conocido este enclave tan leonés con el mismo nombre de plaza de las Concepciones, resultando fácil de identificar porque en ella, ocupando el frontal, se encuentra desde tiempo inmemorial dicho convento, configurando uno de los rincones más emblemáticos de la vieja ciudad. La plaza como tal no tiene una forma concreta, siendo más bien un cruce de calles presidido por el citado edificio. Allí mismo concluye la calle La Rúa, continuando en la bautizada como Herreros o bifurcándose en la llamada San Francisco. Perpendicular a aquella y enfrente mismo del convento, surge la ahora renovada de Fernández Cadórniga. Hace poco más de diez años se arregló y peatonalizó este espacio de la plaza, al igual que ha ocurrido a lo largo de los últimos tiempos con las vías adyacentes. Sin duda, y tal como dijimos, nos encontramos en uno de los rincones más históricos de León gracias a este edificio pleno de raigambre y tradición. En definitiva, un monumento que da mayor lustre a la capital y hace a uno sentirse orgulloso de la tierra donde ha nacido. Este edificio, de presencia tan austera como decorativa, pregona en sus blasonadas paredes que en otra época fue morada de personajes de la rancia nobleza local, con fueron los Quiñones. Personajes piadosos y caritativos, agresivos y feroces, que hicieron de esta ilustre casona una gran fortaleza en los últimos tiempos de la Edad Media, convirtiéndola luego en casa de oración. Incluida intramuros de la formidable «cerca nueva» que erigiera Alfonso XI, poseía cuatro torres de las que todavía se puede admirar la que mira hacia la avenida de la Independencia, conocida como «Torreón de los Quiñones».
¡Cómo no iban a llamar a León la «Ciudad de las Torres»!, solamente repasando las defensas de la ciudad por esta parte oeste. Así tenemos el torreón de Puerta Gallega en San Francisco, el ya mencionado torreón de los Quiñones, y finalmente la atalaya de Almanzor o San Marcial que miraba a la actual plaza de Santo Domingo. Tres grandiosos centinelas de argamasa y morrillo que suplían la carencia de cubos defensivos en la llamada «cerca nueva», desanimando las pérfidas intenciones de cualquier atacante enemigo del reino. Se cuenta que fueron don Pedro Suárez de Quiñones y su mujer doña Juana González de Bazán, quienes levantaron aquí su aristocrática mansión a mediados del siglo XIV. Luego sería habitada por don Diego Fernández de Quiñones, primer conde de Luna, y su esposa doña Juana Enríquez. Esta última dama decidió crear una fundación religiosa femenina en nuestra ciudad, pero su fallecimiento la impediría consumar sus piadosos deseos. De aquel matrimonio nacería doña Leonor de Quiñones Enríquez, que en honor de su madre ya difunta y viuda de don Diego, fundaría un convento dedicado a la Purísima concepción en la que hasta entonces había sido palacio de la familia. Para realizar la fundación contaría con la decisiva ayuda de su hermano Fray Francisco de Quiñones y Enríquez, confesor y embajador de Carlos V, que llegaría al cardenalato con el nombre de «Cardenal Quiñones». Que sepamos y al día de hoy, no existe calle en la ciudad que homenajee y lleve en su placa el nombre del Cardenal Quiñones, a pesar de haber nacido en esta ciudad y pertenecer a tan linajuda familia local. En los últimos tiempos son muchas las vías surgidas por doquier y parece mentira que nuestros munícipes se preocupen de personajes de mínima relevancia y desconocidos para el pueblo, olvidando a aquellos otros hijos que, por méritos propios, lograron alcanzar los puestos más altos en el escalafón de méritos. Y es que la historia de nuestro emblemático enclave, la plaza de las Concepciones, se encuentra íntimamente ligada a la linajuda familia de los Quiñones. La familia Quiñones trajo entonces unas monjas provenientes del palentino convento de Santa Clara, ocupando estas instalaciones a partir del año 1511. Se trataba, por cierto, de religiosas pertenecientes a la Orden de las Concepcionistas Franciscanas. Siguiendo con su labor de buena samaritana, doña Leonor las cedería gran parte de sus bienes y posesiones, tarea que completó la reina doña Juana al adjudicar a las religiosas las limosnas sobrantes del viejo santuario de La Virgen del Camino. La paulatina pujanza del convento provocaría que, bajo su dependencia, surgieran otros tres retiros en las localidades de Ponferrada, Villafranca del Bierzo y Toro. Llegada la Semana Santa y en el tradicional y piadoso recorrido que hacía la procesión del Viernes Santo, antaño se hacía «estación» y por tanto parada en distintos conventos de la ciudad, como éste de las Concepciones, en las Carbajalas, Descalzas o Recoletas. Y es que tanto el convento como la plaza, dejando aparte el tema religioso, adquieren una sugestiva atracción en la semana de pasión y gloria, quedando sumergidas en un silencio que adquiere solemnidad de siglos en las frías y estrelladas noches leonesas. El antiguo palacio de los condes de Luna, de tanta presencia como esencia, tenía cerca de 5.000 metros cuadrados de planta, albergando en su interior dos claustros con sus respectivos patios, una capilla con varios dormitorios y dependencias, además de un amplio y fértil huerto donde se trabajaba la tierra. El exterior del convento presenta una sencilla fachada arreglada y pintada correctamente hace unos años, encuadrada entre dos torreones y con un doble piso. Si hablamos del habitáculo inferior, se halla adornado por una elegante y vistosa portada del siglo XIV, aunque algo deteriorada por el inefable paso del tiempo. El piso de la parte superior está cerrado por una llamativa celosía que va de lado a lado, en forma de galería volada. Y entre ambos, bonitas policromías decoradas con armas de linajes nobiliarios. La portada exterior está salpicada de blasones de linajudas familias leonesas, muy estropeados como hemos dicho, con las armas de los Acuñas, Guzmanes, Osorios, Enríquez y Quiñones, proclamando las grandezas de tales linajes avecindados en el típico barrio del Mercado, sobresalientes en la historia local leonesa de los siglos XV y XVI. Tanto en la entrada al convento como en la capilla, se abren al exterior sendas hornacinas con imágenes muy similares, bonitas y pequeñas, de la titular del centro, la Inmaculada Concepción. En el interior de este a su vez bello y sencillo edificio, podemos destacar un par de cuadros que representan la genealogía de la Virgen y la resurrección de Cristo respectivamente, ambos fechados en el siglo XVI. Asimismo, merece mencionarse otro firmado por José de Mongastón en 1674, representando el Bautismo del Señor. También se guardan sobresalientes lienzos del siglo XVII y un gran retablo barroco del XVIII realizado por Andrés Hernando, con interesantes tallas y presidido por la fundadora de la orden, Santa Beatriz de Silva. En las grandes solemnidades se puede admirar un rico cáliz del siglo XVI.


Fuente: Diario de León

Una respuesta a «Plaza de Las Concepciones»

En el convento que mencionas hemos tenido ocasión de trabajar y es un edificio impresionante, con unos jardines que finalizan en la propia muralla que da al edificio de Correos y otro interior con soportales acristalados precioso.
Esta plaza, que más bien parece un cruce, es por la que antiguamente entrabamos con el coche para salir de marcha por el barrio humedo.

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