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Calle Leopoldo Alas

La calle del día es bastante joven, aunque por lo que hemos podido comprobar muy poco conocida dentro del entramado urbano capitalino. Con apenas un cuarto de siglo a sus espaldas, casi no dice nada su nombre de Leopoldo Alas, y eso que no la hemos titulado con la denominación que ostentó con anterioridad: calle Corredor. Pero si dijéramos que corresponde al gran escritor que alcanzó la inmortalidad con el seudónimo de «Clarín», quizás el personaje les comience a resultar más familiar. Tiene su inicio en la plaza Jacinto Benavente, punto final de una de las arterias más bulliciosas de la ciudad como es la avenida de José María Fernández, para concluir en la anteriormente calle General Moscardó y hoy Víctor de los Ríos. Su trayecto está dispuesto en ligera curva, jalonado por edificios modernos y de diferentes alturas.
Podríamos comentarles que, allá por los «felices años veinte», El Ejido estaba dividido en los llamados barrios de Ejido de las Casas y de Ejido Quintín, situados a las afueras de lo que entonces se consideraba propiamente la ciudad. Eran territorios o campos agregados a ella y apenas llegaban a los doscientos habitantes, todo un récord para aquellos tiempos. Pues bien; en el primero de los Ejidos, ocupado entonces por un bar y una popular bolera aledaña, nacía precisamente la calle Corredor.
Una vez repasados los antecedentes y peculiaridades urbanas, vamos ya con el personaje que da nombre a nuestra arteria. Leopoldo Alas Ureña vino al mundo accidentalmente en Zamora, el día 25 de abril de 1852. Era hijo del asturiano Jenaro Alas, que ocupaba por entonces el puesto de gobernador civil en la capital zamorana, y de doña Leocadia Ureña, perteneciente a una de las más distinguidas familias leonesas del siglo XIX.
Su padre, un político muy renombrado de la época, sería nombrado gobernador civil de León y Guadalajara. El mes de agosto de 1854 la familia Alas se instalaba en nuestra ciudad con gran contento de doña Leocadia, que así regresaba a su patria chica. El joven Leopoldo iniciaría en San Marcos sus primeros estudios, pasando luego a Oviedo y finalmente a Madrid. En la capital de España cursó Derecho entre 1871 y 1878, año en que se doctoraba con el estudio «El derecho y la moralidad», dirigido por Giner de los Ríos.
Introducido en los corrillos bohemios y periodísticos madrileños, Leopoldo Alas comenzaría a publicar en la prensa diversos artículos sobre temas religiosos, políticos y filosóficos. En la primavera de 1875, precisamente, se imprimió por vez primera la firma de «Clarín» en las colaboraciones suyas que aparecieron en el periódico republicano «El Solfeo». También por entonces entablaría amistad con personajes tan prestigiosos como Castelar, el mejor orador del XIX, José María de Pereda y el gran Pérez Galdós, al que siempre consideró su maestro.
A pesar de estos escarceos literarios, Leopoldo Alas nunca dejó de lado su faceta como abogado. En 1882 ganaría la cátedra de Derecho Romano en Zaragoza y el año siguiente, 1883, se trasladaba a Oviedo como catedrático de Derecho en su Universidad. Establecido en la capital asturiana durante el resto de su corta vida, Clarín consagró todos sus esfuerzos artísticos a la redacción de la novela que le haría famoso: La Regenta.
Una compleja historia sobre el adulterio y la hipocresía social en una pequeña ciudad de provincias, el Oviedo de la época, inmersa en la corriente literaria del Naturalismo. Su ideología inclinada hacia el republicanismo, al tiempo que un enorme respeto por las tradiciones, le granjearon el respeto y admiración de generaciones de alumnos. El extraordinario porvenir de Clarín quedaba truncado en 1901, cuando murió en Oviedo a los 49 años.


Fuente: Diario de León

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