Categorías
Calles

Calle San José

La vía del callejero leonés que lleva el nombre de San José, patrono de la Iglesia Universal, comienza en la Avenida de San Ignacio de Loyola para concluir en la de San Andrés. Apenas en su inicio aparece, a mano derecha, el Colegio Divina Pastora, las «Pastorinas», toda una institución en la barriada. Siguiendo un trayecto que discurre en curva y hacia la izquierda, pocos metros más allá se ubica el Polideportivo César Álvarez, en recuerdo al «gran capitán» del balonmano leonés. Después aparece el patio del Colegio Antonio Balbuena, poniendo punto final al aspecto más educativo e infantil de la calle. Más adelante y siempre hablando de la acera derecha, iremos acompañados hasta su conclusión de la habitual panorámica de pequeños chalés, característica de este barrio de Pinilla. La mano izquierda, por el contrario, se inicia con viviendas más altas y de otra presencia. Adornada con hileras de árboles, su moderno aspecto se va diluyendo hasta finalizar en una perspectiva similar a la de su acera de enfrente. Hablamos de una calle animada por el bullicio y la alegría de los más pequeños. Y, por cierto, también presenta una nota «fronteriza», pues nada más rebasar el Polideportivo dejamos la ciudad de León para adentrarnos en el término municipal de San Andrés del Rabanedo.
¿Desde cuándo lleva el nombre de San José? A pesar de que en el año 1955 varios vecinos solicitaban al Ayuntamiento que se diera esta denominación a un tramo de la carretera de Nava, la decisión final se toma el 11 de abril de 1957. En dicha fecha y siendo regidor municipal don Alfredo Álvarez Cadórniga, se daba lectura a un escrito del presidente de la Cooperativa de Viviendas Protegidas del Hogar Nacional Sindicalista, solicitando fueran rotuladas distintas calles del indicado Hogar con una serie de nombres propuestos. Para la travesía que divide el primer y segundo grupo de la Cooperativa, se pidió la denominación de San José. Propuesta que, una vez debatida por nuestros municipes, fue aceptada. La construcción más carismática de la calle es el Colegio de la Divina Pastora, un entrañable inmueble poliédrico de hormigón gris que ha acogido a distintas generaciones de alumnas del entorno. Su fundadora, de gran personalidad, fue Ana María Mogas Fontcuberta. Natural de Granollers, Ana María residió en Barcelona desde 1841 a 1850, cuando el liberalismo inherente a la primera revolución industrial transformaba la vida en la capital catalana. Atraída por la vida religiosa, trabará amistad con dos monjas capuchinas, de la orden terciaria, que vivían exclaustradas para dedicarse a la educación de niños y jóvenes. Una ocupación que cautivó a nuestra protagonista, decidida a consagrar su vida a los más necesitados. Así, en 1850 se trasladaba a Ripoll para ocuparse de la enseñanza y caridad con las clases medias y humildes de población. Estaba integrada en un grupo de religiosas que, bajo la dirección del capuchino P. Tous, resolvieron constituir una asociación que viviera las reglas de las capuchinas, a la que pusieron bajo la advocación de la Divina Pastora. Al año siguiente fueron reconocidas como Congregación, siendo elegida superiora la nueva madre Fontcuberta. Consideradas maestras seglares en los aspectos civiles, la muerte del dinámico P. Tous decidirá su futuro. Al no haberse concluido por entonces la redacción de las constituciones de la nueva congregación, la madre Fontcuberta ordenó ponerse bajo la protección del ordinario de Madrid. Alta personalidad religiosa que autorizaba el 16 de enero de 1872 la constitución de las Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora, una vez superados los desórdenes que trajo consigo la agitada revolución de 1868. La congregación de monjas llegaría a León en 1945. Primero se instalaron en la casa sacerdotal de San Francisco de la Vega, más tarde se fueron a Trobajo y después a la calle Relojero Losada, siempre avecindadas en este entorno obrero. Finalmente las Pastorinas, nombre con que al parecer fueron bautizadas por el ingenioso periodista Lamparilla, se instalaron en el edificio de la calle San José, desde el que siguen preconizando su vieja filosofía de amor y sacrificio.
