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Calle Sierra Pambley

Calle Sierra Pambley

En los primeros años del pasado siglo comenzaron a edificarse en esta calle, nominada en recuerdo a uno de los grandes proceres del pasado leonés, varios de los edificios que han resistido, con mayor o menor fortuna, el paso del tiempo y han llegado hasta nuestros días. Un claro ejemplo es el que hasta hace pocos años ostentaba en su fachada el nombre de «Museo de León», recinto que albergaba parte de las obras que no tenian cabida en el museo de la ciudad. Nos estamos refiriendo al inmueble que hace chaflán a la calle Bayón o Maestrocolia de Bayón, y la conocida calle de la Tesorería, donde por aquellas mismas fechas se inauguraba el edificio del Banco de España.
¡Vale, vale! No se alarmen nuestros lectores, pues ya saben que acto seguido vamos a descifrar este pequeño rompecabezas. Es muy sencillo. Durante el año 1902 el arquitecto Manuel de Cárdenas proyectaría un edificio de corte clásico como futura sede del Banco de España, que venía a su vez del Palacio del Conde Luna en la plaza del mismo nombre, a donde se había desplazado en 1890. A mediados de siglo se trasladaría a su emplazamiento definitivo en Ordoño II, en un nuevo solar donde el arquitecto José Yarnoz Larrosa levantó el edificio que podemos contemplar en la actualidad.
Por lo tanto, concluiremos diciendo que el precioso edificio que actualmente esta en obras como futura sede del Procurador del Común fue ocupado en otro tiempo por el Banco de España y hacía, al igual que hoy, chaflán a las calles Sierra Pambley, anteriormente Bayón, y Dámaso Merino, antes de La Tesorería. Hasta 1937, ostentó este nombre la calle que hoy conocemos como Alcázar de Toledo. Aclarado este punto fundamental, vamos a comenzar situándonos en la calle que lleva en su rótulo el apellido Sierra-Pambley y que corresponde a don Francisco Fernández-Blanco y Sierra-Pambley, gran benefactor para muchas generaciones de leoneses.
De ancho y mediano trazado, peatonal desde hace unos años y en ligero descenso, se encuentra esta vía que se inicia en la Plaza de Regla para concluir en la bulliciosa del Generalísimo, ahora popular Calle Ancha. Nada más iniciarse y por su lado derecho deja la casona que, como se indica en la portada, es sede de la Fundación Sierra Pambley y de la Biblioteca Gumersindo Azcárate, creada en 1921 a la muerte de tan ilustre leonés, con vuelta a la calle de Dámaso Merino y a la propia plaza. En ésta última, una lápida de granito luce la siguiente dedicatoria: «En esta su casa solariega a don Francisco Fernández Blanco de Sierra y Pambley, pródigo sembrador de escuelas, la tierra de León agradecida».
Este caserón fue arreglado admirablemente por don Julián Sierra Pambley, y aquí se alojó la reina Isabel II cuando visitaba la ciudad a mediados del siglo XIX. Una jarrón de azucenas situado en el frontón nos indica que la mansión perteneció con anterioridad al Cabildo catedralicio, desmintiendo así un error muy extendido sobre su hipotética utilización como casa solariega de la familia. En ella estuvo también la Escuela Industrial de Obreros que el procer leonés fundara en 1903, limitado su ingreso a los alumnos que fueran hijos de padres leoneses. Su lado izquierdo está adornado por el lateral de una clásica y hermosa casa que proyecta su fachada principal hacia la Plaza de la Catedral. Le sigue otro regio edificio, evidente manifestación en piedra de aquella burguesía que pretendió diseñar un país nuevo. Es la que fuera casa particular del todopoderoso don Fernando Merino, proyectada por Juan Crisóstomo Torbado en 1902. La mansión luce un bello portal, auténtico reclamo para la multitud de turistas que pululan con los ojos bien abiertos por este entorno. Debido a la mano del pintor segoviano Daniel de Zuloaga, el zaguán está recubierto de azulejos de porcelana esmaltada que representan cuatro escenas correspondientes al trabajo de la mujer, tanto en el campo como en el mar. El propio Zuloaga dejaría otras pequeñas y artísticas composiciones en distintos edificios del casco antiguo. Finaliza este lateral izquierdo con otra gran casa de la misma época, con vuelta a la calle Ancha. El lado contrario se enriquece con el ya mencionado edificio que acogia las dependencias del Museo de León, al que le sigue otra construcción de fachada neogótica que también levantó Manuel de Cárdenas hacia 1906 para el Monte de Piedad, ocupada en la actualidad por OSCUS. El caserío queda rematado con otro par de edificios que para nada desmerecen la totalidad del conjunto visto hasta ahora.
