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Calle Escurial

Nos encontramos en la siempre popular y castiza barriada del Mercado. Barrio de gremios, como indican los rótulos callejeros. Pero vamos a ceñirnos a algunos que puedan tener relación con nuestra calle del día: gremio de los monederos, herreros, cuchilleros, etc. En resumen, organizaciones relacionadas con los metales, con la metalurgia. Y se preguntarán; ¿qué tiene que ver esta vía con los metales?
Si buscamos en el diccionario encontraremos que se llama escoria a las impurezas formadas en el crisol de los hornos al fundir los metales, desechándose. Ello viene a cuento porque «escurial» es un término antiquísimo, con el que se denominaba el lugar donde los trabajadores de las fraguas y los dedicados al fundido de metales, arrojaban las escorias o «escurias» que se producían en sus talleres. Por ello es muy probable que en la zona existiera un vertedero para depositar dichas escorias o sobrantes metálicos.
Pero nunca «Escorial», como siempre trataba de recalcar el bueno de don Máximo Cayón Waldaliso. Y es que la gente, de un modo general y equivocado, tiene por costumbre llamar a esta calle del «Escorial», en clara referencia al famoso monasterio que por tierras madrileñas mandara erigir el monarca Felipe II para conmemorar la batalla de San Quintín. Por supuesto, no tiene ningún sentido para que la ciudad le dedicara una calle.
Arteria pequeña, estrecha y semioculta de la luz. Es una continuación de la calle de Las Carbajalas, por ello no resulta extraño que en pleno siglo XVIII se la cite como calle de Carvajal, en clara referencia al cercano convento del mismo nombre. Esta ya veterana y típica vía del antiguo León, de aceras estrechas por obligación y trazado medianamente curvo, tiene su conclusión en la rotulada como Puerta Moneda.
Es en este punto donde forma, con la mencionada Puerta Moneda, Hospicio y Herreros, la encrucijada que antaño se conocía como de las «Cuatro Calles», dibujando una bella cruz urbana. Calle de discurrir tranquilo, sólo alterado por los juegos y risas infantiles del inmediato Colegio de Santa María de Carbajal, de las populares Carbajalas.

Las viviendas presentan en general un aspecto uniforme y modesto, de planta baja y una altura, con destacados aleros y balcones de buenos herrajes. Algunas construcciones más recientes desentonan de las otrora viviendas típicas leonesas, pues añaden alturas y materiales constructivos que alteran la fisonomía del conjunto. En la calle estuvo uno de los mesones más famosos de la ciudad, hace mucho tiempo desaparecido.
Destaca sobremanera la primera casa de su lado izquierdo, hoy rehabilitada en su interior. Llegó a albergar una panadería que sepamos, hasta convertirse en casa de vecindad y en la actualidad, como decimos, totalmente reformada. Su pequeña portada muda, de traza renacentista, data del siglo XVI. La fachada de piedra carece de escudo nobiliario, y ahí radica su misterio. Pertenecía a la familia de los Villagroy, de procedencia berciana.
En ella vivió un joven caballero, de nombre Fernando de Alonso y Villagroy, apuesto y gallardo, bravucón y gran aventurero en amoríos que empañaría el buen nombre de su linaje. Estuvo prendado de la joven Luz Riosa, cuya familia era modesta pero muy apreciada por sus trabajos artísticos. Y de la unión de ambos surge una de las leyendas leonesas de esta antigua casona.
Engañada la joven doña Luz con falsas promesas de matrimonio, tuvo la desgracia de morir cuando nació su primer hijo, fruto de tales ilícitos amores. Los hermanos de ella juraron matarle, teniendo el Villagroy que huir y nunca más se supo de él. Otra variante de la leyenda dice que llegaron a casarse, muriendo pronto la esposa y cerrando la casa don Fernando, desapareciendo para siempre.
Sobre el pórtico de la casa puede leerse: «Monasterio de Sandoval. Año de 1790». Según parece, la casona debió pertenecer algún tiempo al monasterio cisterciense de Santa María de Sandoval. Se usaba como posada para los monjes en sus viajes a la ciudad, hasta que en 1835 fue expoliada con la Desamortización de Mendizábal.


Fuente: Diario de León

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