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Calle Santa Cruz

Calle Santa Cruz

Calle Santa Cruz - placa

En el plano correspondiente al siglo XVI ya se citan una serie de calles con evidentes resonancias hebreas, tal como la «Cal de Moros», «Cal de la Sinagoga», «Cal de Revilla», «Cal Silvana», «Cal de Rodesneros», «Cal de Varillas», «Cal de Escuderos», «Cal de la Plata», etcétera. Y «Cal» o calle de la Judería, nombre que probablemente se impuso después de la rendición de Granada en favor de los Reyes Católicos y que supuso, apenas pasados tres meses, la expulsión de los judíos.
El término «cal», proveniente del catalán, tiene el significado de judería. Ello justifica, con toda probabilidad, que el éxodo del pueblo semita propició la llegada del pueblo hebreo a nuestro país por el puerto de Barcelona, muy importante en la época. Si nos referimos a León, los judíos se establecerían en los arrabales de Puente Castro, Santa Ana y San Miguel de la Corredera, ocupando en menor medida los barrios de San Martín, Santa Marina y el Mercado.
Los hebreos españoles tendrían su mayor apogeo entre los siglos XII al XV, desapareciendo prácticamente a partir del siglo XVI con el éxodo impuesto por Felipe III y su decreto del 11 de septiembre de 1609. Su expulsión, ahora definitiva, también traería consigo la penuria y pobreza para nuestro país, pues con ellos y sus familias marcharon también su pericia y habilidad en oficios tales como azabacheros, plateros, curtidores, sastres, recaudadores, carpinteros, médicos, cirujanos, etcétera. Aquí quedaron sus bienes, sus casas y sinagogas, además de aquellos oficios con los que tanta ayuda habían prestado a nuestro pueblo. Luego, por desgracia y a causa de motivos racistas y xenófobos, muchos de ellos morirían asesinados en las costas de Francia e Italia.
Por distintos motivos y también a causa del temor a que los cristianos se judaizaran, se había creado el Tribunal del Santo Oficio. Y también por ello la hasta entonces «Cal de la Judería», estamos hablando de finales del siglo XV, fue «cristianizada» con la denominación de Santa Cruz, nombre que aún subsiste y que evoca, a pesar de su intención contraria, muchos recuerdos de la antaño población semita leonesa. Ejemplos similares podemos encontrarlos en otras ciudades españolas, como Toledo y Sevilla.
Lo más curioso de toda esta triste historia es que, durante siglos, la relación entre cristianos, musulmanes y judíos en el solar hispano, fue cordial y productiva en todos los aspectos.
Según los historiadores, uno de los primeros motivos que indujeron al asalto y saqueo de los barrios semitas en muy distintas ciudades, incluida la nuestra, hay que buscarlo en la disminución radical de las rentas eclesiásticas, además de una crisis en la producción por la gran cantidad de telares y talleres que estaban en manos judías.
Por estas y otras cuestiones fue aumentando su impopularidad, comenzando a intervenir la Inquisición en distintos procesos contra los judíos. Todo ello hasta el decreto de expulsión definitiva, que fue recibido por los semitas con entereza. En realidad, como recogen los cronistas, el destierro produjo entre los hijos de Israel una fuerte exaltación religiosa que les hacía recordar a Moisés y la salida de Egipto.
Un sacerdote que fue testigo presencial de los hechos, narra de esta forma la expulsión de los judíos: «Salieron de las tierras de sus nacimientos, chicos y grandes, viejos y niños, a pie, y caballeros en asnos y otras bestias y en carretas, y continuaron sus viajes cada uno a los puertos que habían de ir; e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos, y siempre por do iban los convidaban de baptismo, y algunos con la cuita se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabíes y mancebos los iban esforzando y hacían cantar a las mujeres y mancebos y tañer panderos y adufes para alegrar a la gente, y así salieron de Castilla».
Lógicamente, dado que los medios de producción pertenecían en gran medida a los ahora ausentes, la salida de los semitas provocó una importante convulsión social y económica, llevando a la miseria y bancarrota a muchos pueblos y ciudades.

La expulsión de los judíos españoles, decretada por el rey Felipe III el 11 de septiembre de 1609, provocó la desertización de las calles de Moros, de la Sinagoga y Silvana, entre otras varias, sumiendo a León en la más absoluta pobreza. En algunos casos el cabildo catedralicio les indemnizó por la pérdida de sus propiedades, pero gran parte de los hebreos tuvieron que partir sin sus bienes. Así concluiría en nuestra ciudad esta judería en origen, pero conversa y de nacencia en nuestra tierra
Testimonio excepcional del pueblo semita, esta legendaria calle comienza en la Plaza Mayor o Plaza de la Constitución Española, como modernamente se la denomina, concluyendo en el triángulo de amplia tradición e historia compuesto por los Castañones, la Plaza de Riaño y Misericordia. Al poco de su trayecto salía la antes llamada Travesía Santa Cruz, hoy bautizada como Mulhacín. Estamos en pleno Barrio Húmedo, en una vía de viejas casas y dotada con uno de los ambientes más seductores y frecuentados por los noctámbulos de León.
Todo se explica en este marco urbano repleto de resonancias del pasado, como indica su propio nombre, significado por una calle curva y en suave descenso, más pronunciado en el inicio.
Los bajos comerciales de sus menudas casas se hallan ocupados en su mayor parte por pequeños bares o tabernas, entre las que sobrevive algún establecimiento comercial de los llamados «de antaño».
Esta tradición comercial, reflejada en diversas tiendas de rancia estirpe, ofrece hoy en día objetos que pueden resultar tan pintorescos como telas y retales, perfumes, bacalao y embutidos de la tierra, corchos y aperos diversos, etcétera, etcétera. Todo un paseo por los aromas y utensilios de un pasado común a todos los leoneses.
La advocación a la «Santa Cruz» en nuestra capital se constata desde 1605, cuando los canónigos de la Catedral don Francisco de la Calzada y don Pedro Canseco, fundaron un convento femenino en la calle que hoy conocemos como Cardenal Landázuri, lamentablemente desaparecido el templo original. Cuatro monjas, procedentes de Gandía y pertenecientes a la orden de Santa Clara de Asís, la carismática compañera de San Francisco, formarán aquí en León la comunidad de las Franciscanas Descalzas, conocidas popularmente como las «Clarisas».

El inexorable empuje de la piqueta acabó con el llamado «palacio de Santa Cruz», situado en la Plaza de Torres de Omaña, y que pudo ser admirado hasta el año 1973. Propiedad de los marqueses de dicho título, en el edificio estuvo instalado el Gobierno Militar, la Federación Católica Agraria, las oficinas de la Unión Territorial de Cooperativas del Campo, e incluso el Tribunal Tutelar de Menores.
Antes de cerrar este comentario sobre la «Santa Cruz», hemos de hacer mención a dos pueblos de nuestra provincia que llevan en su nombre este apelativo y, por cierto, ambos afincados en la hermosa comarca berciana: Santa Cruz de Montes y Santa Cruz del Sil.
En definitiva, y para concluir la evocación de tan típica y frecuentada arteria, la calle Santa Cruz ha vivido durante años el florecimiento económico y social propiciado por la ubicación en su trayecto de los judíos leoneses. Después, a partir de la injusta expulsión del pueblo hebreo, se transformaría en una calle «cristiana», bautizada con el símbolo más preciado por los creyentes. Y en la actualidad, se conserva plena de ese embrujo característico de nuestro famoso Barrio Húmedo.

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