Calle Benito Arias Montano

La prolongada y recta calle que lleva la denominación de Benito Arias Montano, es quizá la arteria más larga de todas las que componen el barrio de San Esteban. Tiene su comienzo en una mínima plaza que dignifica un tanto la empinada vía que homenajea a la Dama de Arintero, para desembocar en la que evoca a los Héroes de Filipinas. La calle discurre en un modesto declive con badenes más pronunciados hacia su parte final. Hasta 1935, en tiempos de la República, era simplemente la Calle A del barrio de San Esteban, tomando en esa fecha la denominación de calle del Barrio y en la década de los sesenta, el definitivo de Benito Arias Montano. Una decisión más que acertada, pues este ilustre canónigo que vivió allá por el siglo XVI, estuvo más de veinte años residiendo en León. Concretamente en el Priorato de Santiago de la Espada, como se decía entonces a lo que hoy conocemos como monasterio de San Marcos. Por ello, la ciudad le ha dedicado una calle que recuerde tanto su nombre como su obra, dejando constancia para las generaciones venideras de tan ilustre visitante. En cuanto al caserío, la hilera de viviendas que conforman esta modesta arteria presenta edificios de mediano tamaño, combinados con casas de una altura y bastante veteranía a sus espaldas, rematando el panorama alguna vivienda de mayor calado estético y vecinal que aporta una nota de optimismo a su conclusión.
Nacido en la población extremeña de Fregenal de la Sierra, en 1527, era hijo de un notario del Santo Oficio, cabeza de una familia hidalga. Dotado de una precoz inteligencia, a los 19 años estudiaba en Sevilla, desde donde pasaría a Alcalá de Henares, doctorándose en filología bíblica. Posteriormente se estableció en León, ordenándose sacerdote e ingresando en la Orden de Santiago el año 1560. Aquí residiría durante más de dos décadas, completando en este tiempo su formación como poeta, matemático, profundo teólogo y canonista, además de lingüista especializado en idiomas árabes y hebreos. Como recuerdo de su paso por León, se conserva en la librería del convento un ejemplar de la Biblia Regia donado por Arias Montano, como lo prueba su dedicatoria personal al monasterio de San Marcos.
Don Martín Pérez de Ayala, el entonces obispo de Segovia, le llamó en 1562 para acompañarle al importante Concilio de Trento, donde Arias Montano desarrolló una excelente labor. A su regreso, daba muestras de su talento literario al redactar el «Comentario a doce Profetas». Reconocido por el rey como un extraordinario humanista, Felipe II le pidió consejo en 1568 a propósito de un proyecto que le habían presentado para su aprobación. Se trataba de redactar una Biblia Políglota, editada en Amberes por un tal Plantino. Arias Montano partió de inmediato hacia Flandes, con la misión de revisar las pruebas de cada página y escribir algunos prólogos y tratados de cultura bíblica que habrían de incluirse en el postrer volumen. Responsable último de la edición, en abril de 1572 se desplazaba a Roma para solicitar la aprobación del Papa. Conseguida la bendición papal, la erudita y documentadísima Biblia Políglota, impresa en ocho volúmenes, quedaba concluida ese mismo año de 1572. De vuelta a España, su nueva ocupación sería dirigir la Biblioteca real en El Escorial, para la que adquirió numerosos ejemplares en el transcurso de sus viajes a Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y los Países Bajos.
A partir de los ataques realizados por algunos ultramontanos, como el profesor de la Universidad de Salamanca León de Castro, contra la Biblia Políglota y el propio Arias Montano, don Benito se retiraba a su propiedad de la Peña de Aracena, en Sevilla. Allí, en idílico contacto con la naturaleza y gozando siempre del favor real, transcurrieron los últimos diez años de su vida, dedicado como siempre al estudio y la escritura. En 1598, rodeado de discípulos y admiradores de su extensa y contundente obra, moría en la propia Sevilla don Benito Arias Montano, una lumbrera de la inteligencia española en el siglo XVI.