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Calle San Juan de Prado

De las más de cuarenta calles que tiene su inicio en la monumental Avenida de Mariano Andrés, una de ellas, precisamente la primera que surge por su lado derecho, homenajea en su rótulo al mártir leonés conocido como San Juan de Prado. Una denominación bien escogida, como si el apelativo de la placa quisiera hacer honor a esta zona que en tiempos pasados era una espléndida pradera. Todo su lado derecho corresponde al Colegio San José de las Agustinas Misioneras, y una parte del inicio, al lateral de la Residencia San Agustín. Por el contrario, el lado izquierdo queda configurado por tres bloques de viviendas de similar altura y parecidas características, que han renovado por completo el entorno. De trazado mediano y recto, en ligero descenso que se hace más apreciable hacia su mitad, la arteria culmina en la calle del 19 de Octubre, justo enfrente del gran patio colegial. Fue en el curso de 1965-1966 cuando las Agustinas Misioneras se trasladaron a estas nuevas instalaciones, dejando el primitivo colegio que, hacia la altura del número 17 de Mariano Andrés, habían abierto en nuestra ciudad un 15 de octubre del año 1944. La residencia universitaria se inauguró tiempo después, en 1991. La congregación, fundada hacia 1890 por Clara Cantó, Mónica Mujal y Querubina Samarra, basa su actuación cristiana en la espiritualidad y constitución del propio San Agustín, ocupándose de la instrucción de los niños y jóvenes de esta barriada.
Juan de Prado nacía el año 1563 en el pueblecito leonés de Mogrovejo, imbuido de una fuerte vocación religiosa que le hizo ordenarse sacerdote en plena juventud. A pesar de sus fervientes deseos de convertirse en misionero rumbo a las tierras americanas recién descubiertas, el padre Juan no pudo ver satisfecha su ilusión hasta mucho tiempo después, y no precisamente en América. Nombrado provincial en Andalucía, toda su actividad pastoral estuvo volcada en la predicación popular, la formación de los religiosos y el gobierno de la Orden. Pero llegado a la madurez, fray Juan de Prado se ofreció en 1630 para viajar a Marruecos y dar a conocer en tierras árabes las enseñanzas evangélicas. A pesar de la negativa inicial del obispo, el influyente duque de Medina-Sidonia intervino en el asunto, convenciendo a las autoridades religiosas con el siguiente argumento: «Un segundo San Francisco tenemos en nuestra tierra, no podemos los hombres oponernos a las determinaciones divinas…»
Acompañado por otros dos religiosos, fray Matías de San Francisco y fray Ginés de Ocaña, Juan de Prado, desembarcaba en Magadán el 7 de diciembre de 1630. En principio fueron bien recibidos por el sultán, que les permitió comenzar su labor pastoral sin trabas. Pero la repentina muerte del gobernador trastocó todos los planes de los misioneros. Su hijo, el nuevo sultán, era enemigo acérrimo del cristianismo, aunque pese a todo los tres españoles se dirigieron a la capital de Marruecos. Allí se reunieron con los cautivos hispanos, la mayoría andaluces, para celebrar en clandestinidad las ceremonias del Domingo de Ramos. Enterado el sultán de que los prisioneros no habían trabajado ese día, montó en cólera y dispuso el ingreso en prisión de los predicadores. Cargados de cadenas y en unas condiciones terribles, fray Matías, fray Ginés y fray Juan de Prado, fueron obligados a trabajar día y noche machacando pólvora. Al no poder quebrantar su espíritu, ya que incluso se les llegó a hacer proposiciones inmorales, el sultán llamó a los religiosos a su presencia. Y, sin escrúpulo alguno, el propio monarca de Marruecos acuchillaba en la cabeza a nuestro mártir. Luego seguiría el suplicio de los azotes, la hoguera y el apedreamiento por parte de la multitud de fanáticos. En medio de una lluvia de piedras, y con los estertores de la agonía, el religioso leonés aún tuvo fuerzas para bendecir a sus torturadores antes de expirar. Era el día 24 de mayo de 1631 cuando murió, a los 68 años de edad, fray Juan de Prado. Años más tarde sus restos serían devueltos a España, y en 1884 fueron traídas dos de sus reliquias a León. Una para la Catedral, que fue recogida por el obispo don Saturnino Fernández de Castro. La otra se entregó al párroco de Pardesivil, don José Manuel Gutiérrez, para su localidad natal de Mogrovejo. Incluido en el santoral de la diócesis leonesa, San Juan de Prado sería beatificado el día 24 de mayo de 1728 por el papa Clemente XIII.


Fuente: Diario de León

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