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Edificio de Correos y Telégrafos

Edificio de Correos y Telégrafos

Manuel de Cárdenas, nacido en Madrid en 1877, se asienta en León en el año 1900, al obtener la plaza de arquitecto municipal, residiendo en la ciudad hasta el año 1920, en que regresa a su ciudad natal. No obstante su labor profesional continuará muy ligada a su clientela leonesa, con una prolifica labor al servicio de la burguesía local. Además pasa por todos los cargos oficialistas del momento, arquitecto diocesano de Astorga y León, así como arquitecto provincial, encargado de las obras restauratorias de la catedral de León y de la de Zamora. Compagina su trabajo profesional con la docencia en la fundación Sierra Pambley, ligada a la Institución Libre de Enseñanza, donde imparte clases de dibujo y mecánica, vocación que culmina con la cátedra de construcción de la Escuela de Arquitectura en 1940 y con la de proyectos en 1942. En 1944, con 67 años, ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El solar en el que se asienta el edificio, está situado en plena plaza de Regla, junto a la Catedral. Es producto del derribo de dos casas propiciado por el Plan de Reformas Postales de 1909, y es cedido por el ayuntamiento de León al Estado para la realización del nuevo edificio del servicio de Correos y Telégrafos. A tal efecto se convoca un concurso nacional, publicado en la Gaceta de Madrid el 31 de agosto de 1911. En las bases se manifiesta la premisa de conseguir plasmar un carácter acorde al destino del edificio, por medio de unas fachadas donde campeen los estilos históricos nacionales, y sobre todo los típicos de la localidad donde el edificio se construya.
Al concurso leonés sólo se presenta un proyecto, firmado por Cárdenas, por entonces arquitecto municipal. En la documentación conservada, se trasluce el problema inicial que surge para la constitución del jurado, formado por el alcalde de León y ocho vocales de los cuales cuatro debían ser arquitectos de la localidad o provincia, que se completaba con los jefes de Correos y de Telégrafos, un arquitecto de la dirección del ramo y un vocal secretario nombrado por el alcalde. Como arquitectos lugareños seleccionados para el fin juzgador, sólo aparecen Juan Crisóstomo Torbado y Francisco Blanch y Pons, a los que se unen tras varias justificaciones, por no haber en esta localidad ni en esta provincia más arquitectos en condiciones de formar parte del tribunal, el residente en Oviedo y encargado de las obras del instituto que se levanta en esa ciudad, Emilio García Martínez, y el diputado en Cortes por esta provincia y arquitecto de formación, Amos Salvador. En representación de la Dirección General de Correos y Telégrafos actuaría Luis María Cabello y Lapiedra. El proyecto se expondría al público durante ocho días el 19 de noviembre de 1911, según lo indicado en las bases, fallándose el concurso a su favor en mayo de 1912.

Fachada del proyecto original

El edificio tiene una superficie construida en planta de 858.30 metros cuadrados, con un presupuesto de 288.384 pesetas, presentando problemas su liquidación, al solicitar el contratista Manuel Suárez los intereses que le correspondían según contrato por la demora en el pago. Las obras terminarían en 1918.

La solución dada por Cárdenas, resuelve el proyecto con una organización en tres crujías en torno a un patio, cubierto en planta baja, donde se destina a zona de atención al público. En las tres plantas restantes sitúa las oficinas, con una disposición tradicional de una serie de habitaciones sucesivas. Como respuesta coherente con las demandas del concurso, de índole fachadista en sintonía con las preocupaciones exclusivamente formales a las que se limitaba el entendimiento academicista de la arquitectura, Cárdenas plantea un revivalismo medievalista, con superposición de elementos distorsionadores, que entran en contradicción con el aire más cosmopolita del premodernismo que subyace en el diseño. Esto se hace patente en la comparación entre lo construido y lo proyectado en principio. El edificio gana en calidad con la simplificación que se produce gracias a la depuración de las características más retrógradas, afines a los denominados estilos históricos nacionales que preconizaban las bases. Desaparecen las múltiples referencias heráldicas, se modifica el remate de la torre esquinada, que se hace más proporcionada, se integra de modo más afortunado la planta de coronación y se abandona el aire goticista arcaizante del planteamiento inicial. Algo similar, aunque con menor transformación, sucederá en la propuesta de Balbuena para el concurso del Casino de León de 1920.
El tratamiento exterior se resuelve a base de piedra caliza griotte de la montaña leonesa, con labra en bruto, asumiendo la expresividad natural dimanada de las características propias del material, que ya había utilizado acertadamente Gaudí en el edificio de Botines, corroborando su notable sensibilidad en el empleo de los elementos constructivos.


Fuente: Colegio de Arquitectos

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