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Avenida de Carlos Pinilla

Seguro que mas de uno se ha percatado de que existen en la ciudad un barrio, una avenida y una plaza o glorieta con el mismo nombre. Y eso sin contar que hubo otra calle con idéntica denominación, ubicada en Armunia.
En el llamado barrio de Pinilla, amplio y ya veterano entorno asentado en las cercanías del Crucero, se encuentra una glorieta y también una calle o avenida que recuerda a don Carlos Pinilla. ¿Pero quién ha sido tan singular y destacado personaje, se preguntarán, que ve su nombre repetido hasta el hastío en el callejero urbano capitalino?.
La glorieta de Pinilla, muy transitada y popular en la ciudad, es punto de referencia para cinco vías: la larga avenida de San Andrés, que pronto penetrará en el término municipal del mismo nombre y conduce al pueblo de San Andrés del Rabanedo; la avenida de La Magdalena, también conocida como carretera de Caboalles, la calle Riosol, que en otro tiempo moría a orillas del Bernesga y hoy es paso obligado de comunicación con el polígono de Eras de Renueva, a través del nuevo puente que homenajea al almirante Martín Granizo; y finalmente la larguísima avenida de San Ignacio de Loyola, continuación propiamente dicha de la mencionada avenida de La Magdalena: no olvidemos, como cierre final de esta glorieta, la vía rotulada como avenida de Carlos Pinilla.
Merece destacarse, entre las modernas y altas construcciones de viviendas que circundan este rincón urbano, el respiro que supone en sus esquinas el otrora Vivero de Obras Públicas, hoy magnífico Parque de Quevedo, inaugurado el 28 de junio de 1980 por el entonces alcalde don Juan Morano Masa. Y en la esquina de enfrente, el amplio espacio abierto que ocupa el Colegio Público Quevedo.
La avenida de Pinilla que parte de la misma glorieta es recta y arbolada, concluyendo en la calle San José, enfrente mismo del Polideportivo César Álvarez y ya en el término de San Andrés.

Sería don Ramón Cañas del Río, quien a finales de los años cuarenta y como arquitecto que era de la Obra Sindical del Hogar, comienza la ordenación urbana del que sería conocido años después como barrio de Pinilla. Si bien, en aquella primera época, con muchos problemas de carácter especulativo a la hora de levantar las viviendas previstas por la Organización Sindical. Fue esta institución quien, a finales del año 1974 y siendo alcalde don Manuel Diez Ordás, ofrecería unas calles consideradas «particulares» al Ayuntamiento capitalino, integrándose en el callejero de la ciudad.
Para irnos acercando al personaje de hoy, el camarada Carlos Pinilla, podemos hacerlo recordando aquel 23 de julio del año 1947, a las 7 en punto de la tarde, fecha en que quedaba oficialmente inaugurado el Hogar Nacional Sindicalista.
Así rezaba la nota que la jefatura provincial de la Falange Española Tradicionalista y de las Jons publicaba unos días antes, instando a todos sus camaradas a acudir al acto presidido por Carlos Pinilla, siendo por supuesto requisito imprescindible el vestir la camisa azul.
El año anterior el propio Pinilla había inaugurado el primer grupo de viviendas, bajo cuyo patrocinio dieron comienzo las obras.
Don Carlos Pinilla y Turiño nació en el zamorano pueblo de Cerecinos del Carrizal, siendo nombrado en 1945 hijo predilecto del pueblo y recordando tal hecho una lápida descubierta el 25 de septiembre de ese mismo año en el edificio del Ayuntamiento.
Fue investido gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de nuestra ciudad el 27 de febrero de 1940, sustituyendo en el cargo a don José Luis Ortiz de la Torre y Castañón.
Aquí llegó cuando ocupaba la silla episcopal el recordado Ballester Nieto, y durante el mandato como alcalde capitalino de Diego Mella Alfageme, el alcalde-cronista que lo fuera de los maravillosos Picos de Europa y que ese mismo año sería relevado por Justo Vega Fernández.
Creemos que la mejor forma de describirlo es la que hemos encontrado en el libro «Francisco Roa de la Vega y los gobernadores civiles», publicado hace unos años por Juan Manuel Roa Rico: «Su aspecto físico era poco atractivo, pero no por ello dejaba de llamar la atención de las gentes que le veían pasar rodeado de guardaespaldas, que se había traído de Zamora ex profeso para su custodia. Era de baja estatura, algo obeso, rostro cetrino con boca de imposible sonrisa y gesto despectivo».
Más tarde fue nombrado subsecretario de Trabajo, cargo que disfrutaría durante bastantes años, e incluso a principios de la década de los setenta era delegado del Gobierno en Campsa. Regresaría a nuestra ciudad en muy distintas ocasiones, como para la inauguración de las viviendas que dieron su nombre a la barriada, destacando también su nombramiento por el colegio Provincial de Secretarios, Interventores y Depositarios de la Administración Local de León como presidente honorario, por «su esfuerzo en atender las aspiraciones de los funcionarios del ramo, colaborando en su dignificación».
Del discurso que pronunció destacamos el siguiente párrafo: «el mejor recuerdo que guardo de mi paso por la dirección General de Administración Local, fue el de lograr incorporar a la Ley de Bases de Régimen Local, una disposición por la que se redime de la miseria a los más humildes servidores de la Administración, a los secretarios de tercera categoría». En aquellas visitas a León estuvo acompañado por el entonces gobernador civil, Arias Navarro.

