Categorías
Calles

Calle Doña Urraca

Calle Doña Urraca

Calle Doña Urraca - placa

La calle Doña Urraca comienza en la Avenida del Doctor Fleming, para terminar en la calle Babieca, muy cerca de las naves o depósito donde se reparan y recomponen las máquinas de Renfe. Recta y en evidente descenso, más marcado en el inicio, es una de las vías más largas de todo este entorno, hasta el punto de prolongarse por dos municipios diferentes: León y San Andrés del Rabanedo. Así, en su dilatado trazado se dan todo tipo de construcciones arquitectónicas. Desde las casas más modernas y altas de su inicio, que luego van decayendo en cuanto a modernidad y prestancia estética, sensación que se hace más pronunciada al pisar el término municipal de San Andrés, tal como señala un letrero bien visible que se ha emplazado en aquel punto. Allí, dividida por León y San Andrés, está la cooperativa de viviendas de Renfe. Situada en el bario de la Sal, contaremos brevemente el relato acerca del origen de este sorprendente nombre de La Sal, y es que en los años treinta existía, a la izquierda del tristemente famoso paso a nivel, una tienda de ultramarinos, dedicada principalmente a la venta de comestibles. Después de la guerra, y como quiera que la sal era un condimento muy preciado y escaso en aquella época de racionamiento, no se le ocurrió al tendero más que mezclar azúcar con sal, siendo lógicamente denunciado y multado. Desde entonces la tienda pasó a ser conocida como «la del tío de la sal», comenzando a conocerse en la zona como «de la sal». Nombre que, con el correr de los tiempos, adoptaría toda la barriada.
Pues bien, a pesar de que el diccionario nos indica, en términos zoológicos, que la urraca es un pájaro córvido muy domesticable y «hablador», capaz de remedar palabras y amigo de robar todo tipo de objetos para su nido, el nombre de la calle hace mención evidente a una mujer correspondiente a la nobleza leonesa de la antigüedad. Pero, dada la cantidad de «Urracas» que han ocupado puestos relevantes en León a lo largo de su dilatada historia, ¿a cuál de ellas se refiere?. Sin pretender hacer un recuento exhaustivo, pues seguro que se nos escapa alguna Urraca, vamos a recordar una lista de aspirantes bien cualificadas para ser las destinatarias de este homenaje callejero. Antes del año 1000 ya existió una doña Urraca que fue hija de rey, esposa de rey y madre de rey. Hija de Sancho I de Navarra, contrajo matrimonio con Ramiro II de León y fue madre del monarca Sancho I.
Poco después aparece otra doña Urraca, reina de León y de Navarra, muerta hacia el año 1005. Era hija del mítico conde castellano Fernán González, uno de los grandes muñidores en el nacimiento del reino de Castilla, y estuvo casada con el leonés Ordoño III, de quien tuvo al rey Bermudo II. Muerto el monarca leonés, casaría posteriormente con Ordoño IV y más tarde con Sancho III Garcés de Navarra, unión de la que nacería el heredero de la corona.
Varias infantas ostentan también el característico nombre de Doña Urraca, como la hija natural del emperador Alfonso VII y la dama asturiana Gontrodo Pérez. A pesar de lo irregular y censurable de sus orígenes, contrajo un buen matrimonio con el rey García V de Navarra. Una vez viuda se asentó en Asturias actuando como gobernadora, lugar donde se casó nuevamente con el noble Alvar Rodríguez. En fin, no acaba aquí la larga lista de Urracas relacionadas con León, pero sí que ha terminado nuestro espacio.
Pero no, nuestra gran protagonista es la reina doña Urraca, nacida hacia el año 1080 de la unión entre el monarca Alfonso VI y doña Constanza, su segunda esposa. Confiada por su regio padre a la custodia del conde Pedro Ansúrez, fiel y entregado sirviente, Urraca contrajo matrimonio con Raimundo de Borgoña, hermano del futuro papa Calixto II. Destacado en la lucha contra la morisca, el rey Alfonso concedió la mano de su hija a aquel noble extranjero, celebrándose la unión en 1095. De la pareja nacieron dos niños, Alfonso y Sancha, que en plena infancia recibieron la triste noticia de que su progenitor Raimundo había fallecido en Grajal de Campos, el año 1107.
Cuando murió Alfonso VI, en 1109, la joven viuda tenía cerca de treinta años al recibir el señorío del reino, además de los consejos del moribundo acerca de contraer un nuevo matrimonio con Alfonso I de Aragón, llamado el Batallador. A pesar de que Doña Urraca no estaba enamorada del navarro, con quien le unían lazos de parentesco, siguió los últimos consejos del padre y la boda tuvo lugar ese mismo año de 1109. Pero las disensiones entre la pareja no tardaron en aparecer, alentadas por el arzobispo de Toledo, don Bernardo.
Existen varias versiones que explican las diferencias que alejaron a los reyes. Según algunos, la causa principal se encontraría en las liviandades y ligerezas de Doña Urraca, relacionada con otros hombres. Otros historiadores, sin embargo, estiman que el origen del problema se centra en la ambición de mando del rey aragonés. Otros en cambio, afirman que don Alfonso era valiente, esforzado y guerrero, pero consideraba que su sujección a una mujer constituía motivo de vergüenza. Por su parte, Doña Urraca deseaba disponer y mandar como reina y soberana, siendo arbitro supremo del imperio heredado de sus antepasados. De las discusiones se pasaron a los hechos y así Doña Urraca, en conversación mantenida con el conde gallego don Fernando, aseguró: «Toda persona noble tiene que dolerse no sólo de que frecuentemente me deshonró con palabras torpes, sino también de que mi rostro se vio turbado muchas veces con sus sórdidas manos, y de que me golpeó con su pie». Bajo estas premisas no resulta extraño que se produjeron conflictos armados entre el bando aragonés y los partidarios de la casa Borgoña. A eso se sumaron insurrecciones protagonizadas por distintos estamentos de la nobleza, e incluso la fratricida pelea que doña Urraca entabló con su hermana Teresa.
Entretanto, a pesar del vaivén de peleas y reconciliaciones que vivía la real pareja, el hijo de Doña Urraca, el infante don Alfonso, fue consagrado como nuevo rey en la ceremonia que tuvo lugar en Santiago de Compostela, el 17 de septiembre de 1111. Cuando el infante fue creciendo hasta hacerse hombre, los rumores sobre la dudosa moralidad de doña Urraca enturbiaron las relaciones entre madre e hijo. Finalmente, por unos u otros motivos, Alfonso I el Batallador repudiaba definitivamente a su esposa en el año de 1114.
Incluso la muerte de Doña Urraca, calumniada en vida hasta el absurdo, está repleta de leyendas y mentiras. Algunas afirman que falleció reventada en el umbral de la basílica de San Isidoro, por haberse apoderado de los tesoros del templo; otros aseguran que estaba presa en una iglesia por mandato de Alfonso VII.
La historia nos cuenta que, lejos de injurias y embustes, Doña Urraca acabó sus febriles días en Saldaña, el 8 de marzo de 1126. Fue enterrada en el Panteón de los Reyes, en el mismo San Isidoro, grabándose un retrato suyo, en bajorrelieve, en la piedra superior del sepulcro.

Calle Doña Urraca en León
Fuente: Diario de León

Una respuesta a «Calle Doña Urraca»

calle que conozco de toda la vida, porque me crié en esa zona, es una calle partida en dos barrios el crucero( la foto es de la zona junto al paso a nivel) y en dos municipios

como curiosidad, siempre fue una calle calentita para dejar aparcado el coche y no sufriera por las heladas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.