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Plaza de Don Gutierre

Antes era una plaza relativamente amplia, tranquila y con cierto regusto a leyenda de capa y espada, pero desde comienzos del pasado siglo y en años posteriores la piqueta se iría encargando de derrumbar las viejas casas que le daban ese particular encanto de otros tiempos. Al día de hoy se ha convertido en un espacio urbano de trazado moderno e insulso, en total consonancia con la estética que impera en los inicios del tercer milenio. Menos mal que esta antigua Plaza de los Boteros aún conserva, aunque muy deteriorada, esa que se ha dado en llamar casa-palacio de Don Gutierre, que al menos por su blasón rememora otras épocas y sus legendarios fastos. Siempre ha estado dividida en dos diferentes niveles y nunca, al menos que sepamos, ha presentado tantos escalones como los implantados tras la última remodelación: entre 6 y 8 en la parte más alta. En realidad, la zona inferior era en sí misma una pequeña plazoleta por la que podían circular libremente los vehículos, al tiempo que comunicaba con la inmediata calle de Zapaterías. Allí hubo primeramente cuatro bancos situados en forma circular y que luego desaparecieron, al inicio de la década de los ochenta, quedando entonces limitado su espacio central y adornándose con un pequeño arbusto, hasta que los turismos invadieron toda esta pequeña plazoleta y contribuyeron a su desaparición.
Tres escalones permitían el acceso a la parte superior, en la que casi siempre hubo otros cuatro bancos para el reposo y descanso de cuantos viandantes acudían al enclave por las cercanas y empinadas calles de Los Castañones o Las Carbajalas. Hoy la plaza de Don Gutierre, después de múltiples vicisitudes y párcheos, ha sido toda ella remodelada, al compás del proceso de peatonalización que ha experimentado nuestro popular y carismático barrio del Mercado. La parte inferior es peatonal, y distintos escalones a diferentes niveles conducen a la parte superior, en la que se han habilitado algunos bancos de granito y en donde se realizó un tímido intento de adornarla con jóvenes y tímidos arbustos, aunque la primitiva mano del hombre se ha encargado de hacer desaparecer todo tipo de ornato vegetal. En toda la plaza, cuyo inicio y final se encuentra en la misma calle Zapaterías, sólo existe una placa que indica su nombre, instalada en el antiguo colegio Guzmán El Bueno, hoy Centro Público de Educación de Personas Adultas.
El caserío, como hemos dicho anteriormente, ha experimentado en los últimos tiempos, un considerable y gratificante progreso. El ejemplo de mejora más notable lo encontramos en el señero edificio que, con vuelta a la calle Cascalería, es una obra del arquitecto Manuel de Cárdenas fechada en 1903. Sería reconstruido al inicio de la presente década, después de casi diez años que el proceso estuvo paralizado a causa de distintos procesos judiciales que enfrentaron a inquilinos y propietarios. La espera mereció la pena, pues nos encontramos ante el mayor edificio de viviendas que se erigiera a principios del siglo XX. Queda todavía un gran punto en el enclave, ese icono histórico leonés que supone el viejo caserón que se alza en la plaza y en la actualidad, afortunadamente, restaurado.
Pero acerquémonos hasta este rincón del León antiguo en una de las noches de verano, para sentarnos en uno de los bancos y contemplar un caserón al que la historia, o la leyenda, relaciona con aquel ilustre personaje leonés que fuera don Gutierre Fernández de Castro. Un caballero tan notable que el propio Alfonso XI, distinguiera con el siguiente lema: «Nobleza de corazón tuve siempre por blasón». Habrá que remontarse hasta el año 1330, cuando además de los sucesos de la calle Matasiete, recordemos a los caballeros don Gil Pérez y don Juan de Velasco, las calles de la ciudad se llenaron de sangre. Cuatro soberbios miembros de la nobleza local, don Ramiro Núñez de Lara, don Pedro Álvarez Osorio, don