Bien, pues ya es hora de hablar de nuestro protagonista don Francisco Sierra Pambley. Pero antes de referirnos a su edificante y casi ejemplar trayectoria vital, debemos de mencionar aunque sea con brevedad a su tío don Segundo, un personaje de auténtico relumbrón en la vida leonesa del romántico y agitado siglo XIX. Entre otros cargos y nombramientos de enorme responsabilidad pública, don Segundo fue diputado, senador, gobernador civil de León y miembro relevante de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, benéfica institución que pretendió sacar a la nación de la miseria y el atraso secular que ensombrecía el horizonte hispano en aquella convulsa época. Era un hombre de tendencias liberales, todo un magnate que a su fallecimiento, acontecido en Madrid el año 1873, dejó una inmensa fortuna personal a sus sobrinos Pedro y Paco.
Don Paco Sierra, como le llamaban sus muchos amigos, vino al mundo en la localidad de Villablino el 24 de abril de 1827. Su padre, don Marcos Fernández Blanco, procedía de la ribera del Órbigo y estaba emparentado con familias de tanto lustre como los Quiñones. En cuanto a su madre, doña María Sierra Pambley, era originaria del mismo Villablino y pertenecía a un linaje que brillaba en política desde mucho tiempo atrás. Felipe Sierra Pambley, padre de doña María y abuelo de nuestro protagonista, fue secretario de Hacienda durante el reinado del taimado Fernando VII, con Martínez de la Rosa a la cabeza de aquel gobierno. Don Paco tuvo dos hermanos, de destinos muy distintos. Pedro moriría antes que él, nombrándole heredero de sus bienes y acrecentando así su ya fabuloso patrimonio. Y doña Victoriana, casada con el entonces popular Posada Herrera tras romper unas poco conocidas relaciones con su tío don Segundo, quien al parecer tan sólo la dejaría en herencia el usufructo de una casa que estaba junto a Puerta Castillo.
Siguiendo las tendencias políticas familiares, don Paco Sierra fue liberal y republicano, adscrito a la corriente presidida por Ruiz Zorrilla. Aunque, curiosamente, obtuvo acta como diputado en 1858, presentando su candidatura con los moderados de la Unión Liberal. Hombre de pequeña estatura, aspecto pulcro y costumbres sobrias y rutinarias, don Paco presumía de ilustrado, como prueba la primera edición de la «Enciclopedia de Diderot» que guardaba en su biblioteca privada. Licenciado en la carrera de Derecho durante su juventud, nunca contrajo matrimonio pues, según quienes le conocieron, era una persona misógina, a pesar de crear para las mujeres escuelas y aulas donde se enseñaba corte y confección o preparación para el Magisterio. El carácter de don Paco presentaba numerosas contradicciones; mientras se distinguía por un talante progresista para asimilar todo tipo de innovaciones industriales, pues compraba cámaras de cine en París para sus escuelas y máquinas suizas para las fábricas, jamás utilizó un automóvil o se subió a un ascensor. Paradojas y manías que fueron conformando la personalidad de uno de los mayores benefactores que ha tenido la provincia.
Incrementado su ya de por sí considerable patrimonio con el legado que le dejó su hermano Pedro, la fortuna de don Paco fue creciendo gracias a la moderación y la buena administración de sus negocios. Tenía casas en distintos puntos de la geografía hispana, incluido Madrid. Cuando estaba en León ocupaba la vivienda que es santo y seña de nuestra calle, convertida en sede de la Fundación que lleva su mismo nombre. Un edificio que, según todos los indicios, provenía de la Desamortización y fue construido sobre los arruinados muros de una iglesia o convento anterior. Sus posesiones se extendían a Hospital de Órbigo, donde tenía una casa entre señorial y labradora, y al pueblo de Moreruela de Tábara, en Zamora, en el que se erigía una modesta vivienda de labranza que nuestro protagonista utilizaba en ocasiones. Finalmente, en su localidad natal de Villablino conservó siempre la casa solariega familiar, heredada de su madre doña María, que sufrió enormes deterioros durante la Guerra Civil al servir como alojamiento para las tropas.
No adelantemos acontecimientos, pues debemos remontarnos al día 21 de abril de 1887, cuando ante el notario de Madrid don José González de las Casas y Quijano, se fundaba una escuela, en Villablino, creada por don Paco en homenaje a su tío don Segundo Sierra Pambley. Se trataba de un centro de formación agrícola y mercantil ubicado en una casa transformada en escuela, destinando para su gestión las rentas de unas tierras que pertenecieron en su día a don Segundo. La idea de don Paco Sierra fue crear una fundación inspirada en el ejemplo de la Institución Libre de Enseñanza madrileña, cuyo espíritu trajo a León don Gumersindo Azcárate. Se trataba, en dos palabras, de instaurar una serie de centros de formación dirigidos a los obreros de la época, para lo que se creó un Patronato integrado por Manuel Bartolomé Cossío, Azcárate y Paco Sierra Pambley.