CARLOS PINILLA

Junto a esta imagen paternalista y de «Robin Hood» para los menos favorecidos por la diosa fortuna, existe otra opinión crítica y muy negativa sobre Carlos Pinilla. En el citado libro de don Juan Manuel Roa Rico, hijo del que fuera alcalde leonés don Francisco Roa de la Vega, se narran una serie de anécdotas bien reveladoras a propósito de Pinilla, al que el autor califica como «engendro falangista de camisa sucia».
Con respecto al nacimiento de la barriada leonesa que lleva el nombre del antiguo gobernador, Roa Rico nos cuenta lo siguiente: Carlos Pinilla citó en su despacho a la propietaria de aquellos terrenos, una señora ya entrada en años y llamada doña Antonia Hevia. El zamorano le dijo que debía vender sus tierras a bajo precio, a lo que doña Antonia se negó en principio. Entonces el gobernador le argumentó que, dado que no tuvo hijos, no había entregado ninguno a la Patria y ahora tenía la ocasión de aportar, a cambio, su dinero.
La anciana, asustada, transigió a las poco veladas amenazas, cediendo a un precio ínfimo los campos sobre los que se edificaría el barrio de Pinilla. Un sobrino de doña Antonia de nombre Luis Crespo, que fue jefe de los falangistas leoneses, fue a visitar al gobernador y le hizo firmar un escrito por el que se comprometía a que todas las casas se entregasen a los necesitados.
Algo que, según don Juan Manuel Roca Rico, no siempre ocurrió: «En las viviendas que se edificaron vivieron propietarios de diferentes matices aunque predominaran los falangistas, pero a nadie se le ocurrió indagar quienes eran los verdaderos necesitados y quienes no, así como los negocios de compraventa que se hicieron. Y de esta manera surgió en León un barrio de Pinilla, con una avenida de Carlos Pinilla y una plaza de Carlos Pinilla, que a nadie debía extrañar porque en León ya teníamos la calle del Moro Malacín, o de la mala acción y también la de Ordoño IV, conocido como «El Malo».


Fuente: Diario de León

2 respuestas a «Avenida de Carlos Pinilla»

Sería un buen trabajo si no hubiera omitido que fue el alma mater de las Universidades Laborales, además de mano derecha de Girón de Velasco que tanto bien hizo al trabajador por muy fascistas que fueran.

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