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Calle Alfonso el Justiciero

Calle Alfonso el Justiciero

Alfonso el Justiciero placa Hoy estamos extramuros de la ciudad, dentro del típico Barrio de Santa Marina, en una arteria que primero fue conocida como «Segunda Carrera», luego pasaría a llamarse «calle del Medio» y finalmente, ha llegado a nuestros días rotulada con el nombre del que fuera quinto rey de León y Castilla, Alfonso.
Transcurre toda ella paralela a la calle Carreras, nacida a la sombra de la muralla legiona­ria y a la que por cierto y erró­neamente, los leoneses solemos denominar equivocadamente como «de los Cubos». Tiene su inicio en la Plaza del Espolón y concluye en el en­tronque de las calles Perales y Pelayuelo, formando un encla­ve pleno de antiguas reminis­cencias. Es larga y estrecha, tranquila y apacible, siendo el flujo de tráfico un elemento casi desconocido, a pesar del solar vacío que, en su comien­zo, sirve como improvisado aparcamiento de todo tipo de vehículos.En la actualidad presenta un «batiburrillo» urbanístico de consideración, pues junto a las tradicionales viviendas de dos plantas que evidencian cierto grado de deterioro estético, como por ejemplo la que hace el número 25 y que muestra en lo alto la fecha de MCMXXXV, conviven edifi­cios de menos años pero mucha mayor altura. El conjunto se acompaña por una serie de obras que representan el futu­ro de una arteria con mucha tradición, aunque está llamada a evolucionar al compás del nuevo y sostenido ritmo de crecimiento que impone la ciudad.
Hijo de Fernando «El Emplazado» y de doña Cons­tanza de Portugal, fue procla­mado rey de Castilla y León el 7 de septiembre de 1312, con poco más de un año y a causa de la prematura muerte de don Fernando. La regencia del jo­ven monarca estuvo dirigida por su formidable abuela, la reina doña María de Molina. Pero después de ser armado caballero de Santiago en 1331, lo que equivalía a la confirma­ción de la mayoría de edad, Alfonso ocupaba efectivamente el trono legado por su augusto progenitor. Decidido a proseguir la ardua tarea de la Reconquista, don Al­fonso se dirigió hacia el Estrecho de Gibraltar en 1349, tratando de impedir el asalto a la Pe­nínsula que estaban realizando los musulmanes benimerines. Aliado con el rey de Portugal, el ejército cristiano se enfrentaba el 30 de octubre de 1340 a las numéricamente superiores fuer­zas árabes. La batalla del Salado supuso un enorme éxito para los nuestros, que aniquilaron por completo a los benimerines. Dispuesto a asegurar la presencia cristiana en el Estrecho, Al­fonso puso luego sitio a Tari­fa y Algeciras. El cerco a esta última plaza, prolongado desde el 25 de julio de 1342 al 26 de marzo de 1344, cuando los musulmanes se rindieron, supuso todo un hito en la evolución del armamento militar. Allí, en los muros de Algeciras, los ingenieros árabes utilizaron por primera vez en la historia cañones de pólvora y piezas de artillería.
Pero las inquietudes del monarca no se limitaron a los temas castrenses. Durante su mandato se celebraron veintinueve Cor­tes, tres de ellas en la propia capital leonesa, además de legislar una institución de la vida local que ha llegado a nuestros días. El 6 de julio de 1345 emitía desde Badajoz un decreto en el que fundamenta el Ayuntamiento leonés: «Carta del rey don Al­fonso en la que manda: Que haya en la ciudad de León hombres buenos de ella… pa faser e ordenar que el Concejo faria e ordenaría estando ayuntados…». Una auténtica joya traída a León por don Álvaro Núñez y don Al­fonso Fernández, dos caballeros que pagarían con sus vidas en caso de extraviar tal documento.
El Peñón de Gibraltar sigue siendo una espina clavada en pleno corazón español. Hoy igual que ayer, pues durante el sitio que se puso a la plaza en el año 1350, moría el rey Alfonso el Justiciero. La vida le fue arre­batada el 26 de marzo de 1350, Viernes Santo, por una mortífera epidemia que antes había asola­do a Francia, Inglaterra e Italia. Sin duda, una pérdida memora­ble para la capital leonesa.
Calle Alfonso el Justiciero

Fuente:
Diario de León

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