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Calle Baltasar Gutierrez

Hoy nos encontramos en una calle prácticamente desconocida para la mayoría de los capitalinos, salvo que residan en sus proximidades o que por diversas razones hayan podido percatarse de su nombre porque, ¿dónde puede quedar la calle de Baltasar Gutiérrez? ¿Y quién era este personaje, merecedor de que su nombre figure en un rótulo callejero?.
Pues empezaremos diciéndoles que la calle parte de la que lleva por nombre el de Murías de Paredes, incluso tuvo con anterioridad la denominación de Travesía de Paredes. Termina en una, durante años inconclusa y semiabandonada plaza, que afortunadamente parece que actualmente se esta remodelando, sita en la calle Cabeza dé Vaca. Para qué nos entiendan mejor;doñde se inicia la travesía dedicada a Santo Tirso. Es pequeña, una especie de curiosidad o apaño urbanístico diseñado a remolque del tirón urbano experimentado por esta barriada en los últimos tiempos. Constituye de algún modo, en el cada día cambiante paisaje capitalino, una especie de puente entre las tres calles que la delimitan. Sólo hay que ver que apenas ocupa una acera, con treinta metros escasos de longitud que sirven de transición entre los pasajes más modernos de Murías de Paredes y Cabeza de Vaca. De frente y en claro contraste, tanto por su antigüedad como por el aspecto estético, la más larga y cuidada calle de Santo Tirso. Son, como decimos, los últimos vestigios de esta vieja barriada, con casas de planta baja o una altura, de ladrillo y aspecto desfasado en contraste con la vitalidad de sus cercanías.
Descendiente de uná familia de célebres artistas y artesanos, como lo fue su padre Alfonso Gutiérrez, Baltasar sería bautizado en la cercana parroquia de San Martín. Desde muy joven le encontramos trabajando en las obras de la Catedral leonesa, junto con el maestro Juan López de Rojas. Hombre, por cierto, que tuvo decisiva influencia en la evolución artística de nuestro Baltasar Gutiérrez.
A la muerte de Rojás, Báltasar Gutierrez solicitaba el cargo de maestro mayor, siendo atendida su petición, en agosto de 1571 y participando: desde entonces en la construcción y ordenación arquitectónica del templo capitalino, auténtica joya leonesa. Después de haber conocido los reinados de Felipe II y Felipe III, momento en que se inicia la decadencia del antaño todopoderoso imperio hispano dejará las obras catedralicias en el año 1608. A los dos años trabaja nuevamente en el trascoro de la Catedral, junto con otros destacados artistas como Juan de Badajoz o Francisco de Carranceja, labrando las claraboyas del templo y siéndole reconocido su excepcional talento. Asimismo, en la plenitud de sus facultades artesanas, dejará sus huellas en la sacristía y el oratorio, así como en las bóvedas y gárgolas. Durante todo este tiempo realizará diversos proyectos de obras en la ciudad, como la gran escalera del claustro de San Isidoro o en el año 1588 las trazas para el edificio clasicista de la iglesia de San Marcelo, cuya dirección llevaba Juan de Ribero Rada, terminadas hacia 1625. También se ocuparía por entonces de restaurar muchos de los deteriorados monumentos leoneses. En 1595 se encargó del proyecto de derribo de la vieja y ruinosa torre de la iglesia de San Martín, levantando una nueva de ladrillo y piedra, siendo su yerno Pedro de la Torré el ejecutor de los arreglos realizados en el templo. Baltasar Gutiérrez dejó en la Pulchra Leonina los dos relojes de sol que para la mayoría de los ciudadanos pasan desapercibidos. Ambos se hallan en la torre del mediodía, llamada lógicamente del Reloj, uno incrustado en ella y el otro grabado. Se deben, como decimos, al maestro Gutiérrez, que los realizó sobre 1569, cuando aún trabajaba con el maestro Juan López.

Fuente: Diario de León

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