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Calle de Valle Inclán

Tenemos constancia documental de que, a mediados del pasado siglo XX, en lo que se conocía como barrio de la Sal sólo había una calle, la denominada calle A, bautizada al pasar el tiempo con el nombre de Sahagún. Todo lo demás, y aún hoy en día pueden contemplarse grandes extensiones verdes, eran prados que circundaban la ciudad por el lado derecho de la entonces llamada carretera de Zamora. Desde luego existía alguna casa aislada, en un entorno primitivo y carente de los servicios más básicos. Transcurrieron los años, incluso las décadas, y se fueron formando nuevas calles, surgiendo en este proceso la que ahora conocemos como Sevilla. Una vía que en la década de los ochenta vio cortado su recorrido, quedando dividida en dos partes: un primer tramo que conserva la denominación original, y un segundo bautizado con el nombre de Valle Inclán. Así, nuestra calle de hoy comienza en la que homenajea a don Miguel de Unamuno, otro escritor y filósofo de talla, para concluir en la extensa calle de Orozco.
Es pequeña, recta y estrecha, además de estar plenamente integrada en el vetusto entramado urbano que caracteriza a la barriada, recibiendo el nombre de aquel «eximio escritor y extravagante ciudadano», tal como lo definió el dictador Primo de Rivera. La calle en sí no tiene nada excepcional en relación con el resto de la barriada, ofreciendo por lo tanto una panorámica habitual en la que se entremezclan viviendas de pequeño tamaño, de una y dos alturas, aderezado el conjunto por algún solar en proceso de construcción.
Don Ramón María del Valle Inclán, cuyo nombre auténtico era Ramón Valle Peña, nació en la hermosa localidad pontevedresa de Villanueva de Arosa, el año 1866. Personaje polémico, seductor y brillante, iniciaría la carrera de Derecho, aunque sin lograr terminar los estudios. Muy al contrario, siguiendo ese espíritu aventurero que siempre significó su vida, se embarcó hacia Méjico, viviendo en aquel luminoso país una serie de peripecias personales, algunas inventadas y otras reales, que sin duda influyeron tanto en su vida como en su prosa. De regreso a Madrid iniciaba una existencia bohemia, convirtiéndose en un personaje sumamente popular en la capital de España. Hombre de temperamento irascible y violento, a causa de una riña tabernaria recibiría una herida que acabó por infectarse y producirle la pérdida del brazo izquierdo. Así entró Valle en la nómina de mancos ilustres, de gran tradición entre los literatos españoles. La característica figura de Valle Inclán, con el chambergo y la chalina tan habituales a principios de siglos, rematadas por la luenga barba y una tupida melena blanca, se adueñó de la noche madrileña, ratificando esa fama de escritor de primera fila de la que ya gozaba en los ambientes intelectuales. No en vano había publicado, entre los años 1902 a 1905, las cuatro entregas de sus famosísimas «Sonatas», bellas narraciones teñidas de un lirismo modernista. A pesar de su extravagante indumentaria y los estallidos de mal genio, Valle Inclán era un autor disciplinado, sumido en interminables apuros económicos, que debía escribir a diario para mantener a su familia. Así fueron apareciendo puntualmente sus narraciones históricas, significadas por una sorprendente nostalgia carlista, que le procuraron una fama definitiva entre los lectores españoles.
Pero su mayor logro literario llegaría en 1920 con «Luces de bohemia», calificado como un «esperpento» que pretendía deformar vitriólicamente la realidad de aquel país atrasado y miserable. Valle Inclán ya fue considerado en vida como la máxima figura del teatro nacional en los últimos tres siglos, género al que pretendió insuflar, según sus propias palabras, «la misma emoción que se vive en una corrida de toros». Con el advenimiento de la esperada República en 1931, parecieron acabar las eternas privaciones sufridas por el genial escritor. Gracias a las influencias de sus muchos amigos, fue nombrado director de la Academia Española en Roma.Pero, desgraciadamente, llegaría por entonces la inevitable decadencia física y nuestro escritor gallego protagonista, enfermo ya de cáncer, regresaría a sus tierras gallegas para morir en Santiago de Compostela, el año 1936.

Fuente: Diario de León

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