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Calle Joaquin Costa

Calle Joaquin Costa

Aunque la calle de hoy lleva un nombre relativamente sencillo y que corresponde a un gran personaje de la historia contemporánea de este país, seguramente mucha gente no sepa donde ubicarla.
Esta céntrica calle era, hasta hace unos años, lo que podríamos llamar un pasaje secundario que discurría entre la avenida del Padre Isla y la calle de Joaquina Vedruna, pasando casi desapercibida. Pero en los últimos tiempos el cambio ha sido radical. Encontramos ahora una arteria de calzada moderna, peatonal toda ella y muy tranquila, alejada del bullicio de la inmediata Padre Isla.
Es en la citada avenida donde inicia su mediano trazado, concluyendo como siempre en la de Joaquina Vedruna. Perfectamente recta y no muy ancha, sus viviendas son de mediana-baja altura, a excepción del primer edificio que por su izquierda mira a la avenida.
Al poco de iniciarse, ahora en su lado contrario, surge un callejón cuyo horizonte se ve invadido por la parte trasera de las viviendas de la cercana Julio del Campo. Unos metros más adelante, donde estuvo ubicada la fábrica de caramelos «Santos», aquella que durante tantos años elaboró y sigue elaborando, actualmente en otras instalaciones, los mundialmente famosos caramelos Ronchito, tienen su sede social los representantes de Comercio.
Si preguntáramos a propósito de quién era Joaquín Costa, seguramente la mayoría no sabría responder a tal cuestión. Pues bien, vayamos con la respuesta a esta pregunta.Nacido en el pueblecito oscense de Monzón en el año 1846, Joaquín Costa pertenecía a una familia de labradores arraigada desde generaciones en el terruño aragonés. Al ser el mayor de diez hermanos él mismo se ocupó en las agotadoras faenas del campo, tanto en Monzón como en Graus, villa natal de su madre y a donde los Costa se trasladaron. El propio Joaquín residiría durante toda la vida en Graus, hasta su fallecimiento el 8 de febrero de 1911.
Dotado de enorme tenacidad e inteligencia natural, nuestro protagonista del día cambiaría los aperos de labranza por la toga de letrado, convirtiéndose en uno de los mayores exponentes de los intentos regeneracionistas que partieron de aquella clase política e intelectual agrupada bajo la denominación de «Generación del 98». Jurista de enorme prestigio, Joaquín Costa diseñó un ideario personal que trataba de solucionar las graves carencias sociales de una España que, después de la derrota en Cuba y Filipinas, iniciaba el siglo XX totalmente postrada e inerte.
En su opinión, compartida por las grandes inteligencias del país, varias fueron las causas que hundieron a España en un atraso de siglos. Desde luego el patriotismo cuartelero y «cañí» que habían dilapidado, en unas condiciones vergonzosas, los últimos restos del antaño glorioso imperio hispano. Aunque los dos mayores lastres que condicionaban el progreso de la nación eran, naturalmente, la oligarquía y el caciquismo imperante en aquel corrupto e injusto sistema político.
Las soluciones, según Costa, había que buscarlas en la educación, la reforma agraria y jurídica, la lucha contra el despotismo y, por supuesto, la incorporación a Europa, sin olvidar la propia idiosincrasia y el característico individualismo hispano. El objetivo final era la prosperidad y «una España nueva, es decir, una España rica y que coma; una España culta y que piense; una España libre y que gobierne; una España fuerte y que venza; una España, en fin, contemporánea de la humanidad«.


Fuente: Diario de León

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