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Calle Cuchilleros

Por definición y en los tiempos actuales, el cuchillero es la persona que hace o vende cuchillos, siendo la cuchillería el oficio, taller o comercio donde se establece el cuchillero. Hoy en día toda esto ha desaparecido prácticamente, pues el comerciante trata de vender cuchillos en su local comercial, además de toda una variedad de artículos que pueden o no tener relación con aquel viejo y reputado oficio.
Al ver el título de la calle correspondiente al día de hoy, el lector tratará de situarse en ella y, salvo los que vivan cerca, la gran mayoría la ubicarán en las inmediaciones de la Plaza Mayor. No irían muy desacertados si tenemos en cuenta que en el antaño barrio judío y morisco, sus arterias llevaban los nombres de los gremios allí asentados: Azabachería, Herreros, Monederos, Serradores, Zapaterías, Platerías o Cuchilleros.
Sí, porque efectivamente hubo en estos lugares, hasta finales del pasado siglo, una calle que se llamó de Cuchilleros. Tuvo las denominaciones de Quiñónez, Concepcionistas, Cuchilleros y finalmente fue rotulada con el nombre de Fernández Cadórniga, Don Gabriel, en homenaje al ilustre hijo de La Bañeza y senador del reino. Para que vean los trastornos que pueden ocasionar los distintos cambios en los nombres de las calles.
En el actualmente popular y populoso Barrio de San Mames, la que en un principio fue calle Particular A y luego calle Huertas, recibiría el término de Cuchilleros como homenaje a un gremio prácticamente desaparecido, pero que el Ayuntamiento quería recordar en él callejero local. Nuestra opinión es que dicho nombre tenía qué haberse mantenido en el barrio que nunca debió de abandonar, pero los tiempos y las decisiones de los humanos son imposibles de controlar.
Empieza en la dedicada a Fernando I, concluyendo en la calle Los Ósorios. Recta, su mediano trazado va en ligero ascenso. Forma parte de las arterias surgidas en razón del fuerte incremento poblacional experimentado por todo este entorno aledaño a la Plaza del Espolón y el Barrio de San Mames. La calle en sí no tiene más historia que la de sus propios vecinos, conformada por dos grandes bloques de viviendas bien diferenciados, el de la derecha con tres portales y el de la izquierda con dos.

Nacidos en la alta Edad Media y en distintos lugares de Europa, los gremios fueron asociaciones de comerciantes y artesanos que se establecieron con el propósito de ayudarse, protegerse y relacionarse. Dado que aparecieron en forma simultánea y en lugares muy distintos, todo indica que la organización gremial no fue producto del azar, sino que respondía a unas necesidades básicas y apremiantes: las derivadas de la producción artesanal, actividad principal de la vida en las ciudades medievales.
El profesor Gómez Ortiz señala, a propósito de este tema, que el ciudadano medieval, el «burgués», no era ya un mero consumidor de los productos agrícolas, sino que al mismo tiempo, era un productor de bienes de consumo. Por lo tanto, fue preciso crear un régimen que protegiera a la par al artesano que vendía y al cliente que compraba. El medievalista belga Henri Pirenne concluye: «En todos los países se logró este resultado mediante una organización que, a pesar de las innumerables diferencias de detalle, se basa en los mismo principios: la organización de los gremios».
Con respecto a la aparición de los gremios en España, es difícil precisar con total exactitud la fecha de su origen. Aunque parece que los gremios no tuvieron una importancia real hasta comienzos del siglo XII. Por esas fechas tenemos noticias de distintos gremios en Cataluña, Valencia, y luego en tierras castellanas y leonesas. El primer dato exacto sobre los gremios se cita en las constituciones catalanas, redactadas por el rey Pedro II en 1200. Allí se habla de los «ferrers» (herreros) de Barcelona, afirmando que tenían derecho a construir todos los herrajes y las piezas necesarias para la Marina, sin pagar derechos por ello.
Y es que los gremios, además de comerciantes y artesanos, participaron activamente en la vida política española, prestando en general apoyo a la política real en contra de las pretensiones de la nobleza. Algo lógico si tenemos en cuenta su «mentalidad burguesa».


Fuente: Diario de León

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