A veces nuestros regidores se empeñan en complicar las cosas y rotulan las calles con nombres, símbolos o fechas, que tienen algún significado en un momento concreto, pero que pasado cierto margen de tiempo, en ocasiones bien escaso, no dejan el más mínimo recuerdo en la memoria de los ciudadanos.Hay que ser más prudente y no mezclar las cosas, pues luego sucede, como en el caso de la calle que hoy ocupa esta sección, que casi nadie conoce la inmensa importancia de la fecha.
E incluso crea confusión por existir otra a su lado que, en la placa, repite el mes y sólo cambia el día. La calle Veintiséis de Mayo comienza, como es lógico cronológicamente, en la vía rótulada como Cinco de Mayo, concluyendo en la Avenida Real del Ejido.
Hasta no hace mucho tiempo terminaba en el cruce con Batalla de Clavijo, pero la ciudad busca extenderse cada día más y así ha quedado prácticamente conformada la arteria al día de hoy, hasta extinguirse en la Avenida Real.
Por ello, sus edificios son modernos y muy poblados. De mediano trazado y recta, la calle sigue el baremo más modernista de este entorno, mostrando en su terminación una perspectiva verde y natural que se corresponde con el cercano paisaje de La Candamia.¿A qué se debe esa fecha en el callejero local?
Pues bien, hemos de decir que el 26 de mayo del año 1135, domingo de Pentecostés por más señas, las Cortes de León proclamaron emperador a Alfonso VII. Por cierto, y para dar más lustre a nuestra calle protagonista, el único emperador que ha tenido España en toda su larga y gloriosa historia. Es posible que algunos de ustedes estén pensando que nos hemos equivocado, ya que Carlos I también fue rey y emperador. Pero debemos aclarar que, nacido en la ciudad belga de Gante, ostentó los títulos de rey de España y emperador de Alemania, allí con el nombre de Carlos V. En cambio, Alfonso VII recibiría la consagración imperial en nuestra capital, el domingo de Pentecostés del día 26 de mayo de 1135, con la asistencia en brillante ceremonia de arzobispos, obispos, clérigos y monjes, además de príncipes, duques, condes y magnates de la más alta dignidad. Sin duda una de las jornadas más significadas e importantes que se han vivido en esta ciudad desde los viejos tiempos de la Legio VII Gemina.
El coronado como Alfonso VII, uno de los reyes fundamentales dentro de la monarquía leonesa, heredó el trono de su madre, la enérgica doña Urraca. Fue coronado en León el 10 de 1126, debiendo vencer en sus primeros tiempos como monarca algunos conatos de rebeldía protagonizados por levantiscos nobles. Después de arreglar las eternas disputas que mantenía con el rey de Aragón, Alfonso El Batallador, la popularidad de nuestro Alfonso fue cada vez mayor. Tanto es así que Alfonso VII fue coronado Emperador de España en una Curia regia extraordinaria celebrada en León. La ceremonia vivida en la iglesia de Santa María fue, según el padre Risco, «el concilio más lucido que jamás se había visto». Y añade que, una vez dada por concluida la asamblea, «todos volvieron a sus casas alabando a Dios por la misericordia con que se apiadó de los males de España, y llenando de bendiciones al Emperador y al reino de León, sublimado a lo sumo del poder y grandeza». Casado en dos ocasiones, con doña Berenguela y doña Rica, una princesa polaca, Alfonso VII vivió sus últimos días guerreando en Andalucía contra los hombres de la media luna. Precisamente al regresar de Almería, a la que acudió a auxiliar porque la plaza estaba cercada por un ejército de fanáticos almohades, el Rey y Emperador murió en Fesneda, en las proximidades del puerto del Muradal. Dado el mal estado del cadáver, Alfonso VII no recibió sepultura en tierras leonesa, sino que fue enterrado en Toledo.

Fuente: Diario de León