Pedro Ruiz y don Juan Robles, se sublevaron contra el monarca. Pero un grupo de leales vasallos, entre los que se contaba Don Gutierre, reduciría a los sublevados, abortando tan tremenda conjura. Una vez presos, los traidores fueron llevados al castillo de Cea, donde sufrieron el castigo a su desafección. Después de aquellas enconadas luchas, la paz volvería a la atribulada ciudad. El rey, agradecido, colmaría de bienes a sus leales. Así, a don Juan Ramírez de Guzmán le nombró corregidor de León; a don Pedro de Pernia, gobernador de las torres de la ciudad; al bachiller don Antonio Valderas, rector de la Universidad de Patencia; y a Don Gutierre…, no pudo nombrarle nada, al manifestar al monarca su deseo de dedicarse a la vida monástica. Cuenta la tradición que se despidió, vistió traje de peregrino y una mañana, muy temprano, abandonaría su casona para, a través de Cascalería y La Rúa, tomar la ruta jacobea. La leyenda y la historia se entremezclan para narrarnos que alcanzó al monasterio de Sobrádelo, donde llegaría a ser abad, siendo postulado más tarde a la mitra compostelana. Aquí concluyen las últimas referencias que se tiene sobre aquel esforzado leonés, aunque sabemos que durante los últimos años del reinado de Alfonso XI existió un Gutierre que ocupó dicha jerarquía eclesiástica. No debemos olvidar en semejante trance caballeresco a la Posadera Aldonza, cuyo mesón de la calle Corta estaba comunicado secretamente, por un pasadizo, con la residencia de Don Gutierre. Los viejos relatos también relacionan la azarosa vida de nuestro personaje con otro tipo de batallas, en este caso las perdidas del amor. Enamorado de una hermosa dama leonesa de alta alcurnia, doña Leonor, hija de Pedro Núñez de Guzmán, la relación no pudo salir adelante y, apenado por este fracaso sentimental, nuestro protagonista decidió vestirse de peregrino y partir hacia Santiago. No obstante, su memoria sigue bien presente gracias a ese impresionante escudo nobiliario rodeado de bonitos relieves, coronado de casco y dividido en cuatro cuarteles en donde figuran las familias de los Villafañe, Tapia, Quiñones y Herrera. El ahora restaurado edificio está fechado en el XVIII, erigiéndose sobre el que fuera palacio de Don Gutierre. Entre los múltiples usos que ha tenido este caserón, diremos que hacia 1860 sirvió como alojamiento al famoso casino local de «La Amistad», recordado entre otras cosas porque en sus instalaciones se celebró jubilosamente la toma de Tetuán. En la primera mitad del pasado siglo sería adquirido por el aparejador municipal con la idea de restaurarlo, cosa que no hizo. Finalmente fue casa de vecindad y, debido a los distintos cambios de propietarios, llegó hasta hace pocos años a un lamentable estado de desidia y deterioro. Concluiremos con una referencia al torreón que, avanzando unos metros sobre el resto de la fachada, se halla en uno de los laterales. Alcanza las cuatro alturas y forma un conjunto con el edificio, diferenciándose por quedar a ras del suelo, no como el resto del inmueble que al haberse rebajado el suelo, precisa de escaleras para acceder al interior.

Fuente: Diario de León

2 respuestas a «Plaza de Don Gutierre»

si no recuerdo bien el palacio de don gutierre no es este que se conserva, sino el torreonado edificio de cardenas que hace esquina con cascalerias, (segun el libro leon perdido) si realmente esto es cierto (como parece)

deveria rectificarse esta desinformación, e incluso hacer un articulo de este, ya que yo sepa aun se conservan partes del palacio en la fachada y patios. y en el museo de leon el dintel del portico retirado,
(OMNE SOLIUM VIRO FORTE PATRIA EST)

Rico.- Como bien dices muchos historiadores situan el verdadero Palacio de Don Gutierre en el solar que tu indicas y que probablemente fue derruido a finales del siglo XIX principios del XX para construir los edificios realizados por Manuel de Cardenas.

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