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Plaza de San Martín

La Plaza de las Tiendas, también llamada de Carnecerías, Contratación y del Rastro, auténtico cogollo urbano del León más típico y castizo, ve salir de sus esquinas cinco calles y otra más de uno de sus laterales. Estas seis intrincadas vías nos recuerdan en sus rótulos los diferentes oficios artesanales de los primitivos vecinos y pobladores, las historias y leyendas del pasado o su ocupación antaño por miembros de la denostada y perseguida raza judía. Sus nombres son Contratación, la Travesía de Santa Cruz, la Cal de Moros, Revilla, Zapaterías y Carnicerías.
Un poco lioso, ¿verdad? Bueno, pues vamos a tratar de aclarárselo. La hoy conocida como Plaza de San Martín y que antaño lució las denominaciones ya comentadas, se ve rodeada en la actualidad por seis calles que, siguiendo el orden de numeración de sus casas, serían: calle Plegaria, en singular, que no hay manera de que a los leoneses nos entre este detalle en la mollera, aunque semejante error se repite incluso en la nueva placa callejera.Luego vienen Matasiete, que evoca los amoríos de doña Leonor de Guzmán y el sangriento encuentro entre caballeros que tuvo lugar en la calleja; Mulhacín, en recuerdo del taimado judío «Malacín»; Juan de Arfe, descendiente de una familia de prestigiosos plateros y orfebres; Zapaterías, en alusión a los antiguos reparadores del calzado; y finalmente la Travesía de Carnicerías, en clara alusión al gremio de los matarifes y dependientes de carnadura.
Con todos estos datos, creemos que la plaza ha quedado correctamente ubicada en el plano urbano de León. ¿O acaso tienen alguna duda? Pues bueno, vamos a dejarlo definitivamente claro hasta para algún turista o forastero que pueda leer esta cita: estamos en pleno centro del «Barrio Húmedo», ¿de acuerdo? Seguro que ahora ya no surgen dudas y todos los lectores van a situar con exactitud la Plaza de San Martín o del «Húmedo», ese pequeño mundo íntimo y variopinto que conforma la glorieta. Nos encontramos en pleno corazón del más rancio e histórico viejo León, bautizado afortunadamente con un término que ya goza de reconocimiento nacional e incluso ha traspasado las fronteras: el «Barrio Húmedo».
Diremos que la plaza en sí es de traza irregular, en claro descenso y peatonal desde hace unos años, estando amparada, según dijimos, por un caserío de formas tradicionales, más o menos remozado según los casos. En el catálogo de viviendas también aparece, a despecho del tiempo, algún comercio de corte legendario que sobrevive a través del tiempo. Su peatonalización, decidida a comienzos de la etapa democrática que siguió al fallecimiento del general Franco, ha servido sin duda para potenciar y revitalizar este lúdico espacio. Ahora resulta muy agradable para el paseo tanto en su solitaria tranquilidad, como por el bullicio hostelero y consumista puesto de moda y que se multiplica tradicionalmente en la época estival. Lugar de ocio y de negocio, este castizo mentidero es uno de esos sabios rincones que imponen a nuestra capital una impronta muy personal, cuya mejor expresión, en términos monumentales, se encuentra en la artística Casa de Carnicerías. Un emblemático edificio que ocupa el número once de nuestra conocida plaza, y dedicado en nuestros días a moderna y confortable sala de exposiciones, propiedad de Caja España.
Esta Plaza de San Martín estuvo antaño dividida en otras dos plazoletas más reducidas, una llamada de Carnicerías y otra de las Tiendas, comunicadas ambas por dos pequeñas travesías y separadas por la casa que albergaba la famosa imprenta Miñón. Hace varios años desapareció dicha construcción, resultando la plaza homogénea que hoy podemos admirar. Un animado lugar de reunión en la capital leonesa donde practicar las tres artes fundamentales del ocio mejor entendido: la tertulia cordial, el buen comer y el mejor beber.
De procedencia francesa, parece ser que los Miñón se establecieron en Valladolid a finales del siglo XVIII, de donde pasarían con posterioridad a León. El fundador de la dinastía fue don Pablo Miñón, activo colaborador del sexto ejército en la Guerra de la Independencia. Por lo visto, él mismo se encargaba de imprimir los bandos, impresos y gacetas de campaña relacionados con el conflicto contra las tropas napoleónicas. El Liberalismo y la Ilustración alcanzaron enorme importancia en distintas clases sociales del pasado siglo, lo que se tradujo en un tremendo interés por la cultura y los libros extranjeros, principalmente escritos en Francia. Ello propició un gran desarrollo del periodismo, las bibliotecas particulares de las familias pudientes. A pesar del progreso, el cambio de modas y de costumbres, el Barrio Húmedo sigue siendo la zona más vinatera y alegre de la capital. Bien es verdad que León se ha abierto a otros barrios y sectores de la ciudad, donde han surgido distintos recintos tabernarios y de esparcimiento, pero el tipismo y sobre todo la acumulación de gente durante los meses de buen tiempo, encuentran su habitat natural en el «Húmedo». En los últimos años se ha incrementado en forma espectacular el número de pequeños bares apiñados en el menor espacio de terreno. Además del vino, ofrecen los buenos y nobles platos de una cocina cada vez más apreciada.