En cuanto al protagonista de la calle comentaremos, como todo el mudo sabe, que se trata de un santo artesano y carpintero, humilde menestral de Nazaret, cuya fiesta es una de las más celebradas durante el año, además del tradicional Día del Padre. Una celebración de enorme raigambre, que se remonta muy lejos en la historia de la Iglesia. Basta con recordar que el Papa Sixto IV, cuyo pontificado se prolonga entre 1471 y 1484, dispuso que se celebrase la fiesta del Glorioso Patriarca en toda la Iglesia. Posteriormente, Gregorio XV (1621-1623) y más tarde Urbano VIII (1623-1644), en la misma onda, declaraban la festividad de San José como obligatoria para todo el orbe católico. Un par de siglos más tarde, su Santidad Pío X proclamaba a San José como Patrono de la Iglesia Universal. Y en tiempos más recientes, Juan XXIII incluía su nombre en el Canon de la Misa, además de invocarle como protector del Concilio Vaticano II. Bien conocida es la costumbre de los antiguos artesanos leoneses de agruparse en cofradías gremiales, bajo la advocación de un santo protector de su oficio. Además de una finalidad de tipo piadoso y religioso, estaba reglamentada la obligación de un sufragio para los cofrades fallecidos y auxilio material en caso de paro e indigencia. Las cofradías también atendían la ordenación de menesteres laborales y la defensa de posibles intromisiones de otros artesanos de parecido oficio. Con ello, y tal como aseguran los expertos en este fascinante tema, se establecía una perfecta simbiosis entre los compromisos materiales y los acentos espirituales del trabajo. Como es lógico dado el oficio de San José, los trabajadores de la madera leonesa le eligieron en calidad de abogado protector.
Por los datos recabados de unos y otros autores, la primera cofradía de los carpinteros locales se fundó en el siglo XVI, posiblemente hacia el año 1556, siendo su sede el desaparecido convento de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en la céntrica y hermosa plaza del mismo nombre. El primer abad de los madereros, que celebraban su mayor solemnidad religiosa el día del santo patriarca, también se llamaba Domingo. En concreto, era el maestro artesano Domingo de Posada. La cofradía agrupaba en aquella primera época a los obreros que extraían la madera de los árboles, para luego aplicarla a los edificios en proceso de construcción. Así ocurrió en las obras de la Catedral, al igual que en la totalidad de monumentos leoneses. Dentro de la agrupación sobresalían los «serradores», cuyos talleres estaban diseminados por la calle actual que lleva idéntica denominación. Es decir, la que corre pareja a la muralla y que va desde Puerta Obispo a la Torre de los Ponce. Aunque al parecer hubo otra cofradía de San José distinta a la anterior, fundada en 1587 por Juan Robles y que tuvo su centro social en la parroquia de Nuestra Señora del Mercado, lo cierto es que ambas agrupaciones unieron sus fuerzas y efectivos a partir de la Desamortización de 1835. La nueva sede se estableció definitivamente en la parroquia del Mercado, resurgiendo en 1862 la bautizada como «Cofradía del Glorioso Patriarca San José». Todas las informaciones de la época apuntan al maestro artesano Pablo Folledo como primer abad.
Pero la festividad de San José, el 19 de marzo, no se circunscribe a los eventos relacionados con las veteranas actividades gremiales madereras. Esa misma fecha se asocia con el llamado «Día del Seminario», que cuenta con el patrocinio del santo patriarca para reavivar y reafirmar las vocaciones encaminadas a la formación de nuevos sacerdotes. Todo sea con tal que el apostolado se mantenga fiel a la fe, a la verdad y a la autoridad de Dios.

Fuente: Diario de León

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.