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Calle Juan de Herrera

Calle Juan de Herrera

Como muchas veces venimos repitiendo sobre los rótulos y denominaciones de nuestras calles, la búsqueda de su historia puede resultar de lo más laboriosa si la placa callejera no da más datos sobre el nombre o no se encuentran los antecedentes en los archivos municipales, lugar donde verdaderamente se estudian y conservan los orígenes de nuestras vías urbanas.
No es este el caso, pero para que se hagan una idea de lo que les decimos, observen el siguiente ejemplo: Juan de Herrera era un destacado bañezano, portaestandarte de los llamados Tercios del Duque de Feria y fallecido en tierras italianas en agosto de 1630. Como verán este nombre podría ser perfectamente válido para definir al personaje del día, sino fuera porque el Juan de Herrera que hoy traemos a estas páginas nació justo un siglo antes de morir el otro, y que aquél llevaba como segundo apellido el de Sosaga.
Fue un 16 de marzo de 1963, ocupando la alcaldía don José Martínez Llamazares, cuando se aprobaba la propuesta de denominación de distintas calles de la ciudad que hasta ese momento carecían de nombre. A nuestra vía, la tercera entonces de la llamada Cooperativa Jesús Divino Obrero, con entrada por la Presa de los Cantos y salida al campo, le correspondió la denominación de Juan de Herrera, si bien era conocida hasta la fecha como Séptima Travesía de la Presa de los Cantos.
La Presa de los Cantos corresponde a la actual calle de Daoíz y Velarde, donde comienza también ahora, mientras que el campo se fue poblando de casas y calles que cubrieron toda la zona, por lo que su final aparece en la Avenida Reino de León. Es una de las arterias más largas y completas, en el aspecto urbanístico, del entorno. Hacia el final se van insertando, entre las habituales casitas de la cooperativas, algunas viviendas de mayor altura y diferentes características, completando una vía tranquila y de ciertos rasgos residenciales robados al escaso tráfico. Recta en su totalidad, con cuidadas casas de dos alturas, sólo cambia en su final con la presencia de dos torres casi gemelas, de diez pisos cada una de ellas y que remata la travesía en su encuentro con la Avenida Reino de León.
El arquitecto Juan de Herrera nacía el año de 1530 en el pueblecito santanderino de Mobellán, estudiando Humanidades y dedicándose posteriormente a la carrera de las armas. Así Herrera fue soldado en Alemania, Flandes e Italia, donde completó su extraordinaria educación.
Nuestro hombre fue un auténtico espíritu renacentista que estudió matemáticas, filosofía, arte y astronomía, conocimientos que aplicaría al ilustrar el «Libro del saber de astronomía de Alfonso X el Sabio», aparecido en 1562. Un año más tarde comenzaba a colaborar con Juan Bautista de Toledo en la realización de la magna obra del Escorial, construcción ordenada por Felipe II. Pronto su erudición en materias como matemáticas o geometría, le valieron el ser nombrado arquitecto oficial del proyecto. Así intervino directamente en la planimetría de la iglesia, adornando su interior. Donde mejor se aprecia el estilo «desornamentado», muy típico de Herrera, es en la totalidad de un edificio austero y de aspecto severo, clara manifestación del catolicismo español. Así la fachada de granito, que presenta filas uniformes de pequeñas ventanas, se asienta sobre un podio y esconde en el interior una gran riqueza decorativa. También realizaría, en el mismo monasterio, la llamada fuente de los Evangelistas, un pabellón abierto y con su correspondiente cúpula. Posteriormente trabajó en la fachada del palacio de Carlos V, en Granada, además de rematar el hermoso patio. De ahí pasaría a las obras del Alcázar de Toledo, así como puso su granito de arena en el diseño del Ayuntamiento de la misma ciudad. Posteriormente, en 1582, trazó la Lonja de Sevilla y luego la iglesia y convento de San Francisco, en Santo Domingo de la Calzada. De vuelta a Toledo, allí construyó la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, hecha con la típica albañilería toledana.
En 1585 el ya maduro y experimentado Herrera llegaba a nuestra Comunidad, con el propósito de erigir la gran catedral de Valladolid, trazado en un estilo híbrido entre el clasicismo y lo barroco. En realidad fue un gran proyecto inconcluso, pues durante los primeros años de realización murieron sus dos grandes valedores. Felipe II en 1598 y antes, en 1593, fallecía en Madrid nuestro protagonista del día, el fabuloso arquitecto Juan de Herrera.

Fuente: Diario de León

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