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Calle Entalladores

Cuando preguntamos en la ciudad por la ubicación de la calle objeto de nuestra visita diaria, nominada como Entalladores, hemos podido constatar que la mayor parte de las repuestas consisten en un «no sé», acompañado de un encogimiento de hombros. O bien, en otras ocasiones, la sitúan en la popular zona del Barrio Húmedo. Ambas respuestas pueden resultar lógicas hasta cierto punto, a ver como se lo explicamos.
La primera, porque la citada calle no es ni con mucho una de las principales vías de esta ciudad que «pateamos» durante gran parte de nuestras vidas, ya que los ciudadanos tendemos, por lo general, a conocer e interesarnos por las más frecuentadas y habituales del habitat común.
El que como segunda respuesta hallamos obtenido la especulación sobre su ubicación en el típico Barrio Húmedo, nos parece también razonable. Porque resulta evidente el relacionar los gremios con la parte más antigua de la capital, donde se encuentran muchas de las vías que nos remontan a los artesanos medievales establecidos en el «cogollo» del León de la época.
Pero lamentablemente hemos de decir que «ni lo uno ni lo otro». Pues, en primer lugar, la calle Entalladores está situada bien lejos de sus homónimas y seguro que muchos ciudadanos nunca han pasado por ella. Entre la conocida avenida de La Magdalena, tan mejorada en los últimos tiempos, y la que recuerda la personalidad cultural de don Laureano Diez Canseco, tenemos una calle pequeña, con una treintena de años a sus espaldas, que homenajea a los «entalladores».
Es recta y estrecha, como igualmente lo son sus diminutas aceras. Sorprende en principio por su denominación, evidentemente referida a los antiguos gremios leoneses que tan habituales son en el casco histórico capitalino. Sin embargo, en pleno barrio del Crucero y a dos pasos de la concurrida Glorieta de Carlos Pinilla, nos topamos con esta mínima vía conformada por apenas media docena de viviendas, más modernas en su parte final, acompañadas de algún pequeño solar sin edificar.

Centrándonos en el término de «Entalladores», echaremos mano al diccionario para tratar de aclarar un poco nuestras ideas. Tal como pensábamos, entallar o tallar es el proceso artístico o artesano de realizar figuras en relieve o madera, bronce o mármol. O bien grabar, labrar piedras preciosas e incluso obras de talla y escultura.
Ya hemos comentado en otras ocasiones, al evocar calles tan castizas y plenas de embrujo del pasado como Platerías, Carnecerías o Zapaterías, que los gremios fueron asociaciones voluntarias de comerciantes y artesanos, nacidas en la Alta Edad Media, que surgieron con el objetivo de ayudarse, protegerse y relacionarse mutuamente. La primera referencia escrita sobre un gremio en España, dedicada concretamente a los «herreros de Barcelona», aparece en las constituciones catalanas dictas por el rey Pedro II en el año 1200.
Al amparo del Camino de Santiago, distintas ciudades incluidas en la Ruta resurgieron de sus cenizas, tras los saqueos y devastaciones protagonizadas por caudillos árabes como el mítico Almanzor. Este es el caso de nuestra capital, convertida en encrucijada de caminos y mercados gracias a la corriente de viajeros que se dirigían hacia la tumba del Patrón de España.
Así, transformada en un lugar de mercaderes, artesanos y menestrales, elevó una Catedral para proclamar su catolicismo, mientras sus gentes articulaban la vida económica local en torno a los gremios, que imponían sus tradiciones y rígidas normas éticas. Basados en un severo código de leyes y ordenanzas, los gremios no sólo ayudaban a sus miembros, sino que también se encargaban de acoger a los muchos marginados que deambulaban por plazas y mercados.
Pasarían varios siglos hasta que la revolución industrial acabe con la organización gremial, pero mientras tanto asociaciones como la de Entalladores fueron el alma de la dinámica social en ciudades como León. Y ello, naturalmente, bien merece un recuerdo en el callejero local.


Fuente: Diario de León

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