La escuela de Villablino, especializada en las industrias lácteas, fue el germen de una institución que fue creciendo en importancia gracias a la apertura de nuevos centros en Hospital de Órbigo, Villameca y Moreruela de Tábara, este último en Zamora. El año 1903 se abrió en León la Escuela Industrial de Obreros, redondeada tiempo después, bajo la presidencia del señor Cossío, con otro centro dedicado a la agricultura y que se instaló en el Monte de San Isidro.
El objetivo primero de la Fundación Sierra Pambley era ampliar los escasos conocimientos que se impartían por entonces en los centros públicos, hasta completar una educación equivalente a los estudios básicos actuales. También se enseñaban nociones de Contabilidad, Derecho Mercantil e incluso se impartía una clase de religión a la semana. Todo ello con el elevado propósito de formar un caldo cultural, educativo y social que habría de transformar, para mejor, a la atrasada provincia leonesa. Así, la Fundación llevó a los pueblos las obras de literatura correspondientes al pensamiento de vanguardia que trataba de abrirse paso entre la cerrazón ideológica del momento. Don Paco trajo revistas inglesas y norteamericanas para sus bibliotecas, siempre abiertas al público, todo ello para lograr el ideal de ofrecer a un pueblo, mayoritariamente analfabeto, cultura gratuita y de calidad. Incluso retribuía con becas a sus profesores para viajar a Francia o Suiza, donde aprendían a elaborar queso o manteca según las últimas técnicas productivas.
A pesar de que don Paco era profundamente católico, e incluso tenía sendas capillas en sus casas de Hospital y Villablino, no impuso en sus escuelas la heterodoxia imperante en la época, por lo que comenzó a acusarse a la Fundación Sierra Pambley de ser un nido de masones y republicanos. Infundios que causarían a la institución graves problemas en los conflictos que estaban por venir. De nada valieron las recomendaciones del fundador a sus profesores acerca de no mezclarse en cuestiones políticas, ni protagonizar enfrentamientos con sacerdotes o autoridades, pues habrían de pasar muchas décadas para que se reconociera en toda su valía la labor de las escuelas de Sierra Pambley. Don Paco no lo vería, pues falleció en Madrid el día 15 de enero de 1915, a los 88 años de edad, siendo sustituido en su puesto por don Gumersindo de Azcárate, desaparecido a su vez en 1917. Fue nombrado presidente don Manuel Bartolomé Cossío, quien permanecería al frente de la Fundación hasta 1935. Durante este tiempo ocurrieron dos circunstancias de enorme importancia.
El año 1918, al considerarse que sus objetivos estaban sobradamente cumplidos, se cerró la escuela de lechería de Villablino. Y en 1921 los herederos de don Gumersindo, cumpliendo la voluntad del fallecido, crearon la Biblioteca Azcárate dentro de la propia Fundación. Fue elegido como primer bibliotecario don Antonio Marco Rico. Dado el talante progresista de todos los personajes relacionados con la Institución Libre de Enseñanza y la Fundación Sierra Pambley, al proclamarse la República en abril de 1931 ocuparon puestos relevantes en el nuevo régimen político. El propio Cossío sería el encargado de dirigir el experimento bautizado como las «Misiones Pedagógicas», dedicadas a difundir la cultura y el teatro clásico por los pueblos españoles.
Al producirse la rebelión militar de 1936, las autoridades militares franquistas se incautaron de los bienes y el patrimonio de la Fundación Sierra Pambley, aparte de quemar públicamente algunos ejemplares de la biblioteca en la misma Plaza de la Catedral. Dos de sus colaboradores, Nicostrato Vela, padre del pintor Vela Zanetti y director de la granja-escuela, además del bibliotecario Pío Álvarez, fueron ejecutados, y varios de los profesores sufrieron penas de prisión. La biblioteca quedaría a cargo del sacerdote, don Antonio González de Lama, mientras que el nuevo Patronato, nombrado en 1938, estaba formado por el obispo de León como presidente, y con la categoría de vocales, el delegado de Hacienda, el ingeniero jefe de la Jefatura Agronómica y el director del Instituto de Bachillerato. Además fue designado un quinto patrono por el Ministerio de Educación, en representación de la vecindad leonesa.
Durante veinte años la Fundación seguiría formando ebanistas, cerrajeros y expertos en forja, aunque al no emitir títulos oficiales los alumnos comenzaron a buscar nuevos horizontes. En 1978, a la muerte de Franco, Justino de Azcárate recuperaba el control de la institución, dedicándose a la educación para adultos. León debe estar agradecida a la progresista Fundación Sierra Pambley, uno de los grandes iconos culturales de nuestra tierra.

Fuente: Diario de León

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