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Calle Virgen de Velilla

En la falda oriental de Peñacorada, término de La Mata de Monteagudo, dentro de un pintoresco paisaje de la montaña leones que procura sorpresivas panorámicas, en la tierra que acogió a los monjes huidos de las invasiones árabes, sito en el lugar donde antes se encontraba una sencilla ermita y ahora es una explanada en la que se levanta una construcción de recios muros, se halla un hermoso santuario de nave única y planta de cruz latina, con una robusta torre a sus pies. Es el santuario mañano de la Virgen de Velilla.
Nuestra ciudad, ha querido recordar en una de sus calles a la singular Virgen de Velilla. Anteriormente fue la Novena Travesía de la Presa de los Cantos, ya que a mediados del presente siglo las ricas aguas de la citada presa regaban los prados que hoy conocemos como el Barrio de El Ejido. Luego se irían edificando algunas casas, hasta surgir en los años sesenta distintas cooperativas de viviendas que conformaron la nueva barriada.
Se inicia nuestra vía en la calle Granados, para terminar en el popular y ahora casi desconocido entorno del Rollo de Santa Ana. El recto trazado parece iniciarse en el patio del Colegio San Juan de la Cruz, de los P.P. Carmelitas, para concluir su recorrido peatonal en la vistosa fuente de Santa Ana, mientras que el trayecto para los automóviles desemboca en la calle Pendón de Baeza.
Tiene dos aceras muy diferenciadas y así, mientras la de la derecha mantiene el dibujo urbano característico de la zona, con chalecitos o casas adosadas de dos plantas, la acera de la izquierda se puebla de edificaciones que, sin ser demasiado elevadas, casi doblan en altura a sus vecinas de enfrente. En su final se halla un gran bloque de viviendas, que ha vivido diversos problemas de edificación en el desarrollo de la arteria.
Tradición y leyenda se funden en la Virgen de Velilla. Cuenta la tradición que un monje huido de la abadía de Sahagún durante las incursiones de Almanzor, se refugió en estas tierras de Peñacorada, dedicándose a la oración y la vida eremítica. Será conocido como San Guillermo y, siguiendo la tradición hispana de la época, elevará un monasterio de canónicos regulares dedicado a la Virgen de los Valles. Sus muros servirían de refugio a las almas perdidas que buscaban el abrigo y la posesión de la vida mística.
Los reyes leoneses donarán diversas posesiones y le eximirán de tributos, alcanzando poder y prestigio. Pero, dado que no ha llegado a nuestros días, su localización es incierta.

Fue entonces cuando surgió la leyenda, representada en un agricultor de La Mata de Monteagudo. Se hallaba Diego de Prado, así era su nombre, junto a su mujer María Diez, desbrozando con la azada la maleza de los muros de uno de sus prados, cuando entre el musgo y las ortigas encontraba una pequeña imagen de Nuestra Señora. La llevaron a su casa «pues si ha de prestar favores que sólo sea a ellos»» pero sucedió todo lo contrario. Arrepentidos, comunicaron al pueblo el hallazgo de la imagen, construyendo una pequeña ermita. Los milagros se sucedían, no cesando los favores a los piadosos peregrinos de la Virgen de Velilla o Virgen de los Valles.
El actual edificio fue levantado sobre los restos del anterior en el siglo XVII, concretamente en el año 1619 y siguientes, por mandado de los marqueses de Prado, señores del lugar y descendientes del mismo Diego de Prado. Bajo las directrices del maestro de obra Domingo de la Lastra, en él trabajaron Domingo de Hontañón, Francisco de Mirones y Juan de la Maza. En 1675 Diego de Falla culminó la torre, añadiéndose en la cabeza de la iglesia, detrás del altar mayor, el camarín de la Virgen, en el que se puede ver el lugar exacto del hallazgo de la imagen. Finalizaría la obra en 1688, año en que el arquitecto Francisco de Uriarte asentaba el retablo del altar mayor, dorado por Diego de Avendaño.
Terminaremos nuestro comentario mencionando un pequeño recuerdo de tantos como se han producido en el santuario, pero que pudiéramos llamar «casi» actual. Sucedió sobre el mes de octubre de 1979, cuando ante la Guardia Civil se denunciaba el robo, posiblemente cometido el día 9 de dicho mes, de la bonita imagen de madera de la Virgen de la Velilla. Por iniciativa del prelado de la diócesis, monseñor Fernando Sebastián Aguilar, se intentó hacer una nueva en el menor tiempo posible. El domingo 25 de mayo de 1980 se bendijo y entronizó la actual figura, con muchas dificultades por su exactitud. El escultor fue Miguel Ángel Ivarsm, el dorador Luis Estrada, rematando la obra José Ajenjo. El santuario de la Virgen de Velilla se convirtió una vez más en romería y fiesta.


Fuente: Diario de León

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