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Calle del Hospicio

Calle del Hospicio

Durante muchos años la vecindad de este entorno leonés conoció el lugar con el nombre de «Cuatro Calles», y es que ciertamente en aquel punto coinciden cuatro de nuestras calles, formando una cruz urbana. Entrando en la ciudad por la Puerta Moneda y poco antes de postrarnos ante la iglesia de Santa María del Camino, formarán una cruz esta calle junto con las de Escurial, Herreros y la que hoy comentamos: Hospicio.
Esta pequeña encrucijada, escondida en la geografía urbana de la vieja ciudad, da lugar a una vía que, como decimos, parte de la de Herreros y termina en la de San Francisco. Se inicia con una pequeña subida y suave curva, en una arteria plenamente tradicional y que aún conserva el aroma de siglos pasados. Una calle que por su estrechez y la altura de las casas, tiene más penumbra que sol, aunque las viviendas, aquejadas de un deterioro evidente, todavía conservan el embrujo histórico de nuestro pasado común.
Con un empedrado tradicional en su calzada, las aceras son estrechas, adornándose con farolas de estilo procesional, muy a tono con la calle. Y es que la vía adquiría su mayor solemnidad el día de Viernes Santo, con las procesiones que por ella transitaban. En otro tiempo se conoció también como calle del Escorial, llegando a contarse entre las más principales de la zona.
Evoca en su rótulo la obra del gran obispo don Antonio Cuadrillero y Motta. Llegado a nuestra ciudad desde Ciudad Rodrigo, tomaría posesión de la diócesis en 1778, inaugurando quince años después la antigua «Casa de Misericordia» u Hospicio Provincial, obra debida a Francisco Rivas.
Solicitando le fueran dados los terrenos para su ejecución, acudió al propio monarca Carlos III, habilitándosele los solares de la que fue Real Fábrica de Hilados, en lo que entonces se conocía como Prado de San Francisco. Luego pediría chopos y madera a los curas de San Bartolomé y Valporquero; madera de roble al duque de Uceda; además de traer cantos rodados del Bernesga y piedra de Boñar.Aquel edificio con fachada alargada en la que sólo destacaba un reloj y campanil, constaba de planta baja y principal, además de cinco patios y una hermosa huerta. Cerraba con unas cadenas colgantes, y en su lateral a la calle de Santa Nonia, tenía un siniestro «torno» con campanilla, en donde se dejaban los llamados «hijos del pecado». Aquellos niños permanecían al cuidado de las monjas de la Caridad, y solían ser requeridos para acompañar en los entierros, previo pago de una tarifa acordada con anterioridad.
Pero a comienzos del año 1972 y sobre el solar del viejo Prado de San Francisco, planeaban otros intereses más acordes con los tiempos modernos. Y aquel rancio edificio, al que años antes se había dado el nombre de Residencia San Cayetano, entonces triste y abandonado, ya no se tenía en pie.
Entraron las piquetas y las máquinas de horadar, desapareciendo para siempre el viejo hospicio.
Hubo distintas opiniones sobre los edificios a levantar en su lugar, barajándose los del Museo Provincial, un Colegio Mayor y la Facultad de Ciencias Biológicas. Al final y así ha llegado a nuestros días, se construyó el actual Conservatorio de Música y el nuevo edificio de Correos. El hospicio fue trasladado a un emplazamiento en la carretera de Carbajal, con el nombre de Residencia Infantil San Cayetano, en recuerdo del querido obispo.
Algunas de sus piedras fueron llevadas a su nueva ubicación, incluso la fuente central se desmontó y transportó al Hostal de San Marcos.
Hoy en día sólo queda para el recuerdo de aquel Hospicio del obispo Cuadrillero, una calle que en nuestra ciudad y para las nuevas generaciones rememora aquellos tiempos no tan lejanos.


Fuente : Diario de León

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