No debemos olvidar que esta barriada y núcleo urbano de San Martín, mitad moro y mitad cristiano, surgió fuera de la veterana muralla legionaria, en los agitados tiempos de la Reconquista. Sus antecedentes se remontan al siglo XI, en lo que se conocía como Mercado del Rey y junto al célebre «Arco de Rege», hoy desaparecido de la calle Platerías. Fue en este lugar, precisamente, donde se establecerían los mercados de la ciudad. Junto a este centro económico y social se irían agrupando los distintos artesanos, organizándose con el tiempo en cofradías que dieron nombre a muchas calles del viejo León: Zapaterías, Carnicerías, Cascalería… Más tarde, en un proceso imparable, surgirían las casas solariegas que dieron nobleza y lustre a la zona, llegando algunas a nuestros días.
Aquellos mercados del León medieval, auténticos zocos morunos cuyas lejanas reminiscencias aún perviven de alguna manera, hicieron aflorar en sus proximidades bodegas y tabernas donde comer y beber, cuyas florecientes raíces se extienden hasta el presente. Alrededor del «azogue» o núcleo comercial de la barriada, se fueron instalando los herreros, plateros y zapateros, procurando un ambiente artesanal y productivo a todo el entorno. Hoy en día, la extendida costumbre de tomar unos «vinos», acompañados por las correspondientes y suculentas «tapas», convertida en tradición para cerrar un trato, o simplemente con el objetivo de hablar y reunirse con los amigos, es algo ahora habitual e incluso terapéutico. Todo sea, en fin, con tal de evadirse de ese frenético ritmo de vida que imponen las reglas de juego de la sociedad moderna.
Mencionábamos antes el singular edificio de la Casa de Carnicerías, y es obligado referirnos a él. Una lápida en lo alto de su fachada resulta suficientemente elocuente: «Hízose este hedificio más las fuentes y calzadas de la ciudad, siendo gobernador, el muy ilustre Gómez Peretas Marinas». Esa Casa de Carnicerías se construyó en el año de 1561, siendo gobernador, como reza en su fachada, Gómez Peretas Marinas. Su función primitiva era el abastecimiento de carnes a la ciudad, de ahí su característico nombre. De piedra de sillería y portada clásica, con hermoso patio, consta de dos pisos y sobre la puerta de medio punto campea bien visible el escudo municipal. Ha sufrido muchas alteraciones a lo largo de su dilatada existencia, pero que sepamos y además de lo que hoy llamamos «matadero municipal», ha sido también casa de contratación de trigos, de pescados y géneros diversos, e incluso cárcel de mujeres. La Casa de Carnicerías es obra del arquitecto Juan de Rivero Rada, en cooperación con su ayudante Diego de Hoya. Nosotros la conocimos como casa de vecindad, con dos establecimientos tabernarios de gran solera, auténticas instituciones en la vida local, instaladas en sus bajos. Hoy se ha rehabilitado merced a un proyecto dirigido por don Felipe Moreno, mientras que en la fachada se nota la artística mano de Valentín Yugueros. Allí se ubica la sala de exposiciones de una importante entidad bancaria.

