A modo de entrada debemos decirles que la calle tiene su inicio, y curiosamente su final, en la popular avenida que lleva la clásica denominación deReino de León. Sí, sí, han leído bien, principio y final, aunque parezca difícil de entender. Una vía recta y larga como es la de Reino de León se ve interrumpida por una calle, con su pequeña historia e indudable personalidad, bautizada en homenaje al jurisconsulto Juan Alvarez Posadilla. No se crean que aquí se acaban todas las dificultades, pues encontrar su inicio también tiene su «miga». Son las cosas que, a pesar de guardar cierta lógica si pensamos en la evolución de los tiempos, se generan debido al irregular y a veces precipitado crecimiento urbano de las ciudades. Para empezar, su punto de partida no es uniforme, ya que el lado izquierdo lo hace antes que el derecho. Salvando este detalle, su trazado es arbolado y recto, pero acerquémonos a su conflictivo final.
Estamos en la barriada del Ejido, caracterizada desde siempre por su correcta uniformidad y la perpendicularidad de las calles. Ello viene a cuento porque de vuelta a nuestra calle del día, y a partir del cruce con la calle Bordadores, la vía se va estrechando hasta finalizar en un embudo que conforma su conclusión en obligado tránsito peatonal. Una «chapuza» urbanística que resulta incomprensible en los tiempos actuales, con salida a la antes citada avenida.
Desde dicho polémico punto y hasta su final, el lado izquierdo tiene por horizonte las fachadas y patios traseros de las viviendas situadas en la inmediata calle de Juan XXIII. Como dicha acera va perdiendo su alineamiento perpendicular con la opuesta, la anchura va disminuyendo hasta desaparecer casi por completo. En realidad, se trata de la única excepción urbana al conjunto de viviendas unifamiliares del entorno.
Alvarez Posadilla. Nacido en Villamañán hacia el año 1750, pertenecía a una familia de mucha tradición y arraigo en esta localidad. Los Posadilla han dado, a lo largo de distintas generaciones, multitud de abogados y otras personas de mérito, como es el caso de don Andrés Garrido Posadilla, el que fuera abad de la cofradía de Jesús Nazareno en 1926 y de «Las Angustias» en 1948.
Nuestro Juan estudiaría Latín y Humanidades en su villa natal, para luego graduarse en Derecho en la prestigiosa Universidad de Valladolid. Tras labrarse una merecida reputación profesional en la capital vallisoletana, se estableció en la Corte dispuesto a abrirse camino en el complejo mundo de la abogacía madrileña. Lo consiguió sin demasiado esfuerzo gracias a su conocida obra «Práctica criminal», que además de procurarle fama y dinero, se convertiría en una publicación de consulta imprescindible en la jurisprudencia de la época.Pero las actividades de don Juan Alvarez Posadilla no se limitaron al campo de la abogacía, pues en el tema tributario contribuyó al sistema de impuestos instaurado por los Borbones con la obra «Rentas, Sisas y Millones», complementada con el estudio titulado «Delitos de contrabando». A él se deben también los «Comentarios a las Leyes de Toro», libro de texto en las universidades españolas. Considerado como uno de los jurisconsultos más famosos en los inicios del desgarrado y convulso siglo XIX, fue consejero personal de los monarcas Carlos IV y su hijo Fernando VII, uno de los reyes más nefastos y malvados en la larga e histórica lista de monarcas hispanos. Asimismo, ocuparía a lo largo de su brillante carrera los importantes puestos de fiscal de la Chancillería de Valencia y Alcalde del Crimen, cargos de mucha responsabilidad y trabajo en aquella época saturada de juicios, persecuciones y arreglos de cuentas.
Finalmente, don Juan Alvarez Posadilla fallecería en el mes de junio de 1826, dejando tras de sí una inmaculada reputación de prestigioso jurista.