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Mitos y leyendas

El Tributo de las Cien Doncellas

El Tributo de las Cien Doncellas

Cuatro reyes de la monarquía astur-leonesa van a recibir este apelativo de «Reyes Holgazanes»: Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo I el Diácono, que reinarían desde el año 762 al 791 y así lo reciben porque muy poco hicieron en favor de la Reconquista. Bien es verdad que coincidieron con el reinado de Abderramán I, que personificaría la unidad de las fuerzas árabes.
La tradición popular les ha colgado a estos reyes la leyenda del tributo de las cien doncellas, pacto que se supone hecho por alguno de estos príncipes, quizá Mauregato con el soberano de Córdoba mediante el cual se comprometían a entregar anualmente cien doncellas para el harén de los califas.
Esta popular tradición, bien interpretada por la crítica, indica que mediaron tratados de paz entre los reyes cristianos y los califas y que pidieron mujeres cristianas que voluntariamente quisieran tomar esposos musulmanes. El historiador palentino, formado en León, don Modesto Lamente, que vivió entre los años 1806 y 1886, interpreta esta fábula en el sentido de que, siendo muy escaso el número de mujeres en relación con el de hombres en terreno árabe, tal vez los califas pidieran a los reyes astur-leoneses, con quienes mantenían entonces relaciones de paz y amistad, que les enviasen como gran favor y no en calidad de esclavas, cuantas mujeres descaran tomar esposos musulmanes.
Pero Ramiro I, que reina desde 842 al 850, aún con un corto reinado se abre a la Historia de España con recuerdos emotivos, por la legendaria batalla de Clavijo y por el legado arquitectónico de un arte que lleva su nombre, estilo ramirense, con bellas expresiones en los templos de Santa Cristina de Lena, San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco, además de amurallar León y combatir a los normandos.
Se le atribuye también la batalla de Clavijo y, a consecuencia de ella, el Voto de Santiago, aunque la crítica del abate Masdeu no la sitúa sobre este monarca. A esta batalla se le adjudica la liberación del tributo de las cien doncellas. Y es que el Voto de Santiago fue instituido por tal acontecimiento. Lo instituyó en el año 1643 el rey don Felipe IV, consistente en entregar mil escudos de oro por el jefe del Estado o en quien él delegue, al Apóstol el 25 de julio, festividad de Santiago. Hay otra ofrenda en los años de jubileo santo, que son aquellos en que la festividad de Santiago cae en domingo; se denomina Ofrenda Nacional de la Traslación. Pero la verdadera batalla de Clavijo se dio en tiempos de Ordoño I, que reinó desde el 850 al 886 y no contra el califa, sino contra el Moro Muza, renegado español y walí de Zaragoza, que era uno de los nobles renegados, los Baní Qasi, que dominaban las tierras navarras y aragonesas y amenazaban a los colonos instalados en los valles del Duero y en tierras alavesas y riojanas. Se había sublevado contra el califa fundando un estado musulmán independiente aunque poco duradero; logró casar su hija con Don García de Navarra, el cual murió peleando en favor de su suegro en esta batalla de Clavijo.La fiesta de las Cantaderas.- Por las fechas de los Sanjuanes o por la Asunción en agosto o los Sanfroilanes en octubre, que en todas esas kalendas ha ocurrido, sale el Corregimiento de la ciudad de la casa de la Poridad y va precedido del boyero que guía el carro engalanado con roscas en la cornamenta de la yunta cargado con productos de la tierra, el pan, el vino y el cuarto de lomo o su equivalente en dinero.
El Corregimiento, escoltado por hombres de uniforme azul y brillantes cascos empenechados, se apoya en varas de mando. Abre la comitiva el conjunto de maceros con sus típicos trajes de casullas con leones y las mazas de plata; son los sucesores de aquellos maceros romanos portaestandartes de las vexillationes y águilas de la Legión VII Gemina Pía Félix, fundadora de la ciudad de León el 10 de junio del año 68 después de Cristo. Un cortejo muy elegante y rumboso.
Se nutre también el cortejo con el dulzainero y el hombre del tamboril, que lanzan sus sones para que baile un conjunto de bellísimas leonesas, tan hermosas que ese día siempre ocurre que sale el sol a contemplarlas.

El Tributo de las Cien Doncellas

Con ellas viene la sotadera vestida a usanza mora; porque la sotadera era la moza agarena que ocultando su belleza tras los velos venía el año antes a la villa y corte para adiestrar a las astur-leonesas en las costumbres del harén de los califas. Las doncellas, escogidas entre las parroquias, cincuenta de la nobleza y cincuenta del pueblo llano aunque hoy no llegan en número a la veintena, las llevaban para la tierra de los de Alá, para ser requebradas de amores por los hijos del turbante. La leyenda se extiende por muchos pagos leoneses, porque de sus aldeas se escogían las más hermosas doncellas para los muslimes. No es extraño que encontremos en el pueblo de Cifuentes de Rueda la Fuente de la Doncella y la Fuente de la Morata y en Villanófar la Fuente de los Moros, que de todos estos pueblos había que llevar una doncella hasta Gradefes y luego el jefazo moro escogía las que le parecían más hermosas y se las llevaba hasta Rueda del Almirante.