En la primera mitad del siglo XI surgía extramuros de la capital, con la cercana iglesia de San Martín, entonces de San Martín del Mercado, el primer núcleo parroquial que tuvo León. Como sabemos, el templo ha dado nombre a toda la barriada, incluida nuestra plaza protagonista. De aquella lejana y primitiva fundación no queda nada, pero sí de su posterior reedificación dos siglos más tarde. La iglesia de San Martín hubo de ampliarse hacia 1529 debido al aumento de su feligresía, y un siglo más tarde vio quebranta su sólida fábrica con la adhesión del llamado «Consistorio Viejo». En el interior de este rancio templo se halla una imagen del siglo XVI de su titular San Martín de Tours, conocido como el «apóstol de la caridad», así como un lienzo de excelente trazo que representa la popular estampa de la media capa. Según distintos autores especializados en temática religiosa, el culto leonés a San Martín, una de las más venerables figuras del Occidente cristiano, debió de iniciarse a comienzos del ya citado siglo XI, introducido por un caballero rico y de enormes prendas personales. Existen algunas pruebas sobre la antigüedad de la iglesia, erigida en una de las barriadas más castizas y comerciales de la vieja capital. Así se sabe que, antes del siglo XII, los judíos de Puente Castro, de Santa Ana y de San Martín, pagaban anualmente a la Catedral un impuesto de 200 sueldos de moneda del rey. Asimismo, a esta elevada contribución económica se le añadían elaboradas labores manuales, habitualmente realizadas en finas pieles. Eran los «guadamecíes», cueros adobados y adornados con dibujos y artísticos relieves. Los guadamecíes se utilizaban para retablos, cortinas, sillas de montar, tapicerías e incluso frontales de altar. Cada año se celebraba en este sagrado recinto la nominada como «fiesta de San Martín». Posteriormente, según se cita en un documento fechado en 1114, el templo ya se conoce como «San Martín del Mercado», en evidente alusión a las compraventas y mercadeos que tenían lugar en las zonas aledañas.
Bueno, pues tan sólo queda recordar la vida y obra del mítico San Martín de Tours. Martín, el luego obispo de Tours, vino al mundo en la localidad húngara de Sabaría, incluida en la comarca de Panonia, hacia el año 316. Hijo de padres paganos, recibiría el bautismo a los 22 años de edad, abandonando desde ese momento su profesión militar. Decidido a vivir en perpetua entrega a Dios y a su apostolado de verdad y justicia, Martín lograría como primera gran obra el convertir a su madre. Desde entonces comenzaba una existencia errante, dedicada a predicar por las campiñas y ayudar siempre a los más desvalidos.
Una anécdota ocurrida en aquella época refleja el carácter altruista de Martín, su enorme amor al prójimo. Cuentan que un día de intenso frío, cuando estaba con otros discípulos al abrigo de unas paredes, vio que un menesteroso, prácticamente desnudo, pedía limosna sin que nadie le prestase auxilio. Entonces Martín desenvainó la espada militar para cortar su capa por la mitad, diciendo al mendigo: «Toma, hermano, para que te alivies». Un gesto conmovedor que viene a decir, según los piadoso parámetros del cristianismo, que debemos amar a los otros como se quiere a uno mismo. Por cierto, en el interior de la iglesia leonesa de San Martín podemos encontrar, además de una imagen del siglo XVI correspondiente al titular, una atractiva pintura que representa precisamente la famosa escena de la media capa. Cuando Martín abandonó su lugar natal para viajar alrededor del mundo y predicar la vida monástica, ya gozaba de justa fama de santo entre los fieles. Innumerables episodios piadosos jalonan sus primeros años. De Hungría pasaría a Milán, donde fundó un monasterio de hombres, instalándose posteriormente en Roma. De allí viajó a las Galias, estableciendo otro cenobio en Ligugé bajo la regla de San Benito. En este lugar nuestro protagonista comenzaría a practicar la vida monástica, bajo la supervisión de San Hilario de Poitiers. Más tarde fue ordenado sacerdote y, en el año 372 y contra su voluntad, nombrado obispo de Tours. Eterno defensor de la fe e imbuido de un temperamento valiente y luchador, nunca dudó en enfrentarse con los arríanos por las mismas calles, e incluso se atrevería a pedir cuentas al corrupto Valentiniano en su propio palacio. San Martín continuaría con su tarea fundacional en muchos otros rincones de las Galias, especializándose en la formación del clero. A él se debe la novedad de dejar en cada pueblo unos encargados que se ocupasen del funcionamiento de las respectivas iglesias, creando de esta forma y en Francia la institución parroquial. Infatigable evangelizador y defensor a ultranza de los pobres y desfavorecidos, no existe un consenso generalizado sobre la fecha de su fallecimiento. Según las distintas fuentes, se habla de los años 396, 397 e incluso 400. Sea como fuere, la muerte de San Martín de Tours provocó un duelo nacional, siendo más de dos mil monjes de todas las procedencias los que acudieron para rendirle el último homenaje a una de las figuras más venerables surgidas en aquél Occidente cristiano. Santo enormemente popular y querido, su nombre señala incluso unas fechas del calendario: el cálido «veranillo de San Martín» que se da en el mes de noviembre como última etapa cálida antes del prolongado invierno.

Fuente: Diario de León

8 respuestas a «Plaza de San Martín»

La casa de los Miñón, dividía la paza en dos, osea, totalmente dividida, por ejemplo, es un ejemplo eh para que me entere, desde el bar latino o la casa del soldado hasta la bicha eso era una casa con una travesía, y a una plaza se la llamaba carnicerías y la otra plazoleta, de las tiendas, es eso???

Excelente entrada

Un saludo

S.- Justo como tú lo indicas. Existe alguna foto donde se puede ver esa casa pero no he conseguido hacerme con ella. Por ejemplo en el reciente libro publicado por la Biblioteca de León "Aquel León" se puede ver. Una lástima que ese libro no este a la venta.

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