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Calle Marcelo Macías

Calle Marcelo Macías

Calle Marcelo Macías placaLa «Muy Noble, Leal y Benemérita» ciudad de Astorga, cabeza de la Maragatería, tiene uno de sus mejores y más afamados hijos en don Marcelo Macías, cronista oficial que fue de una villa heroica, inmortal por su hidalguía y denodados esfuerzos patrióticos en la Guerra de la Independencia contra los franceses. Como decimos, uno de los astorganos más destacados es Marcelo Macías, que tiene su hueco en el callejero leones dentro de la vía que va desde la calle Monseñor Turrado hasta la del Rey Monje. Calles que aún cobijan algunos chalets ajardinados, y que fueron rotuladas siendo alcalde de nuestro Ayuntamiento don José Martínez Llamazares, según el acuerdo de la corporación tomado con fecha 16 de marzo de 1963.
Aunque los primeros pasos de Marcelo en su Astorga natal, corresponden a una época bastante más lejana de la historia. Hijo de don Esteban Macías Pérez de Ron y doña Obdulia García Garrido, nacía el uno de julio de 1843, en Astorga, don Marcelo Macías y García. Al igual que otros muchos jóvenes de la época que buscaban la cultura y una salida profesional entre los muros de un convento, comenzó muy pronto los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Astorga, siendo promovido al presbiterado en 1868, y nombrado al poco tiempo director espiritual de dicho Seminario. Ejerció luego como sacerdote en algunas importantes ciudades del obispado, incluyendo la propia Astorga, e incluso fuera de la provincia, como en Badajoz. Al mismo tiempo cursaba la carrera de Filosofía y Letras, obteniendo el doctorado en la Universidad Central con la calificación de sobresaliente. Pero, aparte de sus muchas virtudes académicas y pastorales, existen otras facetas que reflejan bien a las claras el temperamento simpático y conciliador de don Marcelo. Acerca de su juventud, en aquella Astorga de finales del siglo XIX, todos adoran a un joven clérigo que, gracias a la confianza que da el mucho trato, conocen como «Marcelin».
En el lado ideológicamente contrario se encuentra el republicano señor Carreto, que dueño de los votos del barrio de Puertarrey, lugar donde impone su particular ley, ha echado al cura titular de la iglesia, quitándole las llaves.
El señor obispo, ante lo apurado de la situación, llama a consultas al curita Marcelín, el único que puede convencer al señor Carreto para que todo vuelva a la normalidad, al tiempo que le nombra coadjutor de la problemática iglesia. Don Marcelo accede y, gracias a sus buenos oficios, hace entrar en razón al señor Carreto y a su esposa doña Fermina, proeza que fue muy comentada y alabada durante tiempo por las buenas gentes de Astorga.
Aparte de sus muchas dotes diplomáticas, don Manuel tuvo tiempo, en el año 1882, para ganar por oposición la cátedra de Retórica y Poética del Instituto Jovellanos de Gijón. Al poco se trasladaba a Orense, como catedrático en su Instituto Técnico Provincial. Arraigado en la provincia gallega, fue nombrado en 1893 director del citado centro docente, dedicación que compartía con la dirección de la Escuela Provincial de Artes y Oficios. Pero, una vez que consideró acabada su etapa «gallega», renunciaba a la cátedra de Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Santiago de Compostela.
No obstante, además de cronista oficial de Astorga e Hijo predilecto de León, don Marcelo Macías fue nombrado Hijo Adoptivo de Galicia y de Orense, ciudad donde murió el 7 de marzo de 1941, a los noventa y siete años de edad. Desde luego, fue la suya una vida bien aprovechada en la faceta estrictamente creadora. Porque el astorgano cultivó distinto campos literarios, destacando entre sus trabajos históricos la obra Epigrafía romana de la ciudad de Astorga, o la titulada Civitas Limicorum, un amplio estudio sobre el lugar que ocupó la antiquísima ciudad de los Limicos.
En narrativa podemos destacar La mejor venganza, Leyenda sevillana o Nobleza obliga. Además, aparte de sus eruditos y bien concebidos ensayos, también merece citarse la destacada traducción que realizó al castellano del Cronicón latino del obispo Idacio, así como la carta poética que Horacio envió a los Pisones. Don Marcelo fue uno de esos hombres cultos y dialogantes que bien se merecen el homenaje de pasar a la memoria colectiva. Estaba dotado, sin duda, de aquello que un afortunado ensayista definió como «inextinguible sed de absoluto».
En otras palabras, simpatía, tolerancia, reflexión y un evidente afán por conocer en detalle la realidad del mundo que rodea a las personas.

Calle Marcelo Macias en León

Fuente:

-Diario de León

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