El Tributo de las Cien Doncellas - Sotadera

Parece ser que a las mozas leonesas del tributo había que llevarlas a Carrión de los Condes para su entrega a los emisarios árabes. En la iglesia románica de Santa María del Camino se conserva un antiguo cuadro pictórico, situado en la parte alta de la nave derecha y representa el milagro de la liberación del tributo.
En este cuadro se aprecia una ermita mariana y cuatro toros que acometen a la morisma, mientras permanecen asombrados los cristianos y las doncellas. En la parte inferior del cuadro se lee esta explicación: «En tiempos de Rey miramamolín le fue Tributario el rey Mauregato el quatro doncellas que tocaban a esta villa. Llegando a este Sitio Colosmoros que las lebavan Sencomcndaron Aesta Ymagen las liberase de su Cautividat. Et fue servido por mindt quatro toros q seaparecieron pues Acometiendo furiosos alos moros lasquitaron et matáronla mayor parte dellos, quedaron las doncellas solas y los toros en su guarda, asta que los vecinos las Recojieron y quedarron las donzellas libres, y esta Villa esenta delal Tributo. Se dio por las Pascuas de espíritu Santo, días ai dos procesiones y sermón del asunto el Año de 826». También en las arquivoltas de la portada de esta hermosa iglesia de Carrión queda el testimonio alusivo a este tributo de las cien doncellas.
Por eso la leonesa dijo no, que «a tierra de moros nos lleváis, hombres de León. En el valor de los hombres y no en la hermosura de las mujeres debéis fundar la defensa de vuestra tierra. Muerta tendrá que ser, pues viva no conseguiréis llevarme». Y la moza se desnudó en suelo cristiano y se volvió a vestir al llegar a las lindes árabes, porque «había salido de tierra de mujeres y llegaba a tierra de hombres». Los leoneses avergonzados, «como toros se volvieron» y lucharon contra los agarenos que ya recogían las mieles del tributo y vencieron y no entregaron.
El pueblo agradecido, porque ayudó el Apóstol, levantó la ermita de Santiago en el pueblo leonés de Villanófar; ermita perdida ya pero que su imagen cabalgante en actitud guerrera la siguieron conservando.
El Padre Albano, ha encontrado en el archivo parroquial de Villaturiel un documento del siglo XVIII que transcribe otro de 1537, relativo a este tributo de las cien doncellas. Dice así este documento de Villaturiel, patria chica de los antecesores de San Pedro de Alcántara:
«Pero quien entre estos héroes dio muestras de más agigantado valor fue la ínclita Doña Leonor Garavito, ilustre dama de tal felicísimo tronco. Doña Leonor, al verse convertida en prenda de tal ignominioso tributo, habló a las demás damas de esta manera. —Compañeras mías, bien sabéis que entre los animales, que carecen de toda racionalidad, es costumbre que los padres defiendan a los hijos. Y así vemos que una sola gallina defiende con su pico y con sus alas a sus polluelos, aunque sean veinte, del fiero gavilán. ¿Es posible que la nobleza de León haga entrega de sus hijas al Moro enemigo? Es cosa bien contraria a la ley de Dios y del mundo, que bien parece que somos menos que gallinas».
Esta bizarría se publicó en Burgos, en Valladolid, en Medina del Campo, en Salamanca. El rey reunió Cortes y se juntaron todos los hidalgos en Astorga, jurando no rendirse al Moro.
Se llegaron a juntar 37 jóvenes niñas y descansaron unos días en Puente de Dios, y no sabiendo qué hacer sólo Doña Leonor tuvo la ocurrencia salvadora, que expuso en estos términos: «Señoras mías y compañeras, si mucho estimamos nuestras vidas más debemos estimar nuestra honra. Si vosotras quisierais yo os diría cómo quedásemos vírgenes y con honra. Bien sabéis que para una mujer hay pocas cosas de mayor fealdad que ser manca de las manos. Unas a otras debemos cortar y quemar nuestras manos, así el Rey Moro no nos tocará».
Y sigue el relato: «A todas les pareció bien y las primeras que se cortaron las manos fueron Doña Leonor Garavito y Doña Leonor de Guzmán y las otras cinco que habían ido con ellas a Burgos. Después metían las muñecas en brasas y las untaban con bálsamo que les habían dado en la iglesia de León. Esto sucedía a las tres de la tarde, cuando los guardianes estaban descuidados. Y como cortasen las muñecas a Doña María Jiménez, niña de quince años, comenzó a llorar. Acudieron los guardias y hallaron catorce manos en el suelo y a las mancas riéndose. De allí en adelante llamaron a aquel pueblo «de las siete mancas» y ahora, Simancas.
Los guardias caminaron con las doncellas sanas pero mancas hasta Córdoba y al saberlo el Rey Moro las dio por recibidas y las mandó volver, dándoles muchas joyas que montaron el valor de cuatro mil doblas.
Las mancas se fueron de peregrinas a Santiago de Compostela a dar gracias al Apóstol y con los dones que les dieron en Córdoba, en León, en Salamanca y otros lugares edificaron un monasterio en el valle de Sotero, que lleva el título de Nuestra Señora de las Mancas y en él no pueden profesar sino mujeres que sean mancas.
Y muy enseguida de todo eso se reúnen todos los Reinos de España, en tiempos del Rey don Ramiro y a fuerza de unión vencen a los moros y no vuelven a pagar el tributo».

El Foro u Oferta en la catedral.- Ante Santa María del Foro u Oferta del claustro de la catedral o ante la imagen de la Virgen Blanca del parteluz del pórtico occidental, que en los dos lugares lo ha celebrado la tradición, entrega el pueblo de León representado por su Corregimiento, de grado o por fuerza, de Oferta o de Foro, que aún no se han puesto de acuerdo, los productos de la tierra leonesa.
Los discursos del síndico del Corregimiento o del canónigo del Cabildo son muy enjundiosos. El pueblo se divierte, las Cantadoras bailan a los sones de la dulzaina y del tamboril y las gentes aplauden ante tal derroche de belleza y donaire.
Concluida la misa el Corregimiento se retira y las Cantaderas acompañan danzando por la calle de la Ferrería de la Cruz hasta la casa de la Poridad.

Fuente: Diario de León

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