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Calle Padre Ampudia

Ya hemos repetido en diferentes ocasiones que una de las mejores, si no la mejor baza urbanística de futuro que tiene la ciudad, sigue siendo el pujante Polígono de Eras de Renueva, un espacio dejado de la mano por las instituciones durante décadas y que, al día de hoy, reúne todos los condicionantes con respecto a calidad de vida que deben exigirse a las calles leonesas del mañana. Y es que una vez más nos hemos acercado hasta dicho Polígono, a una de las calles que homenajea en su placa al entrañable párroco que fuera de esta zona, don Rafael Ampudia González. Enclavada a unos minutos del centro de la ciudad, al igual que sus inmediatas presenta un trazado mediano y en ligera pendiente, de buena anchura y limitada al tráfico rodado hasta su mitad. Comienza en la calle Las Campanillas, concluyendo en la prolongada avenida de los Reyes Leoneses. Desde el inicio hasta la conclusión comprende una panorámica de grandes y modernos bloques de viviendas, enriquecida por algunas franjas verdes, áreas polideportivas y un ambiente en general de zona residencial. Fue en octubre de 1997 cuando el Ayuntamiento cambió el rótulo callejero que hasta entonces lucían los dos primeros bloques de la calle, que por su parte posterior miraban hacia el futuro Polígono de Eras y tenían el nombre de Campanillas. Curiosamente, la nueva denominación de Padre Ampudia ocasionaría ciertos enfrentamientos entre una parte del barrio y el colectivo de vecinos afectados. No incluida en ninguna de las guías oficiales de la ciudad, el nombre elegido lo fue en recuerdo al anterior sacerdote y párroco de la cercana iglesia de San Isidro Labrador, erigida por decreto episcopal de fecha 15 de mayo de 1966. Ocupaba la citada parroquia los bajos de un local comercial con vuelta a la calle Campanillas y la avenida 18 de Julio, hoy prolongación de Padre Isla. Supuso en aquellos momentos el número quince de las parroquias existentes en la ciudad, al segregar su territorio de la parroquia de San Juan y San Pedro de Renueva, siendo prelado de la diócesis el recordado don Luis Almarcha Hernández.
Precisamente el día de San Isidro del pasado año 2000, el nuncio del Papa en España, don Manuel Monteiro de Castro, y el recientemente jubilado obispo de León, don Antonio Vilaplana Molina, bendeciría la nueva iglesia del mismo nombre, instalada en una de las calles del Polígono de Eras de Renueva.
Nacido en la localidad de Villamizar el 22 de enero de 1928, Rafael Ampudia González era hijo de Matías y Juliana. Sus vecinos aún le recuerdan como «el auténtico sacerdote de vocación, humano, muy humilde y siempre pendiente de los ancianos y de la gente más necesitada». Efectivamente, cursaría estudios en el Seminario de León, recibiendo el presbiterado el 29 de marzo de 1952. Su primer destino sería como coadjutor en Villlón, desde el 31 de octubre de 1952 al 23 de enero de 1953. Sociólogo de profesión, desde el mes de enero de 1953 fue profesor supernumerario en el Seminario Menor San Isidoro, además de docente en la Escuela social «Nuestra Señora del Camino» a partir del 16 de octubre de 1961, donde era especialmente querido por sus alumnos. De marzo a octubre de 1962 sería nombrado coadjutor en la iglesia de San José, de Las Ventas. Y en vísperas de las Navidades correspondientes al año 1966, ocuparía un puesto de vocal en la Comisión Diocesana.
El Padre Ampudia fue además arcipreste de San Marcelo y miembro del Consejo Presbiteral, aunque su mayor dedicación personal la centraría en los fieles de la llamada Tercera Edad. Sería el fundador del Hogar «Víctor de Felipe», centro de recreo y esparcimiento para los ancianos de la parroquia de San Isidro Labrador, a la que se incorporó como ecónomo el día 1 de enero de 1970. Y no sólo esto, pues también organizó varias mini-residencias en distintos edificios capitalinos, destinados a la acogida de los mayores leoneses carentes de recursos económicos. Afectado por un devastador cáncer, falleció el 13 de marzo de 1993, a los 65 años de edad, sin ver cumplido el mayor de sus sueños: la creación de esa iglesia que habría de aguardar hasta el año 2000. Su funeral, en el que participó el obispo de León, Antonio Vilaplana, y más de un centenar de sacerdotes de toda la diócesis, supuso una auténtica manifestación de dolor popular. Tras el oficio celebrado en la parroquia de San Juan y San Pedro de Renueva, alrededor de un millar de asistentes dedicaron los últimos aplausos al hombre que dejaría eterna huella en el barrio.


Fuente: Diario de León

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